“En la danza me gusta ponerme en todos lados”, declara Denice Gómez Véliz, y ahora la danza la lleva a hacer carrera en el exterior.

Hoy se embarcará en el vuelo hacia su mayor anhelo, que concreta a fuerza de trabajo en la pista de baile desde que era niña.

“A los seis años empecé a bailar danzas árabes. Estudié Danza Contemporánea tres años en la Facultad de Artes de la UNT. Luego me recibí de profesora de salsa, bachata y zouk (lambada francesa). Me perfeccioné en clases particulares con Marilina Medrano en clásica y con Martín Gómez Sastre en jazz, profesores de las escuelas de arte Chapeau! y Mudra”, resume. Pero además, Denice es modelo. Fue embajadora 2016 de Tucumán para Miss Mundo Argentina; luego, Reina hispanoamericana argentina 2017 y Diosa del sol 2018. Trabajó profesionalmente en danza en la Compañía de baile Club Zeta y Compañía Éxtasis de salsa. Participó en certámenes nacionales de danzas árabes y ganó numerosas becas.

Buscando castings

“Empecé 2019 deseando viajar con el baile; ese fue mi objetivo. Apunté mi energía a viajar y crecer. Venía buscando castings en EEUU hasta que hice contacto con una productora de Perú”, inicia su relato.

“Un día me enteré, en Chapeau!, de un casting (al día siguiente) para una gira internacional. Pedían una coreografía de un minuto y medio. Me largué. No me importó nada; no sabía para qué era ni quién convocaba, pero me presenté. Fui sólo por aquel deseo de principios de año”, recuerda.

Sorpresa

Al llegar se dio con la sorpresa de que la productora, que había venido de Perú, era Laura Pérez Capo, tucumana, bailarina y amiga suya: “habíamos bailado en varios eventos hace unos siete años. Ella se fue con un circo a México y luego viajó por el mundo hasta que se instaló en Lima. Allí creó ‘Le compagnie’, su propia productora, y eligió Tucumán para seleccionar bailarines destinados a una tradicional empresa alemana”. Se trataba nada menos que de la compañía Sarrasani-Trocadero, y la propuesta de trabajo era integrar el elenco de su espectáculo de magia, circo y baile.

Veinte bailarines se presentaron al casting en Chapeau! y fueron preseleccionados cuatro. La siguiente instancia fue la elección directa de Sarrasani-Trocadero. Para eso pidieron videos de coreografías y fotos. De los cuatro semifinalistas la elegida por la compañía fue Denice, única seleccionada por Argentina para viajar a trabajar por cuatro meses en temporada alta en Dresden, Alemania, con posible ampliación de contrato.

“Exigieron mucha técnica de danza jazz, de clásico y de contemporánea. Había que presentar una coreografía de un minuto y medio de lo más impactante que pudieras hacer. Luego seguían otras instancias; una coreógrafa ucraniana enviaba las secuencias por video, y había que realizarlas y enviárselas por la misma vía. Tres semanas después de varios videos de ida y vuelta quedé elegida. Me enviaron contrato y gestioné la visa de trabajo en Alemania”, se entusiasma.

En la previa del viaje, Denice es pura expectativa: “espero experimentar algo similar a lo que se le dio a Laura. Voy a tomar esta experiencia como una escuela, a aprender todo lo que pueda, desde la cultura hasta las enseñanzas de escenario, porque cada escenario deja marcas en la profesión y en el alma, así que pienso aprovecharlo al máximo”.

La familia

“Con el modelaje y la danza no vas a vivir”, le insistía su hermano, que es ingeniero. “Cuando se enteró de esta oportunidad ya quería bailar él también -cuenta, graciosa, la anécdota-. Mi madre reaccionó apoyándome y acompañándome; mi padre no ocultó sus temores, pero siempre estuvo a mi lado. Cuando vio contrato, seguro médico y visa de trabajo, se tranquillizó. En cuanto a lo que recibo allá, me conviene; tengo todo cubierto en cuanto a hospedaje, comida, pasajes y traslados, además del sueldo”.

Nuevas ideas

“Siento que ya conozco los escenarios locales y quiero vivir nuevas experiencias -dice al despedirse-. Sueño con armar una compañía productora. Si mi destino es volver a Tucumán, quiero venir con nuevas ideas”.

El circo Sarrasani y su fabulosa historia                  

La historia del Circo Sarrasani ya lleva más de un siglo. Escapando del hambre, a los quince años Hans Stosch-Sarrasani se unió a un circo como payaso, junto a su perrito caniche. En 1901 el modesto payaso lideraba el circo más moderno del mundo, originario de Dresden, Alemania. Llegó a tener 400 artistas y técnicos, con troupes exóticas, y unos 400 animales. En 1923 el circo Sarrasani tocó Buenos Aires en su primera gira sudamericana, y en 1948 Eva Perón lo nombró “Circo Nacional Argentino”. La última actuación en Buenos Aires fue en 2018, ya como un espectáculo de “Circo varieté con cena gourmet”, tal como se presenta en su sede de Dresden.