La integración es compleja, pero no imposible. En algunos aspectos está consolidada; en otros todavía falta que se acomoden algunas piezas como en un rompecabezas. Las chicas forman parte de la primera camada en llegar a un colegio de varones. Son seis niñas, que ahora tienen 12 años, que se inscribieron en el Gymnasium apenas se abrieron las puertas para las mujeres para cursar en 2018. Han pasado dos años de aquella decisión. Al principio hubo una fuerte controversia. Había estudiantes y padres de alumnos que rechazaban la idea de sumar a las chicas dentro de la institución, que llevaba casi 70 años exclusivamente con alumnos varones. Sin embargo, el Consejo Superior de la UNT resolvió que las mujeres podían estudiar en el colegio y la medida debía cumplirse.
“Si bien la decisión es lo opuesto a lo que votó el Consejo Asesor Interno del Gymnasium, vamos a acatar lo decidido por la autoridad superior y a partir del lunes vamos a recibir a las niñas que quieran inscribirse al cursillo de ingreso”, dijo aquella vez el vicedirector del colegio, Fabián Bonilla.
El lenguaje comenzó a cambiar en aquel momento. Las autoridades del Gymnasium no debían decir ingresaran 70 chicos, sino 70 personas, 70 estudiantes. Al Gymnasium universitario se ingresa al quinto grado de la primaria, y se transitan los dos últimos años de esa etapa en el colegio para recién acceder a la secundaria, que dura seis años.
En medio de la polémica, un grupo de alumnos comenzó a realizar protestas contra el ingreso de mujeres. Una “toma simbólica” del colegio y una sentada fueron las metodologías utilizadas por los varones para exponer su descontento.
En medio de la polémica de agosto de 2017, en asamblea, la mayor parte del alumnado votó por el NO ingreso femenino al colegio. Algunos de los argumentos se basaron en las "tradiciones" que llevan a cabo año a año: los campamentos de 12 días en un campo y el bautismo de los más grandes a los ingresantes, entre otras cosas.
A dos años de aquellos días de convulsión estudiantil en el Gymnasium, las chicas fueron sumándose a la institución con la normalidad que otorga la costumbre. En 2018 cursaron seis alumnas. En 2019 se sumaron 12 más y para este año lectivo (2020) llegarán a un total de 34 mujeres.
El camino no fue sencillo. Pero ellas lo tomaron con absoluta naturalidad. Aunque, a veces, hubo obstáculos que debieron saltar por el peso del machismo. “Cuando vamos a la clase de educación física –explica Pilar Mercado (12 años)-, los varones no quieren tener mujeres en el equipo, entonces tenemos que armar equipos de mujeres. Cielo Martín Alessandri (12 años), por su parte, explica que, a veces, no es tanto por machismo, sino porque los varones no quieren perder en la competencia deportiva. “Claro –interrumpe Candela Cuenca (12 años), con esa idea de querer ganar todo, te dicen que sos mujer y que, por eso, sos más débil”, advierte.
Guadalupe Ale (12 años) remarca que esa es una de las cosas que deberían cambiar. “Los chicos tienen que aprender, pero igual nosotras ya tenemos nuestro grupo y seguimos adelante con eso, por ejemplo, para jugar al vóley o para hacer algún trabajo en clase”, asegura. Todas coinciden en que esa parte llevará un tiempo hasta que se modifiquen las actitudes de los varones.
A veces sucede que los profesores se olvidan que hay chicas en el curso; entran y saludan diciendo: “hola chicos”, después se dan cuenta y agregan: “ah perdón, hola chicas”.
Maira resalta que para ella es importante que saluden a los dos grupos. “Desde mi punto de vista no me siento incluida si dicen hola chicos”, advierte.
En el primer grupo de las seis chicas que ingresaron al Gymnasium hay una que dejará el colegio para mudarse al Instituto Técnico. Maira Guadalupe Cortéz prefirió cambiar de institución para entrar en primer año en el Técnico. “Quiero estudiar ingeniería civil y el Técnico me ayudará más para seguir esa carrera”, responde sobre su decisión.
Maira dice que se integró bien al Gymnasium, aunque reconoce que, al principio, no quería estudiar allí. “Ya estaba anotada y tenía que rendir, entonces quería desaprobar, pero bueno… aprobé y entré… después si me gustó, pero ahora me voy porque quiero seguir ingeniería civil; me voy feliz, pero también con nostalgia”, admite.
Lara Forciniti (12) reconoce que su hermano Mariano Forciniti (egresado del Gymnasium) no quería saber nada que ella fuera al mismo colegio. “Me decía que no me iba acostumbrar, que era solo para varones, pero yo me integré muy bien, y me gusta el colegio”, resalta.
La mayoría de las chicas reconoce que tiene ansiedad por volver a clases. En dos semanas comenzarán el primer año del secundario. “Lo mejor es el campamento –dice Pilar-; esa fue una hermosa experiencia; un día estuve un poco triste, porque extrañaba a mi familia, pero después todo bien”, agrega.
Las chicas se miran entre ellas y ríen. Parecen haber recordado alguna “hazaña colectiva”.
¿Qué hicieron en el campamento?
Vuelven a reír, pero ahora a carcajadas, mientras Cielo Alessandri explica que fue en la minigira. Se trata de una salida a San Pedro de Colalao de dos días y una noche. “A la hora de dormir –detalla- hacía mucho calor, entonces las chicas salimos a un patio y tiramos las bolsas de dormir (a la intemperie); entonces se despertaron otros chicos y empezaron a hacer lo mismo –recuerda-; en un momento éramos como 20 tirados, cada uno en su propia bolsa de dormir, un al lado del otro, pero se despertó la profesora y nos mandó de nuevo adentro”, relata.
Ser tutora es el anhelo de las chicas. Ese rol se puede asumir cuando lleguen a quinto año. Los tutores generan un vínculo especial con los alumnos. “Se encargan de la contención psicológica de los chicos de los primeros cursos”, explica Lara.
“Yo quiero ser tutora”, dice Pilar. Las demás también aseguran que es buena idea. El rol de delegada lo cumplieron dos de las seis. Guadalupe Ale y Maira Cortéz fueron delegadas del curso el año pasado. Ambas renunciaron porque se cansaron de los varones. “Por todo te culpan –dice Maira-; por ejemplo si no había un cesto de papeles en el aula era culpa de la delegada, pero si cualquiera podía poner un cesto y listo, pero es más fácil culpar a la delgada”, detalla. A mitad de año, las chicas dejaron su rol.
Pilar, a su vez, dice que ella se postuló para delegada de su curso, pero que los varones prefirieron a sus amigos. “Se votan entre ellos –plantea Pilar, en tono de queja-; los varones deberían abrirse un poco más”, agrega.
En el colegio la pasan bien, a pesar de estos vaivenes lógicos de la relación con los varones. Guadalupe Ale dice que desde hace dos semanas que no ve la hora de volver.
A pesar de la corta edad, el Día Internacional de la Mujer es una jornada especial. Las chicas entienden que hubo grandes cambios en esta fecha. “Antes veía que le regalaban chocolates y dulces a las mujeres, pero ahora entiendo que no es un día para festejar, sino que es más un día de lucha”, remarca Pilar. A su lado, Lara resalta: “es un día por la igualdad de género”.
Entre las seis pioneras del Gymnasium están en dos cursos por separado: hay tres en un aula y tres en otra. Cielo dice que antes de entrar al Gymnasium pensaba que iba a ser diseñadora de modas, pero asegura que cambió de parecer. “Cambié mucho mi forma de pensar y no estoy muy segura de seguir esa carrera”, dice. Maira se va al Instituto Técnico porque quiere estudiar ingeniería civil. “o algo que tenga que ver con la ciencia nuclear”, remarca. Guadalupe Ale comenta que está entre abogacía, periodismo o medicina. Candela Cuenca todavía está indecisa. Pilar Mercado elegirá entre contadora o fotógrafa. Candela Cuenca quiere estudiar arquitectura y Laura Forciniti dice que prefiere ser abogada.
Las chicas fueron las primeras en ingresar al Gymnasium, cuando el colegio llevaba casi 70 años solo con varones. Ellas admiten que, tal vez en el futuro, puedan ser recordadas como las mujeres pioneras.
¿Qué piensan del Día de la Mujer?, ¿qué significa para ustedes esta fecha?
“No dejar que alguien crea que es superior a vos solo por ser varón”, responde Cielo Alessandri.
“Que las chicas no se rindan”, agrega Guadalupe Ale.