En tiempos donde todo -o casi todo- se divide en blanco o negro, Pablo Garretón opta por una postura ecléctica a la hora de abordar esa grieta propia del rugby argentino actual, que separa las aguas entre los que elogian la inserción al mundo del profesionalismo, y los que reniegan de ella para aferrarse a la histórica visión amateur. Es un tema que cobra actualidad en la antesala de un Mundial y durante el desarrollo de torneos interprovinciales de clubes como el Torneo del Interior, cuyo reacomodamiento en el calendario nacional provocó un adelantamiento de los torneos locales (provinciales y regionales).
“Lo primero que se debe tener en cuenta que es, dentro el rugby argentino, existen hoy dos realidades muy diferenciadas: una es el rugby de elite, donde están Los Pumas y los Jaguares, que es lo que todos queremos ser. Sin embargo, se trata de una realidad muy chiquita, en contraposición con la otra gran realidad, dura y contundente, que es el rugby de voluntarios. O sea, el de los clubes”, distingue Garretón, quien deja en claro que no por intentar defender a esta última, está en contra de la primera.
“Al contrario, me parece que está muy bueno el crecimiento que ha tenido la estructura profesional del rugby argentino en tan poco tiempo. Sin embargo, creo que los dirigentes deberían ponerse de acuerdo en ver de qué forma ambas realidades pueden convivir sin que una menoscabe a la otra. Porque en el ordenamiento actual del rugby argentino, los calendarios del rugby de clubes están acomodados de acuerdo a las necesidades del rugby profesional. Y no debería ser así. El fin de las Uniones provinciales no es ser funcionales a las políticas de la UAR, sino servir a los clubes, promover su crecimiento ”, explica.
Para el hombre de Universitario, se trata de volver a poner al rugby de base en el plano principal. “Yo disfruto mucho de ver a Los Pumas y Jaguares, son lo más lindo, pero el vértice de la pirámide son los clubes. Sin ellos, el rugby argentino desaparecería. Y cuando digo clubes no hablo sólo de la Primera; hablo también de los infantiles, de los juveniles, de los padres, de los entrenadores, de los dirigentes, los árbitros y de todos los voluntarios. Los clubes se sostienen gracias a ellos, no a las ganancias que genera el rugby profesional. Por eso, creo que a la realidad de los clubes hay que devolverla al plano principal, porque hoy está relegada a un tercer o cuarto plano”, alerta Pablo.
Un ejemplo de esa postergación lo ve en la reducción de la competencia local. “Los calendarios cortos y fraccionados desalientan e impiden el desarrollo de los clubes. Esa desintegración que están sufriendo los clubes es consecuencia de este ordenamiento. Lo mismo la eliminación del Argentino: la pérdida del seleccionado tucumano, en manos de estas políticas de la UAR para copar el calendario con otras competencias,nos hizo un gran daño. Perdimos el punto de encuentro, desarrollo y orgullo del rugby nuestro. Por eso insisto: me parece que la realidad del rugby de clubes debería estar unida a la del rugby profesional, no ordenada en torno a él”.