Por años se consideró que la cama compartida y la noche eran sinónimo de sexo, y que sin sexo no había pareja. Sin embargo, en la actualidad ya no hay una sola forma de entender el amor y las relaciones. Hay situaciones en las que dormitorios separados pueden mantener a salvo una relación.

Gabriel Artaza Saade, psicoanalista y autor del libro “Una nueva virilidad, ensayos sobre el sexo y la época”, explica: “lo que se viene planteando en esta época son nuevas formas de vínculos en las relaciones de pareja. Se ve un fin de lo que se consideraba amor romántico; esa forma de amor que implicaba alienarse al otro. Un amor marcado por el sacrificio y en el cual se borraba la singularidad de uno. Esta idea del amor caducó”.

Arranca la convivencia: ¿es mejor dormir juntos o separados?

¿Qué es lo que significa amar hoy? No hay una sola respuesta, especifica el profesional. “Hay muchas formas de amar y de relacionarse que no tienen que ver con esa faceta de resignación de mi vida por el otro”, detalla.  

Asimismo, aclara que si uno empieza a establecer qué es amor y qué no es (dormir juntos o separados, viajar solos o en pareja, etcétera) se cae en cuestiones morales que en realidad las sociedades actuales tienden a evitar.

¿Quién juzga?

Lo que hoy se cuestiona, según  Artaza Saade, es: ¿quién está en condiciones de establecer y juzgar cómo se ama y qué es el amor?

Cada pareja va buscando la fórmula en la que se siente mejor sin que eso implique tener que renunciar a las cosas que les gusta. En ese trabajo hay quienes no pueden dormir separados. Y otros que descubrieron que de esta forma generan encuentros apasionados, mientras cada uno mantiene su espacio y sus gustos.