“En la era #NoEsNo el que no gana por lindo, ahora por insistidor tampoco”. La frase, en medio de una reunión entre amigos, dio lugar a un amplio debate que encierra lo que muchos hombres sienten actualmente: incertidumbre y hasta temor a la hora de seducir. ¿Qué hacer en una primera cita? ¿Cómo invitarla a salir? ¿Hay que pedir permiso a una mujer antes de besarla? En resumen: ¿cómo hacer para conquistar para una mujer en tiempos de #MeToo?

“Con mucho respeto... creo que esa es la clave. No sobrepasarse. Y al primer no, te das la vuelta y te vas”, resume Joaquín Islas (24 años), estudiante de derecho. Su amigo, Mariano González (25), cree que cada caso es distinto, pero que hay situaciones que no van más; por ejemplo, robar un beso.

No obstante para los jóvenes quienes la pasan peor a la hora del “levante” son los mayores de 40. Para muchos de ellos, acostumbrados a los piropos por ejemplo, puede ser más complicado diferenciar acoso de intento de seducción o cortejo.

Los expertos coinciden en algo: el movimiento #MeToo, que ha provocado millones de denuncias y acoso sexual de mujeres en todo el mundo, se considera un punto de inflexión en la sociedad. Hay quienes podrán considerarlo exagerado. Pero ya nadie duda que hay un cambio de paradigma en la forma de relacionarse. Y que son los más jóvenes los que más están tomando nota.

“Nadie tiene derecho a tocarme ni a decir cosas sobre mi cuerpo; no importa cómo me vista. Los límites los pongo yo y me tienen que respetar” , opina Micaela Sanz, de 21 años, estudiante de psicología.

Preocupados

Luciano Lutereau, psicoanalista, doctor en Psicología y Filosofía, cuenta que en estos días escuchó a varones preocupados. En particular, uno lo dijo de manera precisa cuando expresó que su temor era ser denunciado por algo que no había hecho. “Hay que distinguir entre culpa y arrepentimiento. Alguien puede arrepentirse de lo que hizo, de lo que no se hizo... se siente culpa. La culpa del varón en nuestro día es por su masculinidad, en la medida en que se reconoce habitado por deseos posesivos y misóginos. Esta es una ocasión para que muchos puedan repensarse. Asimismo, es una circunstancia delicada, porque quien se siente culpable puede llegar a actuar desde el odio para escapar de esta interpelación. Lo cierto es que los femicidios no han disminuido de un tiempo a esta parte. Por eso es tan importante que se esté repensando también el alcance de los escraches, como método de denuncia, ya que un victimario acosado puede ser peligroso” , expresa a LA GACETA el docente e investigador de la UBA.

Según Lutereau, es cierto que muchos varones hablan de que ahora es más difícil acercarse a una mujer. Pero él no cree que esto se deba a las denuncias, sino a una crisis de la masculinidad. “Abordar a una mujer nunca fue fácil para un varón. Hasta hace un tiempo, las formas más comunes eran la demostración de potencia y/o la exposición de un saber. Hoy en día las mujeres no creen que un varón potente sea necesariamente un varón, de la misma manera que la autoridad del saber quedó puesta en cuestión. Sin duda esto es muy interesante, ya que permite relaciones más horizontales (que no es lo mismo que simétricas) entre varones y mujeres. Para algunos esto implica un desconcierto, pero también es la oportunidad de construir los vínculos amorosos de otra manera. Es la oportunidad de que el varón se vuelva compañero”, propone el autor del libro Autor de “Más crianza, menos terapia. Ser padres en el siglo XXI”.

Diferencias

Aquellos que creen que la seducción es el arte de insistir o piropear son los que quizás peor la están pasando en estos días. “Abordar a una mujer en estas épocas puede resultar problemático para el hombre si lo hace desde un supuesto lugar superior o bajo cierta cosificación hacia la mujer, a través de piropos, por ejemplo”, sostiene el psicoanalista Gabriel Artaza Saade, autor del libro “Una nueva virilidad: y otros ensayos sobre sexo y la época”. Seducción y acoso no son los mismo. “Hay acoso cuando no hay consentimiento y cuando se impone uno sobre otro por la fuerza física o simbólica (de poder). La seducción es un arte del galanteo que tiene un fin, pero por otros medios”, aclara.

Lutereau agrega: “la diferencia entre acoso y seducción es bien clara: la insistencia ante la negativa es una forma de acoso. El problema, entonces, no es la seducción sino la falta de empatía que caracteriza a nuestra sociedad, que puede hacer que alguien no termine de entender cuando se le está diciendo que no. Lo importante: en el acoso se prescinde de tener en cuenta el consentimiento”.

En el trabajo

Otro de los efectos del #MeToo aparece en el entorno laboral. En abril de este año, una encuesta del Centro Pew de Investigación, de Estados Unidos, concluyó que este movimiento internacional supone nuevos retos para los hombres a la hora de relacionarse con sus compañeras de trabajo. Más de la mitad de los entrevistados para este trabajo consideraron que los recientes acontecimientos hacen más complicado entablar relaciones laborales, por miedo a malentendidos. El mismo estudio desveló que un 58% de mujeres –frente al 27% de hombres– aseguró haber sufrido acoso físico y verbal tanto en el trabajo como fuera de él.

Nuevo pacto social

Para los hombres que están desorientados y con miedo a seducir, la solución no parece tan complicada de acuerdo a lo que plantean los expertos. Hay cuestiones claves, como el consentimiento y la igualdad. No tengan temores: todo con respeto y sin violencia, proponen.

“Les diría que el desconcierto actual no los lleve a idealizar un momento anterior. Que si tienen síntomas en relación a su virilidad (como a muchos varones les ocurre) consulten a un psicoanalista, porque también será la mejor chance de revisar el modelo tradicional de masculinidad con el que seguramente se criaron. Por último, que no hagan depender su autoestima de sus conquistas, sino de lo que puedan compartir, poniéndose también en el lugar del otro”, aconseja Luciano Lutereau. Coincide con él Artaza Saade: es hora de pensar el surgimiento de nuevas virilidades que no pasen por el esfuerzo por mostrarse “potentes”.

¿Qué dice la ley?

Por Soledad Deza, abogada

El abuso sexual está legislado en el Código Penal. Habrá abuso sexual simple, con una pena de 6 meses a 4 años,  cuando una persona es sometida a contactos sexuales, manoseos o tocamientos en zonas íntimas con fines sexuales. El contacto sexual se produce en situaciones en las que el consentimiento no es dado o no puede ser dado ya sea porque fue realizado mediante violencia, amenaza o abuso de poder.  En el caso de niños o niñas menores de 13 años el delito se configura sin necesidad de que haya mediado violencia o abusando de una situación de poder.  Habrá abuso sexual gravemente ultrajante, con pena de 4 a 10 años,  si esta situación se reitera en el tiempo o por sus circunstancias específicas o el medio empleado resulta especialmente humillante para la víctima. Y lo que conocemos como violación, nuestro Código Penal lo llama abuso sexual agravado por acceso carnal. En este caso la pena es 6 a 15 años.  Sin profundizar otros agravantes que existen, este es el esquema básico.

Por fuera del Código, es decir sin que sea un delito y tenga previsto un castigo penal, está el acoso sexual, legislado dentro de los supuestos de violencia sexual que prevé el art. 5 de la ley 26.485 y vinculado principalmente al campo laboral o educativo. Es definido por la OIT (Organización Internacional del Trabajo) como “Comportamiento en función del sexo, de carácter desagradable y ofensivo para la persona que lo sufre. Para que se trate de acoso sexual es necesaria la confluencia de ambos aspectos negativos: no deseado y ofensivo”. Y por la CEDAW (Convención para la eliminación de todas las formas de discriminación de las mujeres) como “Comportamiento de tono sexual tal como contactos innecesarios e insinuaciones, observaciones de tipo sexual y exigencias sexuales, verbales o de hecho”.

El acoso no es un delito, así que no tiene pena, pero si una conducta violenta y debe ser computada en cualquier denuncia. La clave para erradicar la violencia sexual de todos los ámbitos está en que nuestros operadores incorporen la perspectiva de género que impone no precisar de un proceso penal o policial para investigar los acosos sexuales y entender que, dentro de las potestades disciplinarias de cualquier relación laboral o educativa, en el ámbito público o privado, un acoso u hostigamiento de este tipo debe ser computado como una “falta de servicio”, una “transgresión al contrato de trabajo” o una “conducta impropia” pasible de una sanción.