El medio ambiente es el conjunto de componentes físicos, químicos, biológicos y sociales capaces de causar efectos directos o indirectos, en un plazo corto o largo, sobre los seres vivos y las actividades humanas. Ya en 1972, las Naciones Unidas advirtieron que era primordial cuidar el planeta en que vivimos, por esa razón propuso que el 5 de junio se celebrara el Día Mundial del Medio Ambiente. Sin embargo, pese a los esfuerzos por concientizar a la humanidad de cuidar la naturaleza, algunas de las grandes potencias que son las principales responsables del deterioro ambiental, no han cedido en sus ambiciones.

La Organización Mundial de la Salud ha señalado que el 90% de los habitantes del planeta respira aire contaminado y los más pobres y marginados se llevan la peor parte. Según el informe, alrededor de siete millones de personas mueren al año por la exposición a partículas de aire contaminado, que penetran profundamente en los pulmones y en el sistema cardiovascular, causando diversas enfermedades.

A lo largo de casi medio siglo, la contaminación ha ido creciendo: las grandes industrias producen desechos que luego contaminan las aguas y matan especies animales; el crecimiento de las grandes ciudades y de su parque automotor generan la polución que afecta a la atmósfera; las fumigaciones que protegen las cosechas de plagas a veces son las responsables de una ruptura en el equilibrio ecológico del suelo; los aerosoles -hasta los más inofensivos- contribuyen a ensuciar el aire; y todo ello sin contar las actividades perjudiciales al medio ambiente como la tala indiscriminada de bosques o la caza de animales.

Tucumán no es ajeno a este panorama. Una buena parte de sus habitantes ha desarrollado una suerte de cultura de la basura porque la arrojan a la vera de las rutas, en los accesos a las ciudades o alimentan a diario los basurales. El constante derrame de líquidos cloacales en varias zonas de nuestra capital constituye focos infecciosos. Los vecinos de esos sectores urbanos deben convivir a diario con olores nauseabundos con los riesgos que eso implica. Hace poco tiempo, quienes viven en Santa Fe al 1900, Barrio El Bosque, se quejaron ante LA GACETA Central porque a la falta de agua se les sumaban los derrames cloacales; los excrementos anegaban sus viviendas. Afirmaron que desde hacía dos años hacían los reclamos ante la Sociedad Aguas del Tucumán, sin que obtuvieran respuesta.

En junio y en los meses siguientes, a medida que avance de la zafra, como sucede desde hace décadas, el cielo tucumano se poblará de cenizas, a causa de la quema de cañaverales y pastizales, y el humo afectará en algún momento la actividad en el aeropuerto internacional. A ello se agrega la contaminación de los cauces de agua.

En los últimos 100 años, Tucumán perdió el 70% de los bosques, especialmente por el uso de la madera y la necesidad de expandir su actividad agrícola. La deforestación del piedemonte es una de las causas de las inundaciones en el sur provincial.

El estado del medio ambiente es un espejo de las acciones del hombre. Y este habla a las claras de la incultura de los tucumanos en materia ambiental, desde el ciudadano que tira un papel en la calle al que contamina un cauce de agua o el aire. A ello se suma que el Estado no efectúa un control efectivo, a juzgar por la realidad. Son problemas de vieja data que hasta el momento, ningún gobierno ha podido solucionar.