> CONGRESO DE TÉCNICOS DE LA CAÑA DE AZÚCAR

Las expectativas generadas por la realización del XXX Congreso Internacional de Técnicos de la Caña de Azúcar (ISSCT por sus siglas en inglés) a realizarse en pocos días en Tucumán son grandes, ya que participarán destacados técnicos de todo el mundo, que brindarán los aportes que realizan a la industria sucroalcoholera y de la que seguramente los empresarios, industriales, cañeros y técnicos vinculados a esta actividad podrán aprovechar. Sin embargo, es importante brindar una breve reseña histórica de lo que sucede en Tucumán, en lo referente a uno de sus rubros como lo es la sucro energética, dijo Juan Carlos Mirande, vicepresidente del Comité Organizador del Congreso.

A principios de la década de 1990, el Gobierno Nacional dispuso la eliminación del sistema de cupos de producción de azúcar y paralelamente, creó el llamado “Plan Nacional de Convertibilidad”, estableciendo por ley la paridad U$S 1 = $ 1, que se mantuvo vigente hasta cerca del inicio del nuevo milenio.

La conjunción de ambas medidas constituyó un punto de inflexión en la agroindustria de la caña de azúcar, que venía desde hacía varios años sin gozar de incentivos para incrementar la producción y la eficiencia de sus procesos de fábrica y campo.

Hasta entonces, la mayor parte de la caña era provista por miles de agricultores y otra gran parte por empresas de mayor envergadura, cuyas operaciones incluían el uso intensivo de personal, realizando manualmente las principales tareas productivas (plantación, control de malezas, fertilización, y en especial, la cosecha en sus tradicionales etapas: hacha r- pelar - despuntar - apilar - cargar).

Si bien las empresas de punta ya habían incorporado la mecanización de las tareas -cuyos pioneros en los años ’60 habían pagado los costos de este cambio (va nuestro reconocimiento hacia ellos)-, incluyendo a las máquinas cortadoras - hileradoras (como la JyL), a las cargadoras mecánicas y a las primeras cosechadoras integrales (como la MF 305), ayudadas por las transbordadoras con limpieza mediante ventiladores, la gran “innovación” fue la inclusión de la quema previa a la cosecha, que permitió -en su momento- eliminar la costosa práctica del pelado manual.

Paralelamente, y en las fábricas, la generalización de la quema de bagazo (en reemplazo del gas) para producción de vapor a alta presión, unida a la posterior adición de turbinas para la generación de energía eléctrica a partir del mismo, marcaron un hito de mejora del balance energético global y disminución en los costos.

Ambas prácticas, sin embargo, generaron un importante deterioro en la calidad del aire en las zonas circundantes a los ingenios -cada vez más densamente pobladas-, debido a la mayor emisión de gases y material particulado a la atmósfera.

Por otra parte, la modificación de la paridad peso/dólar llevó, por un lado, a que se incrementen en forma marcada los costos relativos de la mano de obra, y por otro, a que se generen condiciones más favorables para la adquisición e importación de tecnología, cuyos costos eran, hasta ese momento, inalcanzables, aún para los productores de mayor escala.

Como resultado de lo mencionado, la agroindustria azucarera argentina experimentó un impresionante salto tecnológico durante dicha década, que se mantiene hasta ahora, y que produjo, entre otros resultados, un gran incremento en la superficie bajo cultivo y en la productividad de campo y de fábrica, generando, sin embargo, un incremento proporcional en el impacto ambiental de la actividad, tanto en el aire como en el agua.

En el caso de Tucumán y a consecuencia de su topografía, su profusa y rica hidrografía, su alta tasa de crecimiento demográfico y la paulatina migración de la población rural hacia los centros urbanos, los incrementos mencionados fueron generando crecientes demandas de la comunidad respecto a los impactos negativos de la actividad sucroalcoholera sobre su calidad de vida.

En particular, estos cambios generaron un deterioro en la calidad del agua de los ríos de la provincia, que terminaban impactando negativamente sobre la fauna ictícola del río Salí y del Embalse de Las Termas de Río Hondo, cuyo lago ocupa territorios de dicha provincia pero también, de su vecina, Santiago del Estero.

Como respuesta a ello, la Secretaría de Estado de Medio Ambiente (SEMA), con el aval del Consejo Provincial de Economía y Ambiente (CPEA) -creado en el año 1997 a partir de la promulgación de la Ley Provincial del Ambiente N° 6253-, implementó a partir del año 2001 el Programa de Producción Limpia, que culminó en el año 2007 con la creación del Programa de Reconversión Industrial (PRI), cuya vigencia se mantiene hasta la fecha.