UN ÍDOLO COMESTIBLE. Lo que faltaba en Italia: la pizza de Maradona. FOTO/REUTERS

“Mi cotidiano insomnio”

Por Leonardo Favio

(Escrito cuando Diego estuvo internado)

Mi cotidiano insomnio

se obstina en el misterio

de recordarme al otro

aquel que fui.

El niño que rondó algún potrero

que, seguro, ya no besa la luna.

Aún no habías nacido

y andabas en mi envidia,

como en todos los niños.

Diego,

en la callada foto

que conservo en mi cuarto

donde desguarnecido

te apoyaste en mi pecho,

vi tu desolación

de niño acorralado.

Se adivina el madero

en tu mirada tierna.

Una constelación de multitudes

te ha cercado por siempre.

Ya no tendrás olvido,

ya no tendrás descanso.

Mientras haya un planeta

en que respire un niño,

un niño habrá que sueñe

que es Diego,

y que repite los goles imposibles

de músicas y pájaros.

Diego,

no te puedo ayudar,

hoy he llorado.

EL TALENTO DE LINIERS. Y el barrilete, finalmente, marchó rumbo al cosmos.
INTERVENCIÓN. El mural gigante de Nápoles quedó envuelto por las bengalas. FOTO/REUTERS
EN VILLA FIORITO. No podía faltar la efigie del capitán de 1986. FOTO/REUTERS