Luego de ser repatriados desde Estados Unidos, una familia tucumana debió viajar dos días en un colectivo completo, junto con otros 30 argentinos que venían del extranjero. El riesgo al contagio, la falta de comida y múltiples controles policiales convirtieron en una odisea el último tramo de su vuelta a casa.
Luis Sancho viajó a Miami junto con su mujer y sus tres hijos el 8 de marzo, cuando aún el coronavirus no había sido declarado como pandemia por la Organización Mundial de la Salud. Debían volver al país dos semanas después, el 22 de marzo, pero el cierre de las fronteras dispuesto por el Gobierno nacional para frenar la expansión del virus en Argentina los obligó a permanecer en el extranjero hasta el miércoles 29 de abril.
Luego de que su vuelo de regreso fuera cancelado ocho veces, lograron comprar pasajes de Aerolíneas Argentinas, que los trajo desde Miami hasta el aeropuerto de Ezeiza. Sin embargo, la odisea no terminó cuando pisaron el suelo argentino.
Si bien sabían que la vuelta a la provincia debía hacerse en colectivo, en Buenos Aires les avisaron que antes de dirigirse a Tucumán debían pasar por San Luis, Mendoza y San Juan. “Teníamos que desviarnos 1.000 kilómetros hacia el oeste del país cuando teníamos que ir al norte; un viaje larguísimo que terminó siendo aún más extenso por la cantidad de paradas y controles a los que fuimos sometidos”, relata Luis.
En el colectivo viajaron 33 personas: 16 tucumanos, 15 mendocinos, un pasajero de San Luis y otro de San Juan, que habían regresado de diferentes países.
“Después de tantas precauciones en el avión y los aeropuertos, nos hacinaron en un colectivo con pasajeros que venían de Italia y España. No hay justificación sanitaria, ni logística, ni económica para hacer semejante recorrido en vez de disponer de un colectivo que vaya hacia el norte y otro hacia el oeste”, reniega.
Una larga travesía
Durante las 48 horas que duró el recorrido hasta Tucumán, pudieron bajar sólo una vez del vehículo para comprar alimento. “Tres kilos de pan, medio kilo de jamón y medio de queso que compramos en un almacén en la ruta fue toda la comida para todos los pasajeros y los tres choferes durante un día entero”, relata Sancho.
Escoltada por patrulleros, la comitiva debió detenerse para ser controlada antes de ingresar y salir de cada provincia. En algunas localidades, inclusive, los retuvieron por varias horas. Los pasajeros de las otras provincias fueron abandonando el colectivo, hasta que sólo quedaron los 16 tucumanos.
“Pasamos dos días completos arriba de un colectivo, con un baño químico para 33 personas, prácticamente sin comida, dormitando sentados y con el maltrato constante de casi todos los controles policiales”, señala Luis.
A pesar de tomar todas los cuidados posibles para evitar contagios, la falta de distancia entre los pasajeros ponía en riesgo a todos. “Si alguno de los que venía en el colectivo con nosotros tenía coronavirus, lo más seguro es que nos hayamos contagiado todos. Después de tantas horas los barbijos ya no tenían funcionalidad y no pudimos conseguir más”, cuenta Santiago Sancho, de 21 años. “Por suerte ninguno presentó síntomas, por lo que creemos que no nos hemos contagiado”, añade.
Como nuevo protocolo de seguridad, el gobierno de Tucumán dispuso que sólo puede ingresarse la provincia desde las 8 hasta las 22 horas, y únicamente por la ruta nacional 9. “Sumado a todo este surrealismo, estábamos con los tiempos muy ajustados y rogábamos que no nos detenga otro control más para poder llegar a tiempo a la frontera. De lo contrario, hubiéramos tenido que pasar otra noche más en el ómnibus esperando a que reabran el paso”, expresa Luis, ahora aliviado.
A pesar de todas las dificultades, Luis rescata: “gracias a la amabilidad, empatía, generosidad y buena onda que tuvieron los tres choferes pudimos sobrellevar un poco mejor las angustias de este viaje”.
El viernes 1 de mayo llegaron al límite con Tucumán a las 21.40 horas, y de allí se dirigieron a la terminal de ómnibus de la Capital. “Nos tomaron la temperatura, nos realizaron los hisopados nasofaríngeos y llenamos las declaraciones juradas acerca de donde pasaríamos la cuarentena. Como ningun pasajero presentaba síntomas, finalmente nos permitieron volver a nuestras casas”, finaliza Santiago.