Por Marcelo Gioffré

PARA LA GACETA - MADRID

Unos días antes de la apertura de la 39ª edición de ARCO Madrid estalló el coronavirus en Europa, principalmente en Italia. Pero también hubo varios casos en España. Con el antecedente de haberse cancelado la feria ArtBasel de Hong Kong de este año, y con varias galerías italianas como participantes, me pregunto qué habría pasado si la inauguración de ARCO hubiera estado programada para una quincena después. Como sabemos, el contrafáctico es ocioso. ARCO Madrid abrió sus puertas en Ifema, ya definitivamente con la catalana Maribel López como nueva directora, ninguna de las 11 galerías italianas dio de baja el espacio contratado, de los 300 coleccionistas internacionales invitados sólo fallaron 15, porcentaje bajo y habitual, y fueron muy pocos los barbijos que se vieron por los pasillos. Y esta vez no hubo escándalos, pese a que un olvidable artista finlandés lo intentó con algo oportunista sobre Franco.

La feria presentó peces gordos. La galería Mayoral llevó un abanico de obras de Antoni Tapies, algunas de grandes dimensiones y con precios que superaban el millón de Euros. En la galería Leandro Navarro pudo verse una de las esculturas móviles de Calder, por la que pedían casi 2 millones de Euros. Y en la newyorkina Edward Tyler Nahem había un retrato de Pablo Picasso, de 1958, por el que solicitaban más de 6 millones de Euros, además de obras de Rauschenberg y Lichtenstein. En una de este último artista se interesó, ya el primer día, la coleccionista y galerista Helga de Alvear, comprándola en una suma que superó el medio millón de Euros. La misma Helga, que en total compró una docena de obras en distintos stands, se quedó con una pintura de Miguel Ángel Campano, artista recientemente fallecido y del que se está haciendo una gran muestra retrospectiva en el Museo Reina Sofía. A propósito de Helga de Alvear, al pasar el Rey Felipe VI por su galería, el día jueves 27, protagonizó una extraña conversación, al mejor estilo de aquella mítica que mantuvieron Diógenes con el emperador Alejandro Magno. Felipe se interesó por la ampliación del Museo de Cáceres, que Helga reinaugurará en junio de este año, y al que donó gran parte de su colección, y le preguntó si necesitaba algo, ante lo cual la galerista le respondió, un poco más pedigüeña que Diógenes: “Sí, el tren para Extremadura”.

Una mención especial merece el artista cubano, radicado en pleno centro de Madrid, Carlos Garaicoa, cuya obra este año estuvo en dos galerías: la madrileña Elba Benítez y la italiana Continua. Sus obras evocativas de una Cuba que se esfumó a raíz del castrismo fallido y demostrativas del descaramiento actual, a la medida de un Leonardo Padura pero con mayor autenticidad resultan muy potentes desde lo político pero también desde lo estético.

Cuestión de tiempo

Este año no hubo país invitado, sino una frase: “Es sólo cuestión de tiempo”. La idea era hacer interactuar esa frase con la obra de artistas contemporáneos que tuvieran vínculo con ella, pero a mi entender pasó un poco inadvertida la sección, tal vez porque la vaguedad del planteo permitía que cualquier cosa se colara allí. Si uno dice arte colombiano sabe a qué atenerse, pero si uno dice “Es sólo cuestión de tiempo” allí puede aludirse desde un texto de Borges hasta un reloj suizo. A propósito de Colombia, es interesante ver la forma en que ese país supo aprovechar la ocasión de haber sido país invitado hace más o menos un lustro, pues desde ese momento todos los años organiza en su embajada, con gran éxito, un cóctel para los coleccionistas internacionales de ARCO, mostrando el arte colombiano actual. Es probable que el 2021 nos sorprenda también sin un país invitado, ya que Chile, que recibió la invitación la ha declinado en virtud de sus problemas sociales.

Presencia argentina

En cuanto a la Argentina, que lamentablemente no supo capitalizar desde el Estado la oportunidad cuando fue país invitado, mantiene sí una gran participación por el esfuerzo privado de sus galerías y además porque muchos artistas locales aparecen apadrinados por galerías extranjeras. Por supuesto que estuvo presente Ruth Benzacar, que además de unas espectaculares obras de Leandro Erlich (que el año pasado expuso con mucho éxito en el Malba y que también estaba exhibido en una galería italiana y en otra española) presentó la producción de la ascendente artista Sofía Durrieu. Esto último generó ciertas comidillas en razón de que esta artista trabajaba hasta hace muy poco con la galería Pasto, de César Abelenda, con quien había ido a ARCO y a Arteba en 2019. Del resto de las galerías argentinas participantes me gustaría señalar a Walden, que presentó tapices del malogrado artista paraguayo Feliciano Centurión, un noventista cuyos precios treparon en los últimos veinte años a cifras de 6 dígitos en dólares (casi diríamos que es ya inalcanzable para particulares y está destinado a instituciones), y la galería Rolf Art, especializada en foto, que llevó a Liliana Maresca y trabajos conceptuales de Silvia Rivas.

Galerías como la francesa Mor-Charpentier, que tiene a la argentina Liliana Porter y al colombiano Oscar Muñoz entre otros artistas geniales, así como Max Estrella, especializada en arte digital, y la sevillana Alarcón Criado, con los colombianos José Alejandro Restrepo y Francois Bucher, son para los latinos en general y los argentinos en particular puntos neurálgicos de encuentro, lugares donde uno encuentra siempre buenas obras pero además calidez, inteligencia y generosidad.

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Marcelo Gioffré - Periodista y escritor.