Por Fernando Sánchez Sorondo

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

Tuve la suerte de conocerlo de muy chico: fue mi celador en los primeros años del secundario y, como era petiso -tema que poetizó maravillosamente en su poema “Genética”- los alumnos lo “cargaban” (casi niños ellos o sea, según Freud, “perversos polimorfos”) y yo, que en seguida lo quise, lo defendía hasta el pugilato. Más adelante volvimos a encontrarnos en la librería Norte de los Yánover, y nos convertimos en verdaderos amigos.

Me tocó siempre ser el “benjamín” de esos cónclaves literarios porque los demás ya se habían iniciado mientras que yo garabateaba mis primeros intentos con la generosa dedicación de Oscar Corbacho, primero, y luego la de Leopoldo Marechal, al que lo unía una vieja amistad con mi padre.

Con Horacio compartimos lindísimos y horribles momentos, porque en mi adolescencia me hice adicto a las drogas –felizmente recuperado luego- y le caía al departamento de República de la India –a él y a Graciela- a horas despiadadas y me quedaba dormido, desplomado. Fueron unos ángeles conmigo.

Luego íbamos y veníamos leyéndonos versos y contándonos las novedades literarias, viajamos a unas cuantas “Ferias del libro”. Recuerdo especialmente la que compartimos en Necochea, invitados por Manuela Mur, donde conocí a Alejandra Pizanik, que yo admiraba tanto.

Horacio Salas cultivó todos los géneros literarios. Excepcional como estudioso de la poesía, su labor resultó vital: tanto que se le atribuye haber sido el primero en reivindicar al tango y a sus letras como géneros literarios.

No sólo era poeta en sus versos sino -como dijera Oscar Wilde- también en la vida: en su casa nos dedicábamos ejemplares recién editados, nos enterábamos de los nuevos poetas que iban apareciendo. Nuestro amigo tenía otra particularidad: dibujaba sus dedicatorias con un sol radiante y algún otro sello inconfundible. Compartía –no por nada era de Leo- su firma con la del propio Sol. Y era un sol. Y seguirá irradiando la belleza inconfundible, sutil, despojada de efectismos y como escrita personalmente para cada lector, de su poesía.

© LA GACETA

Fernando Sánchez Sorondo – Escritor.

Perfil

Horacio Salas nació en Buenos Aires en 1938 y murió en la misma ciudad, la semana pasada. Fue quizás el más destacado ensayista sobre tango de nuestro país, además de un reconocido poeta con más de 40 libros publicados, sin dejar de destacarse en otros géneros. Entre otros reconocimientos, obtuvo el Premio Nacional de Crítica Literaria, el Municipal de Poesía y el Nacional de Ensayo. El gobierno de Francia lo condecoró con la orden de Caballero de las Artes y las Letras; y Buenos Aires lo distinguió como ciudadano ilustre. Fue secretario de Cultura de Buenos Aires, director de la Biblioteca Nacional y del Fondo Nacional de las Artes. Colaboró en LA GACETA Literaria durante varias décadas.