(Por Hernán Miranda) Cuando LA GACETA lo llamó para hacer una entrevista, Ricardo Sanz (San Miguel de Tucumán, 1943) rio en el teléfono: “yo no soy ningún intelectual, no sé qué podré decir de interesante”. Días después de la advertencia, abre la puerta de su casa y entra a un living amplio y luminoso, donde señala los sillones. Pasan unos minutos de charla y Sanz desmiente su advertencia: cuando Tucumán va en busca de su tiempo perdido, alguien que se ha esforzado por mejorar la vida cívica de la provincia sin dudas tiene algo para decir.

Durante la gobernación de Julio Miranda, Sanz fundó el Grupo Alberdi junto con la historiadora Teresa Piossek Prebisch, el sociólogo Raúl Hernández y el abogado Clímaco de la Peña, entre otros. “Pensábamos que en Tucumán no regía el régimen republicano y decidimos concientizar a la gente. Esa fue la razón de ser del Grupo Alberdi”, cuenta. Hoy, casi 20 años después, Sanz se ha propuesto formar un nuevo grupo de apoyo al bien común, como él lo define: “hay que involucrarse: en eso se resume todo. No merecemos la calificación de ciudadanos si no hacemos más que decir: ‘che, qué mal que están las cosas’”.

-¿Cómo empezó el Grupo Alberdi?

-Se formó en el año 1999, cuando el gobernador era Miranda. Entonces decidimos cuestionar todas las medidas de tipo dictatorial que él tomaba y después también cuestionamos las que tomó (José) Alperovich. Pero no estábamos en contra de nadie en particular, sino que estábamos en contra de las malas medidas, de las cosas que estaban mal hechas. No éramos antinada. Yo personalmente podía tener una postura, otro podía tener otra, pero el único requisito para entrar en el grupo era ser gente de buena voluntad, bien dispuesta. Si todos tuviéramos buena voluntad, en algún momento nos pondríamos de acuerdo porque sabríamos que nadie tiene toda la verdad. Pero el Grupo Alberdi fue en alguna medida frustrante, porque la gente no nos acompañó. En las primeras reuniones aquí nos juntamos cerca de 40 personas. Estábamos sentados en cualquier lado, había entusiasmo. Al final sólo quedamos ocho.

-¿Por qué la gente no los acompañó?

-No hay conciencia cívica. Si la gente tomara conciencia de sus derechos y sus obligaciones, no permitiría que se los conculquen. Quizá sea una de las consecuencias de los gobiernos militares, cuando los argentinos estábamos sojuzgados y no podíamos emitir opiniones.

-¿Qué recuerdos guarda de esa época?

-Yo nací con el peronismo y me recibí de contador en el 65, en medio de los golpes de Estado. En esa época conocí a (Mario) Santucho, que con toda la cúpula de lo que después fue el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) hacía política en la UNT (Universidad Nacional de Tucumán). Todavía no era la época brava de los 70. Alguna vez Santucho se me acercó y me dijo: “che, mirá, por qué no formás parte del movimiento”. Pero yo rechazaba que se hiciera política en la universidad y sigo pensando bastante igual. Si quieren hacer política, que vayan a otro lado. La universidad es para estudiar.

Sanz rememora con jovialidad su juventud, pero parece sentirse más cómodo al hablar del presente. “Tenemos la lamentable posibilidad de hacer un parámetro entre lo que este país prometió y lo que es. Pero yo tengo un sentido de la responsabilidad y creo que tengo que aportar a la solución. Ahora estamos empezando a armar algo parecido al Grupo Alberdi”, anuncia. Es una sorpresa que viene de un hombre que creía no tener nada interesante para decir.

-¿Por qué armar un nuevo grupo?

-Yo tengo hormigas en el traste y me enferma la injusticia. Veo todos los atropellos que la gente sufre, veo que los que más sufren son los más pobres, que encima son los que menos pueden hacer. Entonces tenemos que combatir a los gobiernos que están mal. Queremos poner un granito de arena para cambiar las cosas.Vamos a apoyar todo lo que se deba hacer, porque la gente no apoya. Todos dicen: “qué bien que estaría hacer esto”, pero nadie apoya y todo queda en la nada. Y encima a los gobernantes lo único que les importa es seguir en el poder. Esperamos que la gente tome conciencia y se involucre.

-¿Cree que hay una salida para el país?

-A este país los Kirchner lo dejaron devastado. Cuando se te incendia la casa, ¿qué hacés? ¿Seguir viviendo cómo antes? No, tenés que ajustarte el cinturón y ver cómo le encontrás la vuelta. Entonces ¿qué pasa con (Mauricio) Macri? Se equivocó cuando quiso hacer las cosas con suavidad. (Néstor) Kirchner y Cristina (Fernández) le hicieron creer a la gente que el Estado tiene la obligación de darle de comer. Esa es la razón fundamental de la caída de la Argentina. Entonces Macri trató de sacar la cosa lo más suavemente posible porque si no se le iba a armar un despelote. Pero no se puede seguir alimentando a todo el mundo. Por eso yo creo que ahora están haciendo las cosas que corresponde hacer. Además, está gente es bien intencionada, estoy convencido de eso. Y comparado con los que estaban antes, estamos en el cielo. Entonces le ruego a Dios… Es lo que hago, no es una frase hecha. Le ruego a Dios que esto termine bien.

-¿Es religioso?

-Yo me defino como un mal soldado de Cristo, pero soldado al fin y al cabo. Eso me da muchísima paz. Yo vivo con hormigas en el traste, pero tengo paz. No siempre fui así. Cuando era joven, vivía con un runrún en la cabeza: “¿qué hay de verdad con el asunto de la religión?” Fui, hablé con Adalberto Villecco, que era profesor de filosofía. Le pregunté: “¿qué puedo leer?” Así empecé, después reboté bastante, terminé escandalizado varias veces, pero al final encontré a Dios. Y ahora me motiva mucho el día en que el Jefe me pregunte: “¿qué has hecho para cambiar las cosas?”