Hoy se cumplen 168 días desde que el Gobierno nacional decretó el aislamiento social, preventivo y obligatorio; que mutó en distanciamiento social en algunas provincias a medida que la pandemia lo permitía. Pero son 168 días de “nueva normalidad”. De días con barbijos, con alcohol en el bolsillo, de encierro, sin escuelas, sin bares, sin cines, sin teatros, sin turismo, sin reuniones sociales, sin encuentros familiares, sin deportes en competencia, sin el bendito fútbol nuestro de cada fin de semana.

Cuando todo acabe y el país pueda comenzar a recuperar sus costumbres, el fútbol será una de las tantas industrias que quedará casi herida de muerte. No será nada sencillo recuperar una economía que se cayó a pedazos, de manera inversamente proporcional al crecimiento de la curva de contagios de covid-19.

Son 168 días sin entrenamientos normales, una eternidad para un deportista de elite. Así como Argentina tiene la cuarentena más larga del mundo (aunque algunos prefieran maquillarla poniéndole diversos nombres más tenues) también es uno de los países en los que la pelota estuvo detenida más tiempo. Pasaron cinco meses, dos semanas y cinco días del último juego oficial; y entre que la pandemia pega cada vez más duro y los dirigentes parecen cómodos sentados en el living de su casa, la vuelta al ruedo no parece estar cerca. Así, entre la endeble economía y el desolador futuro inmediato, muchos jugadores del ascenso aprovecharon la oportunidad para pegar el salto.

Jugar en Europa es, quizás, uno de los grandes sueños de cualquier futbolista. Hasta hace unos años, para cruzar el océano había que jugar primero en Boca o en River; pero eso cambió.

“Es un paso adelante en todos los sentidos; económico y deportivo”, afirmó Mauro Bellone, el volante que dejó San Martín para pasar a Enosis Neon Paralimni, de la Primera división de Chipre.

Con Bellone, hasta aquí son 13 los jugadores que la última temporada jugaron la Primera Nacional y que hoy ya se entrenan en el Viejo Continente. Si bien la mayoría de los destinos no son las principales ligas de ese zona, los euros, la buena vida en ciudades hermosas, la seguridad (algo que escasea en nuestro país) y sobre todo la competencia segura seduce mucho más que un fútbol argentino cada día más bastardeado. “Tengo la expectativa de que sea una gran experiencia”, agregó el volante.

“Era una cuenta pendiente. Hace muchos años jugué acá y mi deseo era volver a Europa. Cuando surgió la propuesta ni lo dudamos con mi esposa. Tomamos la decisión no sólo pensando en nosotros sino también en nuestros hijos”, afirmó Exequiel Narese, de último paso por Agropecuario, que jugó en Atalanta y en Ravenna en 2007 y que firmó contrato con Citta di Fasano, que milita en la Serie D del fútbol italiano. “El club lleva mucha gente y la ciudad es hermosa. Tiene playa, montaña y la gente es muy amistosa”, agrega “Pollo”.

Al ver que se viene un fútbol argentino más austero y devaluado producto de la pandemia y de las desacertadas decisiones de los dirigentes, muchos futbolistas decidieron buscar nuevos horizontes en los que el beneficio económico es mayor gracias a la conversión euro-pesos y en los que, sobre todas las cosas, la competencia esté asegurada.

Ellos lograron encontrarle algo bueno a la pandemia. La gran mayoría está en plena pretemporada, ultimando detalles para comenzar el nuevo torneo y viendo de reojo y a la distancia como acá los dirigentes se empeñan en probar que no siempre la suma de uno más uno resulta dos.


El exterior siempre seduce más

Si bien no llegaron al fútbol del Viejo Continente, Junior Mendieta (ex volante de Atlético de Rafaela) y Jonathan Ferrari (ex defensor de All Boys) también armaron las valijas buscando otras latitudes. Mendieta firmó con el Stellenbosch FC de la Primera división del fútbol sudafricano; mientras que Ferrari fichó para Liga Deportiva Universitaria de Portoviejo, que juega en la máxima categoría de Ecuador.