Apagar el piloto automático. Por hoy, aunque sea una propuesta simple, sentís que es necesario seguir ese impulso y salir del confinamiento doméstico. Escaparte por un rato y que los niños respiren aire fresco.

Así que allá vas, encaramado con el termo, el mate, las dos bolsitas de panadería y el perro. Son sólo unas horas pero ni bien te acomodás en el pasto, el cuerpo se relaja. Y permanecés ahí. Desgajando las horas en el parque “El Provincial” (avenida Roca, entre 9 de Julio y Buenos Aires): un pulmón verde en pleno Barrio Sur, que se volvió un ambiente de recreación para todas las familias vecinas y los visitantes del fin de semana.

Sentada desde hace unas horas sobre un mantel de diseño navideño, Mariela Valdez disfruta ajena a cualquier preocupación los mates que le tiende su cuñada. “Era necesario construir un espacio así porque revalorizó la zona. Antes no pasaba un alma por acá y menos en invierno. Ahora, en cambio, se siente una energía distinta y siempre hay gente”, dice Mariela, que se entrega gustosa a unos rosquetes caseros que asoman por la bandeja.

Mientras Thiago, el más pequeño de la familia, se entretiene correteando entre las plantas con sus figuritas de dinosaurio y subiendo, de tanto en tanto, a los toboganes amarillos.

“¿Puedo ahora subirme a las hamacas?”, le pregunta Ana Victoria, de seis años, a su papá mientras tira su bicicleta blanca a un costado y se dirige al merendero donde está el resto de la familia. José Rafael Soto asiente con un leve gesto y ella se pierde entre el resto de cabezas que escalan una extraña telaraña con borlas rojas. “Vinimos desde Villa Mariano Moreno para visitar el parque -explica José- . Cada tanto viene bien una escapada con los chicos. Creo que las plazas son necesarias para la recreación y tiene que fomentarse esta cultura al aire libre en lugar del fanatismo por la tecnología”.

Con un paisaje que alterna zonas de juegos, árboles que dejan espacio para dormir a la sombra y mesas de cemento, lo que mejor caracteriza a “El Provincial” es su vivacidad. Una flama de energía que se aviva con las risas de los niños y el constante tintineo de los llamadores de ángeles que flotan desde el alumbrado.

Es la primera vez que Silvia Riarte viene al parque y pretende inaugurar la tarde de la mejor manera: remontando barriletes con sus dos nietos. “Solía llevarlos al parque 9 de Julio, pero ahora está muy peligroso, no me gustan ni el ambiente ni la basura permanente. Sienta bien este nuevo lugar, es más familiar y me siento protegida porque tiene rejas y se sabe que lo cierran de noche”, explica mientras desenreda los hilos.

Al terminar, Alexander, de tres años, y Abril, de seis, se colocan sobre la línea de salida y a la cuenta de un “3, 2, 1...” invisible, empiezan a correr de un extremo a otro intentando mantener en alto las serpenteantes figuras de “Winnie The Pooh” y “Cars”.

También están los que aprovechan las escapadas domingueras para hacer ejercicio. “Soy de salir a correr por las plazas pero tenía que ir hasta la Belgrano, la San Martín o el parque Avellaneda para poder entrenar al aire libre”, dice Julio Arroyo con la voz entrecortada a causa de las flexiones colgantes que acaba de hacer.

“No es fácil hacerte un tiempo para vos mismo pero hay que aprender a disfrutar de las pequeñas cosas”, comenta Soto, sabiendo que ya está listo para reiniciar hoy la semana laboral.