La tibieza del sol, las mats acomodadas, incienso... un silencio que lo abrazaba todo, a pesar de los ruidos ambientales... y ellas, sentadas con la espalda recta, las piernas cruzadas, el rostro sereno y sonriente, esperaban que Ángel Anant Singh, el maestro, ocupara su lugar. Todos se preparaban para la clase de yoga gratuita para grandes y chicos que Singh dio ayer a la siesta en la plaza San Martín, como preparación para el Día Mundial del Yoga, que se celebra hoy.

El día se instituyó por moción del primer ministro de India, Narendra Modi, a la Asamblea General de las Naciones Unidas, propuesta que fue aceptada el 11 de diciembre de 2014.

“El yoga es un regalo invaluable de la antigua tradición de la India. Encarna la unidad de la mente y el cuerpo; el pensamiento y la acción; moderación y cumplimiento; armonía entre el hombre y la naturaleza; un enfoque holístico de la salud y el bienestar. No se trata de ejercicio, sino de descubrir el sentido de unidad con uno mismo, el mundo y la naturaleza”, señaló Modi en su moción en la ONU.

Tucumán responde

“Clases en espacios públicos como estas se repetirán en las ciudades más importantes del mundo, para difundir la milenaria disciplina nacida en la India”, explicó en la soleada tarde de ayer Patricia Aguirre, que -cuenta- llegó a la práctica de yoga hace más de 10 años, buscando paz. “Nunca más lo dejé”, cuenta sonriente. Palabras más palabras menos, el maestro y sus discípulas (casi todas son también instructoras) transmiten lo mismo: “respirar”, “parar la cabeza”, “encontrarse a sí mismo”, “unificar cuerpo, mente, espíritu y emociones”, “lograr silencio interior”...

Unidad

Eso es lo que significa yoga en sánscrito. “Es que vivimos -y en Occidente mucho más- una vida toda disgregada. Hemos perdido la armonía y confundimos las situaciones con la vida. Nos dejamos envolver por las circunstancias, pero... ¡no somos lo que nos pasa! Las circunstancias pasan”, resalta el maestro, y destaca: “la vida es un tiempo lindo y escaso, un camino. Y hace falta un maestro que haya construido su práctica (no se pude transmitir lo que no se practica) y que con amor ayude a encontrar el propio”.

Y para encontrarlo, empezar por el cuerpo: las posturas y la alimentación son muy importantes para cuidarlo y sanarlo, pero quizás la clave sea la respiración. “Las personas, literalmente, no tienen tiempo para respirar, ¡y ningún cuerpo puede funcionar sin oxígeno! Es lo que llamamos estrés, y no deja en paz ni a la hora de dormir”, advierte Singh.

“Nos han educado para pensar que lo corporal es inferior a lo espiritual y que solidaridad es olvidarse de uno -reflexiona Estela Dávila-. Empezando por sanar y tranquilizar el cuerpo se va asumiendo un compromiso con uno mismo. Y recién entonces uno está en condiciones: para poder dar, tenés que tener. Y entonces sí pueden aparecer compromisos con los demás y con la naturaleza”. “Y el yoga, ayudando a respirar, proponiendo el silencio, permite aquietar la mente y descubrir realmente quiénes somos -agrega-. No hay que tener miedo de despegarse del ruido, de preguntarse por los roles que asumimos. Me di cuenta de que era mamá, trabajadora, amiga, pero no sabía quién era yo. Y pude encontrarme a mí misma”.

Las pregunta que se hacía Analía Hoffmann arrancaba de un sustrato semejante: “pasaban los años y me preguntaba ‘¿esto es vida?’; sentía que tenía el cerebro como etiquetado, que debía ser de una manera... pero faltaba yo”. Las sonrisas relajadas siguen siendo la tónica.

RESPUESTA DE LAS MUJERES. El público fue mayoritariamente femenino.

Armonía

Con muchas variantes, por supuesto, esta sabiduría práctica en Oriente se ejercita desde hace más de 2.000 años, y es una herramienta para lograr la unificar nuestro todo cuerpo-mente- espíritu y emociones.

“El yoga no te da nada, en realidad -sintetiza Singh, que lleva casi 40 años trasnmitiéndolo-; te devuelve la paz, la tranquilidad, la armonía”.

Sandra Ponce asiente (lo hacen todas, hay que decirlo) y cuenta: “empecé hace 22 años, y aunque dejé un tiempo, siempre supe que me hace bien. De hecho, gracias a la práctica logré dejar de fumar, a ‘soltar’ muchos lastres. Volví y estoy feliz: cada día empiezo de nuevo; es como un renacer”.

Eso de las idas y vueltas también reaparece: “Es que la cosa va por dentro, y cada uno tiene sus tiempos. No hay que forzar, sólo acompañar y guiar”, destaca Singh (y las cabezas asienten de nuevo). Llama la atención que esas cabezas sean todas de mujeres, y se lanza la pregunta: ¿es siempre así? “No -responde el maestro-. De hecho en India la participación masculina en la práctica es muchísimo más alta que en Occidente; por razones culturales las mujeres están más alejadas”. “Pero aquí ya los varones se van animando cada vez más”, resalta Sandra.

También aquí la cuestión es cultural: es que el yoga parece fácil. “Por suerte se va incorporando en escuelas, en instituciones, hasta en spa”, agrega Analía

Por suerte, por el bien de la humanidad. No olvidemos: la propuesta de Modi en la ONU fue, fundamentalmente, lograr con el yoga la armonía del hombre con la naturaleza.

> Actividades
La bienvenida al solsticio

• En Juku Yoga (San Martín 960, 3er. piso B) hoy a las 6 de la mañana se llevarán a cabo los 108 saludos al Sol, en el día del solsticio. Se trata de una práctica de purificación y energética -explicó la profesora Miriam Pernas)-, y ese llenarnos de energía nos permite compartirla en beneficio de la humanidad.
• En el Centro de Yoga del maestro Singh, Crisóstomo Alvarez 566 las 18, se llevará a cabo la celebración de la Terapia Homa para recibir el solsticio de invierno.