Facundo Nanni

DOCTOR EN HISTORIA

Sebastián Rosso

LA GACETA

Hace 200 años nacía un experimento político tan audaz como efímero, denominado con un sugerente nombre: República de Tucumán. Fue en el mes de septiembre de 1820 cuando quedó institucionalizado aquel novedoso orden provincial. 

Una Constitución, la primera de nuestra provincia, otorgó cuerpo y forma a dicha República: dictada el día 18 y jurada acaloradamente el 24 de septiembre, en un clima festivo en el que se recordaba a la Virgen de La Merced y al triunfo militar ocurrido ocho años antes en la Batalla de Tucumán.

República de Tucumán: el prócer del rostro desconocido

Este ensayo de autogobierno tuvo grandes paralelos con lo que ocurría en el resto de las provincias rioplatenses, particularmente con lo acontecido en el Litoral de la mano del caudillo Francisco Ramirez, quien instaló una República de Entre Ríos (1820-1821), de similar duración.  

La aventura tucumana fue tan interesante como breve, jaqueada por el crecimiento de los liderazgos de Martín Miguel de Güemes y de Juan Felipe Ibarra, quienes en un juego de alianzas derribaron el castillo administrativo de Bernabé Aráoz. 

Recordamos sin embargo la importante República de Tucumán con una selección de 10 conceptos que nos muestran su osada apuesta.

1- Territorio

La geografía que abarcaba la República incluía, al principio, los territorios de Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero. La subordinación de estas jurisdicciones databa de 1814, cuando el Directorio creó la provincia, disponiendo que los cabildos de Santiago y de Catamarca quedaran sujetos al Gobierno tucumano. Sumaba en total este territorio compuesto unos 300.000 kilómetros cuadrados. Muy poco duró esta reunión luego de la caída del Directorio, pues a fines de abril de 1820 Santiago ya se había separado de Tucumán. Un año después, Catamarca agitaba también su voluntad separatista y en agosto del 21 se declaraba autónoma, con lo que la República se redujo sólo a Tucumán en sus días finales. Puesto que en poco se parecían aquellas jurisdicciones provinciales a la imagen que hoy tenemos de esas tres provincias, las señalamos sobre un mapa de época, publicado por el norteamericano Joseph Hutchins Colton a mediados del siglo XIX.

2- República

Tan interesante como efímero, el ente político-jurídico creado por Bernabé Aráoz y sus asesores existió durante menos de un año. Estableció sus bases con la sanción de la Constitución durante septiembre de 1820, y terminó en forma abrupta en agosto del año siguiente con un golpe de armas liderado por el oriental Abraham González. Aunque desde septiembre quedó instalada la República, podemos ubicar algunos antecedentes lejanos de su origen. En noviembre de 1819 un grupo de oficiales del Ejército Auxiliar del Perú había depuesto al gobernador Feliciano de la Mota Botello, abriendo las puertas el retorno de Bernabé Aráoz, quien fue madurando lentamente la creación de la República. En un tiempo turbulento, el proyecto nacía con un golpe de armas y llegaba a su fin de manera análoga.

3- Presidente

Bernabé Aráoz fue el único presidente de la efímera República. Miembro de una familia antigua afincada en la zona de Río Chico, había ingresado a las milicias del rey y participado en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas. En 1812 su gestión fue clave para la decisión adoptada por Manuel Belgrano de enfrentar a la avanzada española en las afueras de la ciudad. Las batallas de Tucumán y de Salta le darían gran notoriedad, destacándose en ambas. Años después, en 1814, estos méritos le valdrían ser nombrado primer gobernador de la flamante provincia de Tucumán. En 1817 entregaba su puesto al catamarqueño Mota Botello. Luego del golpe contra este último, una asamblea desesperada y tumultuosa de cabildantes, que necesitaban una figura de autoridad, lo eligió gobernador. De acuerdo con estos requisitos, era Aráoz quien sumaba el poder y la popularidad.  

4- Instituciones

La ingeniería institucional, planeada por Bernabé Aráoz y sus asesores letrados, había estipulado la formación de un Congreso Provincial para redactar una Constitución, y crear así el orden político de la República. Sin embargo, como dijimos, Santiago del Estero se rebeló e inició un proceso de autonomía, desechando así el envío de sus representantes. Catamarca sí logró participar de las sesiones iniciadas en mayo de 1820, enviando a los doctores José Antonio Olmos de Aguilera y Pedro Acuña. La Constitución que surgió de las jornadas de trabajo del Congreso Provincial reunió finalmente un texto con 121 artículos, tomando elementos del Reglamento de 1817 y de la Constitución de 1819, pero adaptando los mismos a la propia realidad local. El Poder Ejecutivo estaría representado por un presidente (encarnado pronto en Bernabé Aráoz), una Cámara de Diputados que actuaría como contrapeso y una Corte Suprema de Justicia. Más allá de un lenguaje que parecía renovado, diferentes elementos muestran el anclaje de esta Constitución en las tradiciones e imaginarios antiguos, como la no inclusión de la libertad de cultos, muy discutida para la época, así como desplegar una idea restringida de ciudadanía, propia de un siglo XIX todavía ambiguo en lo que a libertades individuales se refiere.

5- Escudo

Los Estados necesitan de un aparato simbólico que los acompañe y ponga a la vista. Junto a las disposiciones, misivas y asambleas, un nuevo emblema comenzó a usarse en los papeles públicos. La imagen mostraba una espada y una lanza cruzándose en el centro, a sus lados se abrían dos plumas o ramas de palma. Alrededor, en forma de óvalo, una corona de laureles rodeaba el conjunto y sobre ella una leyenda rezaba “REPÚBLICA DE TUCUMAN. AÑO DE 1820”. La fuerza de las armas y la potencia del saber se conjugaban en su centro. Fue el sello de los documentos oficiales del gobierno mientras duró la República. Una vez derrocado Araóz, y durante mucho tiempo, la imagen heráldica continuó en vigencia, ya sin la orla de palabras que nombraba la República.

6- Moneda

Los problemas económicos a los que se enfrentó la República fueron graves. La guerra en Salta y en el Alto Perú sustraían un mercado importante para Tucumán. En julio, ante la falta de circulante y con la intención de reanimar las finanzas, Aráoz ordenó acuñar una moneda propia. Para ello creó el “Banco de Rescate y Amonedación”. La llamó “moneda federal” y solicitó su factura al tallista potosino Pedro Venavídez, quien residía en Tucumán desde las guerras de la independencia. Este experto había sido el creador de las primeras monedas patrias y nada menos que del sello del Congreso de 1816. Sin embargo, para la acuñación provincial dispuso que las monedas siguieran el modelo de las antiguas macuquinas españolas, usando plata de chafalonía. Seguramente se debió a la urgencia del pedido y a la disponibilidad de moldes viejos traídos de Potosí. Reproducían valores de 2 y 4 reales.  Duraron muy poco, pues su mala calidad (no respondían “a la ley ni al peso” que declaraban) y una creciente falsificación hizo inmanejable su control.

7- Guerra

Mucho antes de legitimarse la República, Tucumán entró en disputas con uno de sus territorios subordinados: Santiago del Estero. Entre marzo y abril de 1820, las desafortunadas intervenciones de Bernabé Aráoz en el Cabildo santiagueño terminaron con la asunción del general Felipe Ibarra como máxima autoridad y comandante de Santiago del Estero. Este, declarado enemigo de Tucumán, buscó apoyo en otros rivales de Aráoz y dirigió continuas hostilidades contra la República. El general Güemes, poderoso comandante de Salta, pronto sumaría sus fuerzas, mientras agitaban las intenciones desestabilizadoras catamarqueñas. La guerra se desató sin remedio, pero los enfrentamientos nunca tuvieron resultados definitivos. En febrero de 1821 los santiagueños dispersaron a los tucumanos que habían entrado a su territorio en Los Palmares. Un par de meses después, las tropas salteñas que habían invadido Tucumán fueron completamente derrotadas en el Rincón de Marlopa, a dos leguas al sur de San Miguel. Al intervenir Córdoba para evitar mayores derramamientos de sangre se firmó el Pacto de Vinará. Ya era junio de 1821, y esto marcará un hipotético final de las hostilidades entre la tres provincias. La guerra abierta se había detenido pero las intrigas desestabilizantes, no. Santiago estaría detrás del definitivo golpe de agosto.

8- Imprenta

El 14 de agosto de 1820 salía a la calle el periódico oficialista “El Tucumano Imparcial”. Era el primer diario civil que ocupaba el espacio público en el norte argentino. Para su impresión se usó la pequeña imprenta que, tres años atrás, había incorporado el general Manuel Belgrano para publicar el Diario Militar del Ejército del Perú. Ahora, en manos del gobierno de la República, lo redactaba don Pedro Miguel Aráoz, canónigo y tío del Gobernador. Los números conocidos llegan hasta finales de ese año. Durante 1821, luego del golpe contra Bernabé Aráoz, se comenzó a publicar otro semanario, llamado “El Restaurador tucumano”, en apoyo de la gestión de Abraham González. Caía la responsabilidad de su edición en Juan José Dauxion Lavaysse, un francés que se había marchado a Santiago en disenso con el régimen de Aráoz. La imprenta siguió activa hasta la década de 1850. Haciendo una evaluación de los impresos que salieron de su bandeja, vemos que sirvió para todo: se imprimieron diarios, disposiciones, bandos, libros, valores de cambio y versos poéticos, pero es notable el interés que casi siempre despertó en la autoridad política.

9- Autonomía

Un equívoco muy frecuente que dificulta la comprensión de la República de Tucumán y de toda la época anterior a la organización constitucional del país es considerar que las provincias y sus líderes pretendían autonomías totales o rupturas sin puentes con un poder central o con los pueblos vecinos. La Constitución de 1820 mantenía un interesante resquicio de vinculación con un territorio rioplatense con el cual había compartido la experiencia de la guerra, y la sanción de una declaración conjunta de independencia. Más allá del carácter todavía abierto de la revolución, y de los límites todavía no fijados por la ausencia de un poder estatal, la flamante República no dudaba en  imaginar permanentes pactos y niveles de articulación política y comercial. Entre el ideal de estar “unidas” que había aparecido en la primera década como un calificativo deseado, y la completa autonomía existían intersticios interesantes. La metáfora de las “hermanas”, muy usada desde 1810, servía para pensar la solidez de un lazo difícil de romper, pero que no debía ser asfixiante.  Por eso, en lenguaje altisonante, la República de Tucumán sostenía que es ya, y será a toda costa, una república libre e independiente, hermana sí y federada con vínculos tan estrechos que jamás se dispensará sacrificio alguno, hasta no ver a sus pies rotos (…) los últimos eslabones (…) que subyugan a la más pequeña.

10- Fin

Abraham González, el oscuro lugarteniente que, poco menos de dos años atrás, había despejado el terreno para que el general Aráoz se erigiera en Presidente, tomó la plaza central de Tucumán el 28 de agosto de 1821. En un movimiento de traición inaudita, se había aliado con Ibarra. Habían pasado sólo tres días de la declaración del Cabildo catamarqueño por la que abandonaba su sujeción a la República. Al verse sorprendido por el golpe, Aráoz no pudo ofrecer resistencia. Diría el historiador Jaimes Freyre que salvó apenas su pellejo, refugiándose “en medio de sus elementos de la campaña, con cuya fidelidad creía poder contar”. Era el fin de la República. Si tomamos la fecha de septiembre del 20 como su inicio legal, y agosto del 21 como su final, esta organización de nombre altisonante duró menos de un año. Cayeron sus autoridades, se desbarataron sus estructuras y el territorio, que había comenzado agrupando jurisdicciones, se veía atomizado en tres provincias. Los años que siguieron iban a ser anárquicos, con invasiones, conjuras y traiciones mutuas. Las provincias que cinco años atrás se habían declarado unidas, independientes y solidarias a una causa sudamericana, entraban en intentos cada vez más desesperados de estabilidad política.