Mediados por pantallas y con nuevos formatos, los talleres de escritura sumaron participantes durante la cuarentena. Además se instalan como opción para afianzar el vínculo con la lectura y la posibilidad de producir nuevos sentidos en la práctica narrativa, desarrollada en encuentros que se establecen como rituales centrales en tiempos de aislamiento.

Gabriela Borrelli lleva adelante un taller de poesía que venía haciendo en el porteño Palacio Barolo y se trasladó al Zoom. A ese espacio sumó un curso virtual impulsado por Ediciones Futurock que realiza por streaming de la radio.

“Está funcionando muy bien. Esta posibilidad lo hace más amplio y acorta un poco las distancias. Hay interacción, preguntas que yo voy respondiendo y un ejercicio de escritura que se entrega en la semana”, cuenta sobre una propuesta que traspasó fronteras, con interesados que se anotaron desde Berlín, Estados Unidos y Uruguay.

Paula Puebla y Mariana Skiadaressis comenzaron un curso el año pasado y debieron retormarlo tras las vacaciones en forma virtual. “En este nuevo formato recibimos muchas consultas de los lugares más diversos del país. El número de alumnos se triplicó y tuvimos que abrir un grupo nuevo. No hubiéramos imaginado nada de esto”, explica Skiadaressis, autora de “La felicidad es un lugar común”.

Jorge Consiglio apunta: “el encierro nos afecta a todos, tenemos una angustia bárbara porque no tenemos una idea de futuro, la conexión el mundo está limitada. Antes que una situación de reflexión sobre la literatura, es un encuentro”. “Hay una necesidad de comunicarse; la situación de encierro se escucha en los textos”, agrega.

Santiago Craig está al frente de cuatro talleres por Google Meet y abrió uno gratuito para mayores de 65 años. “Es una de las cosas más gratificantes de este tiempo. Algunos de los participantes se hicieron amigos”, cuenta en una entrevista con Télam.