Los motivos son de los más variados: derrotas, victorias, amigos con problemas de salud, infidelidad. Dentro y fuera de la cancha los llantos de los tenistas tienen sus historias.


Del “mami, papi” al “falopero”

“No veía la hora de ganar este torneo para darle mucha felicidad a mi familia, que me apoyó en momentos muy difíciles cuando la gente me gritaba ‘falopero’ (drogadicto) por la calle”, fue de las frases más dramáticas que pronunció Guillermo Coria después de perder la final de Roland Garros 2004 ante Gastón Gaudio. Aquel 6 de junio fue la única vez que dos argentinos jugaban la final de un Grand Slam. ¡Y qué final! Cinco sets, el último definido en 8-6, dos match points que Coria desperdició en más de tres horas de ir y venir sobre el polvo de ladrillo de París. “Después de lo que me pasó estaba esperando ganar esta final. Me quería sacar la bronca que tuve en ese momento”, siguió Coria hablando entre intensos sollozos. Cuentan las crónicas de aquel año que todos los que estaban en la sala de prensa escuchaban en silencio la apenada catarsis que hacía el santafesino.

GASTÓN GAUDIO

Coria había sido sancionado en 2001 por un doping positivo. Lo que se comprobó es que había sido involuntario; la causa fue un suplemento contaminado. Desde entonces “El Mago” se negó a tomar esas sustancias, necesarias en el alto rendimiento. Eso también le jugó en contra en esa final y en su carrera, ya que, desde lo físico, Coria siempre dio ventaja. El monólogo lacrimógeno terminó con la promesa de volver para ganar el torneo. Coria volvió dos veces: en 2003 llegó a octavos de final y en 2005 perdió en primera ronda.

Antes del llanto de frustración, el llanto de emoción y felicidad fue de Gaudio. En la ceremonia de premiación el de Temperley habló primero en inglés y sus lágrimas mojaron minutos después las palabras que pronunció en español. “Mami, papi, los amo”, dijo en el comienzo de su lista de agradecimientos. Pudo seguir hasta agradecerle a su novia y el llanto lo venció por unos segundos. Volvió a retomar su discurso, pero siempre acompañado por una lágrima.


NAOMI OSAKA.

A Serena la siguen las lágrimas

Si bien la imagen de Serena Williams reclamando a los gritos durante la final que perdió en el Us Open 2018 ante Naomí Osaka quedó grabada, también quedó la de ella a punto de llorar. La que sí lloró en la ceremonia de premiación fue la campeona, 17 años menor que Williams, que se había convertido en la primera japonesa, hombre o mujer, en ganar un Grand Slams. Más lágrimas derramó la mayor de las hermanas Williams cuando apenas pudo jugar cuatro games de la final del torneo de Toronto, Canadá, en 2019 y una lesión la obligó a retirarse. Cuando empezó a llorar su rival, la local Bianca Andreescu, se acercó a consolarla. “He seguido toda tu carrera, eres una p… bestia”, le dijo la campeona.

SERENA WILLIAMS.


Lloró por amor, no por la pelotita

En 1999 el chileno Marcelo Ríos era número nuevo del mundo y un año atrás ya había visitado la cima del ranking a la que quería volver. Entre muchas situaciones polémicas, el talentoso zurdo, tuvo que enfrentar una crisis de pareja con su pareja de aquel entonces, Giuliana Sotela, de sólo 16 años. Aprovechando una conferencia de prensa en la que se anunciaba un apoyo económico al equipo de Copa Davis, Ríos le pidió disculpas públicamente llorando. 


“LEO” MAYEREN LA COPA DAVIS.

Feliz desahogo y lógica frustración

“No me importa el récord, estoy muerto. No sé qué pasó, no lo puedo explicar...”, alcanzó a decir Leonardo Mayer antes de que las lágrimas comenzaran a cubrir su aguileño rostro. El correntino, segundos antes, con la victoria en manos saludaba en la red al brasileño Joao Souza. Los dos fueron protagonistas del partido más largo de la historia de la Copa Davis: jugaron seis horas y 43” en el estadio que se había montado especialmente para recibir a Brasil por la primera ronda del Grupo Mundial. El marcador final fue 7-6 (7-4), 7-6 (7-5), 5-7, 5-7 y 15-13. “Jugué como cuatro horas acalambrado”, reveló el correntino todavía ahogado por el llanto, más que por el intensísimo gasto de energía. La victoria de “Yacaré” fue clave en las serie porque Argentina estaba en desventaja y fue gracias a Mayer que la serie se emparejó para que Federico Delbonis cerrara el triunfo.

“LEO” MAYERTRAS PERDER CON FEDERER.

De impotencia fueron las lágrimas de Mayer cuando enfrentó a Roger Federer y no aprovechó los cinco match points que tuvo ante el mejor de todos los tiempos. Le preguntaron en una entrevista (www.puntodebreak.com) si fue la derrota más dolorosa. “Sí, un poco sí. Como es mi ídolo quería ganarle para que me quede en la historia pero no se me dio”, explicó Mayer que quedó en el recuerdo, pero por sus lágrimas.


PETE SAMPRAS.

Las “ñiñerías” de Hingis

Martina Hingis llegaba como gran favorita aquel 5 de junio de 1999 a enfrentar a Steffi Graf en la final de Roland Garros. “Tuvo buenos resultados en el pasado, pero ahora el juego es más rápido. Es vieja ya”, había dicho la suiza sobre la alemana. Vieja y todo, Graf le ganó en un partido que Hingis tenía dominado (primer set a favor, con break en el segundo). Llegó a sacar para ganar, pero una acción propia la desconcentró a tal punto que Graf dio vuelta el encuentro y se llevó el título 4-6, 7-5 y 6-2. Hingis discutió una pelota dudosa con la jueza de silla y pasó al campo de juego de Graf, acto inaceptable por reglamento y sancionado con un punto en contra. Ahí empezó la debacle en el juego de Hingis. La conocida como “niña prodigio del tenis” (fue la número uno más joven de la historia con 16 años) apenas perdió, se fue al vestuario. Su madre y entrenadora, Melanie Molitor, la convenció para que regresara a la premiación y, casi sosteniéndola entre sollozos intermitentes, Hingis volvió.


MARTINA HINGIS.

Conmovido, pero también motivado

“Hazlo por Tom”, le gritaron a Pete Sampras desde las tribunas. El estadounidense, catalogado como el mejor de la historia hasta que Federer apareció, enfrentaba a su amigo y compatriota Jim Courier por los cuartos de final del Abierto de Australia 1995. Ese espectador, con sus palabras, hizo llorar a “Pistol” que escuchó el nombre de su entrenador. Tom Gullikson, horas antes, había regresado a Estados Unidos por recomendación médica. Un desmayo durante un entrenamiento encendió las alertas. Sampras entró a ese partido mentalmente diezmado y, hasta ese alarido, perdía 7-6 (7-4) y 7-6 (7-3), pero lo dio vuelta y, sin parar de llorar en la mayoría de los descansos, se llevó la victoria ganando los tres sets parciales siguientes. Finalmente, su entrenador fue diagnosticado con un tumor inoperable y murió un año más tarde.


ROGER FEDERER.

Cuando Federer sentía que moría

Roger Federer y Rafael Nadal protagonizaron una final del Abierto de Australia 2009 de altísimo nivel. Sin embargo no fue eso lo que más impresionó. Fue la ceremonia de premiación lo que impactó de un modo distinto. El protocolo establece que primero hable el subcampeón, en este caso Federer. Cuando llegó el momento de hablar empezó, pero no pudo terminar. Las lágrimas lo vencieron mucho más rápido que Nadal. El “esto me está matando” que dijo en inglés significaba impotencia ante la situación que Nadal le planteaba. El rércord desfavorable que tenía hasta ese momento era de 13-6 (hoy es 24-16) y venía de perder la final de Wimbledon 2008 ante “Rafa” en cinco de los mejores sets de toda la historia. La derrota en Australia le carcomía su humanidad. Muchos, en especial los españoles, se burlaron de la situación la cual no merecía esa interpretación. Pero el español más importante fue un caballero: Nadal buscó a su rival herido y lo cobijó mientras era un mar de lágrimas.