“¿Qué problema de adicción tiene usted?”, le preguntó la jueza Juana Juárez en el instante que averiguaba todos los datos personales del acusado. “Todas, completa”, le respondió Walter Mauricio “Chino” Regudero, el imputado por el crimen de la enfermera Susana Mansilla. No se trató de una estrategia defensiva, sino de una realidad. Prácticamente no hizo falta su confesión. La auxiliar fiscal Luz Becerra detalló a lo largo de casi cinco minutos el cúmulo de pruebas en su contra. La audiencia que se realizó ayer (se informa por separado) sirvió para entender un drama social que repercute en cuestiones de seguridad.

Regudero, según la acusación de la fiscalía que conduce Carlos Sale, mató a la jubilada el lunes a las 7 de la mañana en la esquina de avenida Siria y Paraguay. La hirió mortalmente, de acuerdo a la hipótesis oficial, cuando intentaba cortar la tira del bolso. Después huyó y estuvo prófugo cuatro días. Lo buscaron en los lugares donde se reúnen los adictos de Villa Urquiza, Villa 9 de Julio y Manantial Sur. Allí, personal de Homicidios, al mando de los comisarios Jorge Dib y Diego Bernachi, recibió la información de que podía estar siendo “aguantado” (“protegido”, en en la jerga policial) por miembros de “La Inimitable”, la barra de Atlético.

Colgar las banderas

Regudero, según confiaron fuentes policiales, formaba parte de la barra. Él, junto a otros, tenía la función de colgar las banderas en el Monumental de 25 de Mayo y Chile. Los uniformados se entrevistaron el jueves por la tarde con un tal “Gordo Julio”, uno de los referentes del grupo que domina la tribuna “decana”. Le comunicaron que tenían información de que ellos estaban ocultando al hombre más buscado de la provincia y que podrían llegar a tener problemas legales si se confirmaba esa versión. “Se montó un operativo especial en la zona y al poco tiempo apareció caminando y se lo detuvo en Laprida y Paraguay”, explicó el comisario Joaquín Girbaux, segundo jefe de la Unidad Regional Capital. Fue atrapado a una cuadra del estadio. Otro dato: en la audiencia utilizó un barbijo que tenía el escudo de Atlético, el mismo que tenía cuando fue detenido.

“Chino” tuvo problemas para informar cuál era su domicilio real. “Andoy (sic) en la calle”, dijo en un primer momento. “A veces voy a dormir en lo de mi hermana, que cuida de mi hijo porque su madre lo abandonó y yo tampoco estoy”, agregó el imputado, que dijo tener 26 años, que le dicen “Flaco” y no “Chino” y que sabía leer y escribir porque había cursado hasta noveno grado.

La auxiliar fiscal aportó más detalles. Señaló que trabajadores sociales se presentaron en el domicilio paterno, que es el que figura en su documento nacional de identidad. Allí un hombre le explicó que era hijo de una pareja anterior de su mujer (trabajaría como ordenanza en la Casa de Gobierno) y que él le había dado su apellido. “Hace como cinco años lo corrimos de la casa por su mala conducta. Nunca más supimos de él”, les dijo a los profesionales que lo entrevistaron.

La mala conducta, al parecer, tiene que ver con los problemas de adicción que tenía en esos tiempos y las cada vez más repetidas detenciones que sufría. “Hemos constatado que tiene cuatro causas de robos que nunca fueron elevadas a juicio”, informó Becerra.

Problemas

Durante la audiencia, los defensores oficiales Luciana Barnes y Marcos Rolfo denunciaron que el acusado había sufrido apremios ilegales, versión que fue respaldada por Becerra, que informó que los médicos del Equipo Científico de Investigaciones Fiscal (ECIF) había constatado esas lesiones, aunque no pudieron confirmar si se las había producido cuando se resistió a su detención.

La auxiliar fiscal sí confirmó que iniciaron actuaciones complementarias por el castigo físico que recibió en el calabozo de la seccional 5a donde se encontraba detenido. Todo surgió cuando se viralizaron imágenes filmadas donde aparece Regudero siendo castigando físicamente por sus compañeros de celda y luego lavando la ropa de sus agresores. Por esa razón, la Policía realizó una requisa donde se secuestró el celular utilizado y se trasladó al acusado para protegerlo.

“Chino”, por sugerencia de sus defensores, decidió no declarar. Pero también mantuvo silencio y no dijo ni una palabra de los castigos, mucho menos de quiénes fueron los que lo agredieron. La jueza, en su resolución, no sólo ordenó que se hiciera una investigación por las agresiones que recibió, sino que solicitó que se extremaran las medidas para proteger su integridad física.