En este tercer domingo de Pascua se nos presenta el evangelio de Emaús cuyo remate es la famosa frase “y lo reconocieron al partir el pan”. En estos tiempos de pandemia y sin poder asistir a misa hemos podido ver la valoración de parte de nuestro pueblo en la necesidad de descubrir a Jesús en al pan eucarístico. Que hasta que las medidas establezcan otra cosa, no dejemos de buscar al Señor. Mientras tanto escuchemos lo que nos dice en su evangelio: ¿Qué fue lo que motivó que el desengaño y la sensación de fracaso de los discípulos de Emaús -y de los creyentes o de los alejados hoy de la comunión eclesial representados en ellos- fuera sustituido por un entusiasmo que les llevó a suplicar: “Quédate con nosotros, Señor”?
Cuando Jesús se acerca a estos dos que se vuelven a sus casas, abandonando tal vez la aventura divina a la que fueron convocados, no lo reconocen porque la tristeza les embarga. En la trágica tarde del Viernes Santo quedaron enterradas sus esperanza mesiánicas; y ni las noticias de las mujeres asegurando que el Señor ha resucitado ni la confirmación de estas noticias por parte de algunos del grupo han logrado avivar la esperanza. Están decepcionados y tristes.
Es la sensación que hoy también viven algunos cristianos y hombres de buena voluntad: están desconectados, tristes y con angustia por esta encerrada en la que nos puso el virus y sus adlátares… hay angustia y tristeza, no podemos negarlo, pero a esa realidad Cristo viene a darle una nueva luz.
Cristo Resucitado sigue presente entre nosotros, camina a nuestro lado, está en medio de nosotros; sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la iglesia la sagrada escritura, es Él quien habla. Cristo Resucitado está en medio de nuestras angustias que la covid19 nos contagia en el orden espiritual.
Es interesante observar que angustia y tristeza no son problemas de contagio biológico sino espiritual-existencial. Son enfermedades espirituales que también contagian espiritualmente. A esa realidad Jesús viene a curarla, a sanarla, a purificarla y a darle nueva vida. Dios no nos desampara, está de nuestra parte.
Ánimo. El Señor se queda con nosotros en estas horas y no nos abandona, su Palabra nos ilumina y su Pan nos fortalece.