Llega fin de año y con él, las típicas corridas por el microcentro y por los mayores aglomerados comerciales de la provincia. Y esto es caldo de cultivo para el accionar de delincuentes. Es por eso que el Gobierno, como todos los años, decidió lanzar esta semana el operativo Felices Fiestas, un clásico ya para diciembre. De esta manera se pretende combatir el delito en una época del año en la que históricamente los índices negros se acrecientan y atemoriza aún más a los ya preocupados tucumanos.

En un acto realizado frente al monumento del Bicentenario, el vicegobernador Osvaldo Jaldo (en reemplazo del gobernador Juan Manzur, que había viajado a Buenos Aires para la asunción de Alberto Fernández como presidente), del ministro de Seguridad Claudio Maley y del jefe de Policía Manuel Bernachi, se anunció que para llevar adelante este operativo especial se destinarán unos 2.300 efectivos y 150 vehículos, entre motos, autos y camionetas. “Con este operativo se reforzará toda la seguridad pública para las personas que concurran a los centros comerciales y a los lugares de mayor concentración por las fiestas de fin de año. Además se trabajará en forma coordinada con otras instituciones como la Cámara de Comercio a fin de brindar la asistencia y el acompañamiento para quienes transiten los centros comerciales. Con este operativo queremos dar tranquilidad a la ciudadanía tucumana, vamos a estar protegiéndola, estando en los lugares de mayor concurrencia del público”, destacó el ministro Maley.

Los principales artífices de la inseguridad en estas épocas son los “pungas” y las conocidas mecheras, expertos en el arte del descuidismo que aprovechan los aglomeramientos de personas para abrir carteras, portafolios o sacar billeteras y celulares desde los bolsillos de los compradores. Además se valen de los amontonamientos en los comercios para apropiarse de mercadería. Muchísimos de ellos son conocidos sobre todo por los comerciantes que los denuncian. Pero como se trata de un hurto simple, la mayoría recupera la libertad rápidamente siempre y cuando hayan sido detenidos.

El problema, como ya sucedió en otros años, es la famosa manta corta. Según las últimas cifras difundidas por la propia institución, en la fuerza trabajan unos 8.900 policías. Pero ese número es relativo ya que por su propias normativas trabajan 24 horas y descansan 48, a lo cual hay que sumar a quienes hacen tareas administrativas o los que están de licencia o en situación de disponibilidad. El primer programa que debería reforzar la Policía siempre es el de la prevención. Trabajar para que el delito no se concrete. Se entiende entonces la importancia de un operativo como el de “Felices fiestas”. Pero lo paradójico es que se diga que se destinan unos 2.300 efectivos a este plan en particular ya que la primera pregunta que surge es dónde estaban hasta antes de ponerlo en práctica. Estos fueron reemplazados -ya se los puede ver por el microcentro y zonas aledañas- por cadetes de la escuela de suboficiales que están haciendo sus primeras experiencias en los patrullajes y aún no pueden ni portar armas.

Se aplaude la puesta en marcha de todo plan que redunde en una mayor seguridad para la ciudadanía, pero sería conveniente que no quedara sólo en una cuestión estacional y que los vecinos cada vez que sufren un ataque no repitan la letanía de no haber visto un policía en varias cuadras de la redonda.