“La nostalgia del centauro”, no se ajusta al documental tradicional, y registra una forma de existencia que parece estar al borde de la desaparición.

La película que se estrenó en Buenos Aires esta semana fue realizada totalmente en Tucumán, en Colalao del Valle. Está protagonizada por doña Alba Díaz y don Juan Soria (residente en las montañas) y dirigida por Nicolás Torchinsky.

El filme tuvo su paso por algunos de los festivales internacionales más prestigiosos dedicados al cine documental, como el suizo Visions Du Réel o el Dok Leipzig, de Alemania, y también el de Mar de Plata.

La ópera prima de Torchinsky se abre y se cierra con una serie de imágenes de la esfera celeste, su giro -es decir, el del planeta- replicado a alta velocidad gracias a los efectos especiales de posproducción fue destacado por las revistas especializadas.

“Cuando hablamos con los Soria acordamos la idea de llevar al cine ese universo de otro tiempo en el que ellos vivían. El rodaje se hizo por etapas. Al primero fuimos con muchas preguntas, unas notas y algunas imágenes mentales que nos sirvieron como guía. Estábamos muy abiertos y atentos a lo que la experiencia nos propusiera”, contó el director a la revista Caligari.

La película, que se puede ver en el Malba durante todo este mes, “técnicamente se escribió en el montaje”, precisó el director.

“Se van consumiendo los años, se va consumiendo la persona... sólo quedan los recuerdos. Mi única felicidad fue tener un caballo”, reflexiona don Juan Soria en un momento de la realización. “El filme es un acercamiento a la tradición gauchesca”, insistió el director en diferentes reportajes.

En la sinopsis se indica: “en su soledad, Juan recita versos de viejas canciones y Alba narra breves anécdotas sobre su relación marital, mientras la vida sigue su curso inexorable a su alrededor, en un entorno áspero y pedregoso donde la memoria y los recuerdos parecen diluirse”.

El año pasado “La nostalgia del centauro” se pudo ver en esta ciudad en el festival Signos de la Noche, organizado por Gabriela Bosso.

La copla

La agencia Télam entrevistó a Torchinsky:

- El centauro es un animal de fábula mitad hombre mitad caballo. ¿Ese es, de alguna forma, el espíritu de estos personajes solitarios en el medio de la naturaleza?

- Sin dudas la figura del centauro funciona como una caja de múltiples resonancias. No sólo designa al gaucho sino también a cierta mitología grecolatina que también es parte de nuestra cultural occidental. Podemos pensar en la relación del hombre y la naturaleza; el lugar que tienen la razón y la fuerza en la constitución del sujeto patrio. De alguna forma, la historia es una metáfora de la civilización y la barbarie. La palabra ‘bárbaro’ quiere decir ‘extranjero, forastero que vive fuera de las murallas de la ciudad’. En este sentido también podemos pensar al gaucho como un expatriado en su propia tierra.

- ¿Qué importancia tiene la copla en esta historia?

- El gaucho como tal construye su prestigio entre los suyos no sólo mediante su destreza física sino a través del canto. Un gaucho sin caballo es medio gaucho, pero uno que no puede cantar corre igual suerte. La copla es poesía y Atahualpa Yupanqui diría que la voz es una respuesta al llamado de la Tierra con mayúsculas, el gesto de un solitario que en el canto se vuelve muchos. Se trata de una manera de vivir por cierto más contemplativa: la palabra aparece con peso propio y no llenando un vacío.

Otros trabajos

Nicolás Torchinsky nació en Buenos Aires y estudio cinematografía. Escribió y dirigió los cortometrajes “Cuadro de mi vida”, “Fracción de sentido”, “Si recibe un sobre afirme que no es usted” -en codirección con Sebastián Lingiardi y Rodrigo Sánchez Mariño-, “El gran apagón” -en codirección con Sebastián Lingiardi- y “Simulacro”, trabajos que participaron en muestras y competencias de festivales como Bafici, Cinema Jove, Odense, KAN, Vancouver, entre otros. Su primer largo documental es “La nostalgia del centauro”, aunque opina que en un documental también hay ficción, y en la ficción, algo de documental.