Por Edgardo Cutin, facultad de Bioquímica, Química y Farmacia.-

Haciendo un viaje imaginario e introspectivo, redescubriendo en mi casa y en mi memoria cosas olvidadas, se me presentan lecturas de Boccaccio, Poe, Camus, relatos que alguna vez me hicieron pensar: “…esto ya no puede pasar”. Pero está pasando. Desde el temor, desde la higiene, releo a Dickens en su “Historia de dos ciudades”: “…era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura… la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación”. Si bien describe un hecho histórico, tal vez pueda describir estos tiempos. Quizás, no debería decirse el mejor de los tiempos sino un tiempo de cambios.

Con la tristeza y el dolor de las injustas muertes, una crisis inédita como esta pandemia muestra lo malo y lo bueno de la condición humana. Reflexionando como universitario, pienso que, aun cuando la humanidad dispone de tantos avances científicos tecnológicos, la lucha contra la naturaleza (en su expresión maligna) está lejos de ganarse. Esa indefensión cambia nuestra manera de ver la realidad y debería cambiar también los hábitos de una sociedad que ha ido anestesiándose frente a tragedias que ocurrían día a día en nuestro mundo civilizado.

En estos momentos indigna particularmente la actitud de países llamados del primer mundo, que terminan sacrificando a sus viejos, por no haber sabido manejar la situación o no haber actuado a tiempo.

Quizás sea una oportunidad que nos da esta lamentable pandemia para modificar nuestros comportamientos cotidianos, una oportunidad para que se consoliden la solidaridad, el conocimiento, la educación y la compasión, y se conviertan en firmes paradigmas de este mundo alumbrado por la catástrofe.