Se dice que la del Covid-19 es la primera pandemia en la era de WhatsApp. Es decir, una peste global que aparece cuando cada uno de los miles de millones de seres humanos se ha convertido en un medio de comunicación en sí mismo, en una usina generadora de datos, audios, videos, imágenes o textos. A este servicio de mensajería instantánea se le suman el resto de las redes sociales, como Facebook, Instagram, Twitter, YouTube, TikTok, Snapchat o Telegram, además de las chinas QQ, QZone y WeChat, entre otros canales masivos de intercambio. La histeria generalizada que ya de por sí genera el miedo natural al contagio, se eleva a la enésima potencia por el bombardeo constante de información que recibimos por numerosos frentes a la vez. De este modo, la histeria se convierte en psicosis colectiva.

Al margen de que hoy las personas sufren una sobresaturación de información, se le suma un agravante muy peligroso: los bulos, que son las noticias falsas (fake news) que circulan masivamente y sin ningún control por todas las redes, pero principalmente por WhatsApp, donde no rige ningún tipo de regulación contra el bulo.

Julio Montes, cofundador de Maldita.es (un medio español que verifica si algunas de las noticias que circulan son verdaderas, como hace Chequeado.com en Argentina), opinó hace unos días a propósito de esta “pandemia informativa”, que “a WhatsApp le da igual lo que pasa en el mundo, por lo que es un arma imparable de desinformación”.

Es decir, lo que Montes nos advierte es que debemos invertir el paradigma que nos rige hoy: no es que hay algunas noticias falsas que circulan por WhatsApp, sino que es “un arma imparable de desinformación”, de modo que primero debemos pensar que es falso lo que recibimos por cadenas, y recién luego de verificarlo darle crédito. Es tan grave lo que está ocurriendo con los bulos que generan personas graciosas, insensibles, asustadas, o interesadas en causar daño, que las autoridades están haciendo foco en este problema, tanto como en la misma pandemia.

Es imposible estimar el daño que puede causar una información falsa reenviada en cadenas hasta el infinito, como por ejemplo una receta casera que cura el coronavirus, o la denuncia de un complot sobre ocultación de datos de un gobierno. El primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar, suplicó el lunes en Twitter a sus ciudadanos a detener esta locura: “Insto a todos a que dejen de compartir información no verificada en los grupos de aplicaciones como WhatsApp. Estos mensajes asustan y confunden a las personas y causan daños reales. Obtengan su información de fuentes oficiales y confiables”, escribió.

Advertencias similares hicieron autoridades en Francia, Polonia, Austria, Bélgica y Portugal.

Autoridades del Siprosa informaron ayer que investigarán un audio con información falsa que sospechan podría haber surgido desde el mismo personal de salud de la provincia. La Justicia también debería comenzar a investigar los bulos, sobre todo cuando generan psicosis y ponen en riesgo la vida de las personas, ya que, por ahora, WhatsApp no controlará los contenidos, como sí ya comenzaron a hacerlo Facebook y Twitter.

La otra pata de este problema es la propia gente, que sin querer se convierte en víctima de su propia irresponsabilidad, ignorancia o impericia, según el caso. Debemos concientizar a la población que se debe poner un freno a las cadenas de WhatsApp y que ante cualquier duda y antes de reenviar nada se debe recurrir a canales de comunicación serios, como medios reputados, organismos oficiales o la voz de los expertos.

El mundo se encuentra bajo ataque de una ola de desinformación generada muchas veces por personas bien intencionadas pero que por temerosas envían mensajes con información engañosa o manipulada. Al igual que con las epidemias, con las noticias ocurre lo mismo, cuidarnos empieza por nosotros mismos.