Todo festival artístico puede ser entendido como un espacio de experimentación para encontrar nuevas formas de relacionamiento con el público y de producción espectacular. Sin embargo, la mayoría repiten fórmulas previsibles, comercialmente rentables de antemano y sin riesgo, con estructuras anquilosadas, más allá del resultado de cada convocatoria. Justamente por su búsqueda y atrevimiento, es saludable el paso por Tucumán de la fiesta internacional de teatro Knots Nudos, que dejó conclusiones útiles, reconocidas por sus propios protagonistas.

1- El sitio elegido: que esta fiesta con 50 artistas de cuatro países se haya asentado en Tafí del Valle limitó la participación de grupos y artistas que no eran parte de la movida ni estaban en la zona. En sí mismo, no es algo negativo; responde a una realidad objetiva en todo lugar y momento. Siempre habrá alguien que quede afuera. Lo relevante es que se tenga un registro de esa situación y que la movida haya sido programada así desde el inicio.

2- Emanciparse del Estado: el ideal de realizar un encuentro de la envergadura del realizado sin depender de ninguna ayuda oficial se evaporó al encarar su organización en tiempos de crisis. Finalmente, los organizadores recurrieron a los entes autárquicos de Turismo y de Cultura y al Ministerio de Educación de la Provincia, para atender a los participantes como correspondía. Lo esencial es que las colaboraciones de los Gobiernos no condicionen el discurso escénico ni los debates que se encaren. Está claro que la tentadora posibilidad de lo independiente en sentido pleno siempre existe, pero no debe llegar al nivel dogmático de ser un impedimento para concretar actividades. Además, el Estado es responsable de atender las necesidades culturales de la sociedad.

3- Asimetrías (no teatrales) entre los países: en continuidad con el punto anterior, entre los elencos se pudo comprobar los diferentes niveles de construcción colectiva de los proyectos y la presencia estatal en cada país. La asimetría no se centró en lo escénico y artístico, sino en las posibilidades de inserción y crecimiento dentro de las comunidades que habitan los grupos. No es lo mismo hacer teatro en barrio El Bosque de la capital tucumana que en un sector deprimido del gran Buenos Aires. La Argentina cuenta con el modelo ejemplar del Instituto Nacional de Teatro que, aún inmerso en una gravísima crisis política (algunos temen que sea terminal), sigue siendo una palanca que permite sostener buena parte de la actividad, algo inexistente en el resto del subcontinente en despliegue y amplitud. La experiencia del grupo Joannas Incendiaem de Brasil puede ser esclarecedora. No cuenta con ningún incentivo financiero del Estado y para llegar a Tucumán hizo una campaña de recaudación de fondos mediante microdonaciones privadas de dinero y de millas aéreas regaladas por amigos, familiares y público. Estas ayudas implican un nivel de involucramiento con la labor teatral muy atractivo, que va más allá de la figura pasiva del espectador para transformarse en un potenciador real del hecho artístico.

4- Sin vínculo con la gente del lugar: cuando se diseñó el Knots Nudos, se pensó en hacerlo en Tafí del Valle para tomar contacto con las comunidades del lugar. Ello no fue posible, según admitieron los organizadores. El público que asistió a ver los espectáculos estuvo integrado casi en su totalidad por visitantes a los Valles Calchaquíes, no por sus pobladores, ya que estos últimos estaban trabajando en la temporada turística, un corto tiempo de alto empleo. Esa deuda derivaría en un intento de reformular a futuro la actividad, ya desde el próximo festival, que se realizará en dos años en Tandil y también en enero.

5- La frustración de la función única: para esa nueva edición se repensará además el espectáculo de cierre del encuentro, que es una obra creada entre los participantes durante sus 15 días de estadía, que se la presenta en una única y exclusiva función, de estreno y despedida. En el balance se registra el sabor amargo de que no se la repone más veces, por lo cual ya se analiza la posibilidad de tres representaciones, más allá del registro fílmico de lo hecho. En teatro, la sucesión de funciones asienta una propuesta y le permite crecer, reformularse y redefinir estéticas, más si registra una problemática del lugar donde se la presenta.

6- Deficiencia en la difusión: el interés de los estamentos gubernamentales en figurar en los auspicios no se completó con haber potenciado y garantizado desde esas áreas una adecuada y completa difusión del evento y, menos aún, la grilla día por día de lo que se proponía en el escenario.

7- Preocupación política y social: entre los elencos hubo mucho tiempo y espacio para el análisis sobre los tiempos políticos y sociales que se viven en América Latina, más allá de lo estrictamente cultural. Las voces más sólidas afirmaron que el arte debe servir para la toma de conciencia sobre una situación, aunque no para la imposición de un discurso único, ni siquiera en el formato de crítica o propuesta.

8- Nuevo tiempo: el impacto de la reciente asunción de Jair Bolsonaro en Brasil se lee como el signo de un giro ideológico general que recortará aún más los fondos estatales a la cultura en la región y la supresión de Ministerios específicos. La experiencia brasileña ya se vino registrando durante la gestión de Michel Temer (se habló de “un desmonte de las políticas públicas para cultura”, con la supresión de subsidios), así como en la Argentina se cerraron programas y subejecutaron presupuestos. El temor futuro es la censura; los recortes ya son el presente.

9- Instalar una plaza es posible: la experiencia arrojó como resultado interno tucumano la posibilidad cierta de que los Valles Calchaquíes sean un destino cultural en otras temporadas, con más ofertas teatrales que convoquen a un público ávido de divertirse.

10- Satisfacción: como todo balance, debe cerrarse con un resultado. En este caso, es altamente positivo.