“¡Se queda!”, tituló el diario deportivo catalán Sport, feliz por la decisión de “Leo” Messi de no confrontar con Barcelona y permanecer en el club. “Sólo hay algo peor que la marcha de Messi, y es que Messi se quede en estas condiciones”, escribió en cambio Jorge Valdano en el diario AS. Porque se queda, claro, pero porque lo obligan, diciendo que no le cree al presidente José María Bartomeu y que Barcelona es un club sin proyecto. Además, cuando mañana se sume a los entrenamientos lo aguardan un DT nuevo como Ronald Koeman y un plantel más débil, ante todo sin su gran amigo Luis Suárez, pero tampoco sin Arturo Vidal ni Ivan Rakitic.  

Será un equipo que, si bien el fútbol es una caja de sorpresas, tiene casi todo servido para atravesar un año difícil de transición, con elecciones en el medio, y con muy pocas perspectivas de ayudar a Messi en el gran objetivo de recuperar la Champions ya más cerca del final de su carrera. Peor aún, todo lo que sucedió en estos días abrirá la puerta a la suspicacia: que si “Leo” se lesiona es porque no quiere jugar, que si juega mal es para afectar a Koeman y que está allí por obligación, pero para pasarle también factura al dirigente que incumplió su promesa y que le trabó la puerta justo a él, que lideró un cambio decisivo en la historia del club.

Lo dice también en el diario Sport el mismo periodista que lo entrevistó, con Messi en ojotas, y al borde del quiebre cuando admitió su decisión inicial de irse del club que le dio todo y del cual no tenía previsto irse, hasta que no tuvo más que aceptar que precisaba un cambio de aire. ¿Capricho? ¿Acaso los tuvo antes? ¿Acaso Messi parece el jugador casi mercenario que cambia siempre de club para sumar comisiones millonaria, para él y para sus agentes? Todos sabemos que no es justamente ese caso. Y lo dice también Rubén Uría, el periodista que estuvo en su casa. Messi, escribió Uría, “no ama el dinero, sino la camiseta. Habló desde el corazón” y no se fue “porque no quiere que el gran amor de su vida, el único club al que le debe todo y por el que ha dado todo, acabe mal, aunque la directiva se lo merezca. Messi es Barça y Barça es Messi. Y nadie lleva lo que más quiere a los tribunales”. Todo el fútbol opinó. Luis Enrique, que dirigió a Messi en Barça y es actual DT de la selección de España, dijo que “tarde o temprano, Messi dejará de jugar en Barça” y “es de buen nacido ser agradecido por las dos partes”. Las dos partes.

Barcelona, claro, destacó el compromiso de Messi (“voy a dar el máximo. Mi amor por Barça no va a cambiar nunca”) y omitió las duras críticas de “Leo” a Bartomeu. Sin más palabras, sin siquiera un comunicado oficial que disimule felicidad porque el ídolo se queda. Sin decir a qué precio. “A Messi no le ha quedado más remedio que quedarse debido al mal asesoramiento de su padre y bufete de abogados”, cuestionó el mexicano Hugo Sánchez, ex gloria de Real Madrid. “Ahora, joderse y aguantarse un añito más”. Efectivamente, suena extraño que el jugador N°1 del mundo no haya contado con un plan más profundo y no haya previsto que Barcelona podía demandarlo judicialmente si partía sin pagar la cláusula imposible de 700 millones de euros. “Es, con todo respeto, un papelón, una vergüenza”, afirmó el escritor y periodista Martín Caparrós, que acumula muchas tardes viendo a Messi en el Camp Nou. Caparrós sostiene que “la magia se rompió”, aunque admite luego que posiblemente bastarán nuevos goles del ídolo para que la crisis de hoy caiga en el olvido.

¿Será así? ¿Será que Messi, apelando a la misma fuerza competitiva que lo mantiene más de una década en el trono mundial del fútbol, se pondrá a cuestas un equipo en formación? ¿Y será que en marzo, sino antes, Bartomeu dejará el cargo, su gente perderá elecciones y el nuevo presidente (posiblemente Víctor Font) llegará con Xavi como nuevo DT, con Carles Puyol como secretario deportivo y con Andrés Iniesta para reimpulsar La Masía y así Messi, ya más cómodo con sus ex compañeros, acaso decida él también quedarse a vivir para siempre en Barcelona? ¿O será que, en cambio, el nuevo equipo no aparecerá, Messi no liderará, las suspicacias ganarán y la historia terminará peor de lo que está hoy? El fútbol, por eso su magia, suele ser a veces tan incierto como la vida. El final está abierto. Así como sucedió, perdieron ambas partes. Y perdió el fútbol.