Daniel Agostini es uno de los sinónimos que tiene la música popular argentina en el último cuarto de siglo. Su identificación es tal que el cantante de cumbia y ritmos tropicales tiene decidido pintar una serie de cuadros con instrumentos y micrófonos, en los tiempos libres abajo del escenario, que no son muchos.

“Voy a pintar al óleo sobre lienzo. Si quedan bien, los voy a guardar, pero si son un mamarracho le tiro un poco de nafta encima y les prendo fuego. Los haré para mí y mi entorno”, le dice a LA GACETA.

No es su único cable a tierra fuera de la actuación, sino que hay otros. “Me encantan los fierros, tengo autos clásicos que restauro, un Chevrolet, un Torino... Son recuerdos que me enlazan con el pasado y con mi viejo. Soy muy familiar, hago vida de papá y estoy y trabajo mucho en mi casa”, confiesa.

Pero los fines de semana son para los shows y las giras. Anoche, al cierre de esta edición, actuaba en un Teatro Mercedes Sosa repleto de fans y hoy enfrentará la friolera de siete presentaciones en Tucumán, en un recorrido que lo llevará por distintos espacios de la provincia como la Retrofiesta en Terrazas de San José (Yerba Buena), el boliche Isabel y el club Central Córdoba (junto a Franco Arroyo y a Maximiliano Pitty Murúa). Luego le toca el Gran Rex porteño (el 10 de septiembre, día de su cumpleaños número 46) y una cargada cartelera en Bolivia.

La exigencia es demasiada y el cantante la atiende con una vida sana: “soy un tipo muy saludable y Dios quiera que nunca se me despierte nada dentro de mi cuerpo; nunca me drogué, no conozco lo que es la cocaína, la marihuana, el cigarrillo o el alcohol, piso un corcho y me mareo. Soy prolijo, ordenado y respetuoso con uno mismo y con la gente. Mi mentalidad es muy fresca y mis colegas me elogian los reflejos que tengo, mi capacidad auditiva y olfativa, porque los sentidos están a pleno y estoy en todos los detalles cuando actúo. Tengo mucho autocontrol, soy muy profesional y estoy en contra de todo lo que sea tóxico”.

El primer destinatario del respeto que menciona es el público, con el que se vincula de una forma especial. En su camino por la peatonal hasta LA GACETA se sacó innumerables fotos, siempre serio. “Creía que nunca iba a llegar por la cantidad de gente que se me acercaba. Me pedían que me riese, pero no quiero hacerlo para no arrugarme. Eso no significa que no los ame, les doy mi alma y mi corazón, aunque nunca podés conformar a todo el mundo”, aclara.

El artista no se identifica con banderías políticas, religiosas o de clubes deportivos para mantenerse “imparcial y neutro”, pero admite estar “triste con la situación que estamos pasando las familias argentinas, ya que soy un ciudadano como todos, al que le va bárbaro porque trabaja mucho, del que dependen más de 25 personas que están conmigo, y que sufre como cualquiera con los aumentos y la crisis”.

“Hay que ponerle a la vida mucha onda, divertirse, pasarla bien y saber disfrutar de los abrazos y del cariño que te dan los padres y los hijos, de las cosas diarias aunque los sacrificios de los trabajadores sean muchos. Todos tenemos una razón para vivir y una meta que cumplir en nuestra existencia sobre la tierra, donde estamos de paso. Quiero irme impecable de este mundo cuando me toque el día para lo cual tengo que estar bien en lo anímico y en lo espiritual”, sostiene.

Agostini comenzó en el folclore, pero hace 25 años está dedicado a la cumbia romántica y ya no la abandonará. Los temas nuevos, que integrarán su futuro disco (todavía sin nombre), siguen en ese estilo.

“Lo que funciona no se debe tocar, es una fórmula que anda bien así y hay que dejarla igual -sentencia Agostini-. Por ahí le agrego algún sonido o algún instrumento, pero dentro de una estructura y un estilo probado y efectivo, que es el que buscan mis seguidores, a quienes les agradezco el acompañamiento de siempre”.