Por Danielo Arbilla

PARA LA GACETA - MONTEVIDEO

Algo de pena sí hubo: él y sus abogados pensaban que podía ser liberado al cumplirse el año, y eso no ocurrió. Sigue en trámite. En tanto, Lula se muestra con más resentimientos los que se reflejan en un discurso de la línea del Foro de Sao Paulo y de los eslóganes: “los derechos del pueblo y la soberanía han sido revocados”, “se entregó la soberanía nacional”, “todo empezó con el golpe (contra Dilma)”, “Bolsonaro ha sido el gran beneficiario”.

Hizo responsables de su situación a “los medios, el mercado” y hasta a las Fuerzas Armadas, a las que nunca recordó, al respecto, cuando era presidente. Era muy cuidado de no enojar a los tutores ( léase los militares).

Pero donde más se notó su “desborde” y esa especie de resentimiento es en la referencia que hace muy explícitamente a su correligionaria Cristina Kirchner y, por extensión, a los “popes” chavistas. “Puedo dormir con la conciencia tranquila” afirmó Lula y añadió: “nada han encontrado para incriminarme; ni conversaciones de bandidos, ni maletas de dinero, ni cuentas en el exterior, y a pesar de todo fui condenado en un tiempo récord”.

¿Y a quién fue que le encontraron todas esas cosas? A su colega y amiga Cristina.

Lula hoy ha de lamentarse de que la justicia brasileña no sea como la argentina. Le hubiera ido mucho mejor.

Es que si se compara lo de Lula con lo CFK, lo de él ha sido una injusticia. No una injusticia en sí misma, pues se han cumplido todos los pasos del debido proceso legal -incluyendo muchas “chicanas” interpuestas por sus abogados- por parte de una justicia que, además, ha procesado y condenado a políticos de todo los partidos y colores y a los mayores empresarios brasileños, sino que la diferencia es con respecto a lo que pasa con los otros: sus viejos “amigos” de Venezuela y en particular su correligionaria argentina.

Sobre Lula, es cierto, pesan ocho causas judiciales; solo dos menos que Cristina. El ya fue condenado a 12 años y meses, por lo que está preso, y tiene otra condena en primera instancia que completa 25 años. La primera por el uso de un departamento sin costo alguno como pago de sobornos; y también, en el segundo caso, otro pago irregular concretado en obras de refaccionamiento de una finca de su propiedad.

Al lado de lo de CFK, peccata minuta. A ella se le acusa por encubrimiento, traición a la patria, por ser la jefa de una banda y otras muchas cosas feas más. A sus allegados, presuntos socios y cómplices, y a miembros de su familia, se les han encontrado maletas con millones de dólares, cofres de seguridad con otros millones, cuadernos donde figuran todos los sobornos o coimas por más millones, propiedades e inversiones millonarias en hoteles que solo se explican como pantallas para “recaudar”.

Y ella libre, como si no hubiera hecho nada. Dice que se ampara en sus fueros de senadora -los fueros que Dilma en su momento quiso otorgarle a Lula designándolo ministro-.

La realidad es que, con fueros o sin ellos, CFK se ha burlado de jueces y fiscales toda las veces que ha querido y como ha querido. Su hijo Máximo, también procesado, goza a su vez de fueros pues es diputado, pero su hija Florencia -que no tiene fueros y está involucrada en varias causas- corría sí el riesgo de ser enviada a la cárcel. Por el momento se encuentra en Cuba, donde es “tratada” por estrés, no vuelve al país pese a los emplazamientos judiciales y su madre la va a visitar a la isla pese a su condición de procesada judicial con cinco órdenes de prisión.

Dice CFK que ella y su familia son víctimas de una persecución política. No parece: si fuera así, ella y su hijo ya deberían estar desaforados y su hija de vuelta.

A Lula le debe dar bronca y envidia, y no solo por eso. Como si fuera poco, mientras cada vez son menos las fuerzas populares que se movilizan por su libertad y liderazgo, CFK está a la cabeza de las encuestas para la elección presidencial a celebrarse en octubre próximo.

Las diferencias, entonces, no se dan tan solo respecto a la Justicia, jueces y fiscales, sino también a nivel de los propios ciudadanos, aparentemente.

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Danilo Arbilla - Periodista, ex presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa.