Los percheros están ordenados por talles y colores. En los estantes hay carteras, zapatos y accesorios. Todo está etiquetado. Cualquiera puede pensar que es la imagen de una clásica boutique. Salvo que no estamos en un local, sino en un departamento. Todo lo que vemos aquí -salvo unos pocos estrenos- fue usado. Por eso los precios son más accesibles. Aunque no es solo ese detalle lo que moviliza cada vez a más gente a comprar ropa de segunda mano. Hay clientas que buscan aquí modelos exclusivos y de marca de temporadas anteriores. Para otras, la cuestión va más allá: lo hacen por motivos ecológicos. Están en contra del “Fast Fashion”, el llamado fenómeno de la moda desechable que está generando demasiados contaminantes a nuestro planeta.
Se las conoce como tiendas vintage. Son una especie de evolución sofisticada de las ferias de segunda mano o americanas. En ellas se pueden conseguir prendas exclusivas en muy buen estado, pero sin perder de vista el precio accesible.
A Antonella Marchionni (29 años, arquitecta) la idea de abrir un espacio de moda sustentable se le ocurrió hace dos años. Primero empezó a intervenir ropa usada y la llevaba a ferias. Poco después ya tenía armado un showroom en su departamento céntrico. Lo llamó “Vecchia Vintage”. “Vecchia significa vieja en italiano, y me parecía que reflejaba el concepto de ropa vieja que muchos utilizamos, y cómo esas prendas que ya perdieron el valor para uno puede ser valorada y reutlizada a por alguien más. De esa forma le alargamos la vida”, explica la profesional.
Su proyecto funciona así: alguien que ya no usa una prenda y quiere venderla la deja en consignación. Debe estar en excelente estado y ser de marca. Una o dos veces al mes se hacen ferias. Si en esas dos oportunidades no se vendió, la ropa se la devuelve a la dueña. “La vestimenta que no se vende también puede donarse a una entidad de Salta para jóvenes mujeres”, resalta Marchionni, que es salteña pero desde hace más de una década vive en nuestra provincia.
¿Qué motiva a los compradores de ropa usada?, le preguntamos. “Principalmente hay una cuestión económica. La ropa nueva está muy cara. También está la cuestión ecológica: la gente se está volviendo cada vez más consciente del daño que genera al medio ambiente, de la cantidad de recursos que se usan para esta industria y que después se desechan. Y también están las que buscan ‘joyitas’. La moda es cíclica, todo vuelve y en estos percheros podés encontrar piezas únicas de otras épocas”, detalla.
El año pasado Luis Parodi creó la feria “Chantal Vintage” después de un viaje por Europa, donde visitó muchos de estos lugares. Lo hizo para “darle la oportunidad a cualquier persona de vestirse bien y barato”. En su emprendimiento, además, defiende la cuestión de los talles: quiere que haya la mayor variedad posible y por eso sus modelos de fotos en las redes sociales también son de distintos tipos de talla.
En sus ferias, con opciones para mujeres y varones, los clientes han podido encontrar desde trajes y camisas comunes hasta prendas de marca, como por ejemplo un pantalón Cavalli o un vestido Dolce Gabbana.
Parodi se define como un buscador innato de ropa a la cual vale la pena darle una segunda oportunidad. Esa es precisamente la clave de las ferias vintage y lo que las diferencia de las ferias americanas. “Busco cosas con estilo, que vayan más allá de la moda”, resume el estudiante de psicología. “Me interesa que las prendas circulen; que no queden estancadas en un placard de alguien que tiene un kilitos de más o que bajó de peso, o que de repente se cansó de un modelo. Entonces, la idea es que la traigan, ganen unos pesos o se lleven algo que se adapte a su actual versión”, añade.
“Modasostenibletuc” se llama el empredimiento de Carolina Imbert. Interviene prendas usadas y las vende en ferias. Para ella, el objetivo es promover la moda sostenible. “Es algo que enseña a vivir mejor, a aprovechar y cuidar los recursos y a salir de una sociedad de consumo que te exige vivir comprando cosas que no necesitas. En España se ha vuelto una práctica cada vez más común. Ojalá aquí siga creciendo”, concluye.
¿Por qué hay gente que ya no compra prendas nuevas?
Más del 70% de la ropa que se usa en el mundo termina en vertederos. De una a seis semanas puede tardar una remera en degradarse. Un saco de lana demora de 10 a 12 meses. Mientras que las prendas de lycra , de 20 a 200 años. La industria textil se alza entre las más contaminantes del mundo. Ante esta realidad, no son pocas las personas que buscan realizar cambios significativos y sustentables: comprar ropa usada, reciclar y adquirir prendas solo si las necesitan.
Susana Saulquin, socióloga argentina de la moda, hace una lectura de este fenómeno que predijo diez años atrás. “El auge de la venta ropa de segunda mano y el reciclado excede lo económico; tiene que ver con la ideología de lo sostenible y el cuidado del planeta”, explicó a LA GACETA. “La cultura de masas necesitaba una producción acelerada. Pero eso ya no va más. Hoy es necesario cuidar el agua y la energía y reutilizar las prendas”, añade.
La tendencia está dando vuelta el mundo y suma seguidores. “Mucha gente lo hace para huir de la moda en cadena. Buscan cosas originales y quieren distinguirse de lo que impone en el mercado”, sostiene Martina Oroño. Tiene 34 años y es profesora de lengua. “Comprar ropa de segunda mano es hoy un orgullo, no una vergüenza como en otras épocas. Con el tiempo me fui especializando en ferias”, dice la joven. Asegura que tiene gran facilidad para encontrar prendas únicas, de buena calidad y baratas.
Jimena Flores (29 años, diseñadora de interiores) ama las ferias vintage. Tanto que no ha vuelto a comprar ropa nueva. “En los showrooms seleccionan muy bien las prendas de marca que venden. Te podés vestir con poca plata, y de paso hacés un aporte al medio ambiente”, resalta.