En el océano Pacífico ha surgido una isla, y no precisamente por actividad volcánica. Depende del criterio que se use para la definición, pero ocupa una superficie de entre 710.000 y 17 millones de km². La isla flota. Es un verdadero basurero oceánico con concentraciones altísimas de plástico suspendido y otros desechos, todos atrapados en las corrientes del giro del Pacífico Norte. Es sólo uno de los efectos de los casi 13 millones de toneladas de plástico vertidas a los océanos por año.

Por eso, la industria de las bebidas se ha estado esforzando (al fin) por hacer frente al malestar de la opinión pública. Multinacionales que producen agua embotellada intensifican pruebas con latas de aluminio reciclables para sustituir ese plástico, de acuerdo con lo que informa la agencia de noticias Reuters.

El grupo francés Danone se ha sumado a estas iniciativas: anunció que comenzó a sustituir botellas de plástico por latas de aluminio para marcas locales de agua en Reino Unido, Polonia y Dinamarca. La decisión llega cuando rivales como Coca-Cola Co, PepsiCo y Nestlé también están lanzando versiones enlatadas de marcas de agua. Sucede que reciclar el plástico es complicado: hace falta un proceso de degradación y son menores las tasas de reutilización que con el aluminio, por lo que el metal se presenta como alternativa más amable con el ambiente: en EE.UU. -según datos de la Agencia de Protección Ambiental- las latas tienen un promedio de 68% de contenido reciclado, en comparación con sólo el 3% del plástico.

El cambio

¿Un triunfo para el medio ambiente? No del todo.

Las latas de aluminio pueden implicar menos residuos oceánicos, pero tienen su propio costo ecológico: producir cada lata manda a la atmósfera aproximadamente el doble de dióxido de carbono que cada botella de plástico. “Ese es el dilema en el que habrá que elegir”, advierte Ruben Griffioen, director de sostenibilidad de materiales de embalaje de Heineken, y añade que la compañía está tratando de reducir tanto los residuos plásticos como las emisiones.

“La industria del aluminio puede jugar con el hecho de que su producto es infinitamente reciclable, y tiene razón”, afirma Martin Barrow, director de huella ecológica en la consultoría sin fines de lucro Carbon Trust, con sede en Reino Unido. “Pero el aluminio primario usa grandes cantidades de electricidad y también genera emisiones de gases de efecto invernadero”, añade.

Comparar el efecto de las huellas de dióxido de carbono del aluminio con los de los plásticos es complejo, porque hay distintos modos de fabricar el metal. De todas formas, cuando se calcula el promedio de todos, las latas siguen generando casi el doble de gases de efecto invernadero que las botellas de plástico, puntualiza Barrow.

En el nivel más contaminante del aluminio, una lata de 330 mililitros es responsable de 1.300 gramos de emisiones de dióxido de carbono (las emisiones producidas por un auto en 7 a 8 m). La botella PET del mismo tamaño representa hasta 330 gramos.

Contraataca el PET

Bruce Karas, ejecutivo de Coca-Cola North America, reconoce las conflictivas presiones en juego. “Cuando analizamos un material diferente, observamos todas las variables: huella de dióxido de carbono, preferencia del consumidor, energía, agua -dice-. Hay algunas no tan deseables, pero si se tienen cinco buenas y una que no, todos tendremos que tomar decisiones”. Y está claro que el aluminio genera mayor huella de carbono, pero los cálculos se difuminan si se tienen en cuenta cuestiones como la logística.

“Es un cuadro complejo -afirma Simon Lowden, ejecutivo que lidera la campaña de plásticos de Pepsi-. Hay que pensar en transporte, embalaje secundario, enfriamiento...”. Y lo cierto es que el aluminio es ligero, por lo que se necesita menos combustible para transportarlo que para plásticos o vidrio, y también se necesita menos energía para enfriar las bebidas.

Otro factor para tener en cuenta es el económico: el aluminio es más caro que el plástico (la materia prima de una lata es entre un 25% y un 30% superior que el de una botella PET)

Y también hay que tener en cuenta la comodidad del consumidor. ¿Con qué frecuencia se beben botellas de agua de una sola vez? Si bien se están haciendo avances en la tecnología de las latas, la mayoría de las latas se abren y permanecen abiertas, mientras que las botellas se pueden volver a tapar. Además hay una variedad de tamaños, mientras que las latas son más limitadas.

Apostar doble

Por eso, una de las salidas parece ser una estrategia mixta: algunas de las empresas que comenzaron a vender agua en lata para aplacar la preocupación por la contaminación, también se embarcan en un cambio de imagen ecológico del plástico. Los esfuerzos incluyen creación de nuevos compuestos biodegradables o más fácilmente reciclables. Por ejemplo Danone tiene previsto utilizar una media del 50% de material reciclado en sus botellas de agua para 2025 y del 100% para su marca Evian. Y Pepsi ha introducido una botella de plástico hecha de material 100% reciclado para una de sus marcas de agua.

Falta de latas

Otro obstáculo para un cambio a gran escala es la previsible escasez de latas. El fabricante más importante del mundo, Ball Corp, que abastece a empresas como Coca-Cola y Pepsi, ya se está esforzando por añadir capacidad para satisfacer la demanda.

“Es un nivel de crecimiento que no hemos visto en mucho tiempo. Estamos analizando una serie de proyectos para acelerar el proceso”, reconoció Kathleen Pitre, directora comercial y de sostenibilidad del negocio global de embalaje de bebidas de Ball.

Las empresa anunció a los inversores que planea incrementar en entre 4.000 y 5.000 millones de latas su capacidad, actualmente en 105.000 millones de unidades, pero esto ni siquiera tiene en cuenta el potencial de expansión en el sector del agua.

Un trasvase de sólo el 1% de los refrescos, cerveza y agua embotellada del mundo del plástico y el vidrio a las latas significaría un incremento de la demanda de latas de 24.000 millones de unidades, dijo un vocero de la empresa, la tercera que más ha subido en el índice S&P 500 en los últimos 12 meses.

Y hay otra implicancia en el mercado: este cambio de sólo el 1% aumentaría la demanda de aluminio en unas 310.000 toneladas -según Patel, de Wood Mackenzie- y podría contrarrestar la debilidad general que atraviesa el mercado de aluminio: los principales productores, Alcoa y Norsk Hydro, han reducido recientemente las estimaciones del crecimiento de la demanda mundial de aluminio, debido en parte a las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, principal consumidor de metales.

“Se trata de miles de millones y miles de millones de botellas de agua, por lo que existe un potencial renacimiento del mercado de latas de aluminio -dijo Patel-. Pero se necesitarán tres o cuatro años para ver si es una tendencia real”.