“En la cuarentena el producto que más repartimos es helado”, cuenta David Campero, 44 años, cadete de una aplicación de envíos a domicilio. Asegura que en las heladerías suele encontrar tantas personas haciendo fila como en los supermercados o en las farmacias: “es impresionante; se está por acabar el mundo y ellos salen comprar helado”, bromea con gesto de asombro.

El paisaje urbano ha cambiado debido a las restricciones en la circulación. Según los cadetes,  la “medianoche” comienza a las 22 hs.: “A esa hora ya no queda nadie y podemos entregar los pedidos con mayor rapidez”, afirma Facundo Romano Gril, cadete de 21 años. “Pero hay que andar con cuidado porque, con la ciudad vacía, los pocos que circulan no cumplen con las normas de tránsito, sobre todo en los semáforos”.

Tanto a Romano Gril como a Campero les ha tocado subsanar no sólo las necesidades alimenticias; les tocó también la enorme responsabilidad de acortar las distancias amorosas entre clientes en cuarentena. “Entregué desde preservativos, hasta chocolates y cartas de amor”, relata Campero. Mientras que Gril estuvo al servicio del tráfico de juguetes sexuales entre los integrantes de una pareja aislada obligatoriamente.

Los cadetes también coinciden en que son conscientes del riesgo que implica transitar en este contexto. “Nunca dejamos de pensar en nuestras familias, por eso tomamos todas las medidas de precaución; pero si no salimos no comemos”, dice Gril y luego pide que los ciudadanos que puedan hacer la cuarentena, la cumplan con rigurosidad.

Aseguran que, junto con la demanda, han aumentado los gestos de agradecimiento y la amabilidad. Y que eso se ve reflejado en las propinas. “Una vez yo circulaba con un pedido a la hora de los aplausos a los médicos y la gente comenzó a aplaudir más fuerte y a saludarme. Fue muy gratificante”, asegura Campero. “Ojalá a partir de ahora se comience a valorar nuestro trabajo”.