NOVELA

DOS CRIADORES: LAS ÚLTIMAS LUCES

JORGE TORRES ZAVALETA

(Deldragón – Buenos Aires)

Con su reciente novela Dos criadores: las últimas luces, Jorge Torres Zavaleta amplía una narrativa local, argentina, campestre, que es bastante infrecuente entre los narradores actuales. Es el caso de El dueño anterior y Malón grande. Que tienen, entre sus muchas virtudes –la destreza narrativa, la calidad literaria, el oficio largamente probado del autor- la de no condescender al folclore ni a ninguna concesión for export. Muy grata es su naturalidad, su sencillez, su falta de toda afectación.

El tema de Dos criadores… a primera vista puede no parecer trascendente: dos hombres de distintos medios sociales disputan con sendos caballos de carrera, ambos de primerísimo orden, un gran premio que los convertirá en vencedores o vencidos. Y en una contienda que trasciende el mero ámbito del turf. Porque ocurre que su sino va más allá de la vida privada de tales adversarios y de sus familias, y se proyecta al país todo, ya padeciendo la vieja grieta argentina aún pendiente.

Lo más atractivo en la trama de esta novela es la relación entre Fabrizia, la hija del criador hecho a su propio esfuerzo, y el descendiente de las clases acaudaladas y patricias. Un vínculo amoroso, de enamoramiento reciente y de mutua y benéfica influencia en la evolución hacia el autoconocimiento de cada uno. Así, el protagonista, dado primero a heredar su entusiasmo por el turfismo y el trabajo rural, se independiza de esos designios y se entrega a su verdadera y personal pasión, o destino: ser un escritor, exponiéndose a la desaprobación de su medio.

Puede cuestionársele a Torres Zavaleta cierta proclividad a la ideología en algunas de sus páginas, cosa que está de moda en los autores jóvenes, si bien con un signo opuesto en Jorge. Es decir, en este caso hacia el llamado “liberalismo” y hasta incurriendo en la mención de nombres de políticos cuyo solo sonido baja la vibración poética del texto. Se trata tan solo de un detalle, en medio de una obra singularmente interesante y con un costado metafórico que trasciende la anécdota.

© LA GACETA

Fernando Sánchez Sorondo