El gobernador está nervioso. Pero cuando nadie lo ve. Puertas adentro de la Casa de Gobierno, Juan Manzur mantiene interminables reuniones con intendentes, con ministros, con concejales, con dirigentes políticos y cuanto colaborador se le cruza. La política de seguridad es el tema. Hacia afuera del Palacio de Gobierno, el mandatario se enfrascó en una pelea sin sentido con el intendente capitalino Germán Alfaro por las deficiencias en el servicio que brinda la Sociedad Aguas del Tucumán (SAT). Como quien diría, una pelea por las cloacas, con efluentes políticos, sin cuestiones de fondo. Tal vez lo ideal hubiera sido que ambos busquen la resolución del conflicto en un encuentro cara a cara, en cualquier despacho o hasta en la misma plaza Independencia, si quisieran un terreno neutral. Total, la solución es para los miles de clientes del servicio afectados y también por los vecinos que, a diario, deben esquivar las aguas servidas; pero fumarse el aroma desagradable en una esquina de barrio o en avenidas de gran circulación vehicular. Peor aún para aquellos usuarios que llaman y llaman a las oficinas de la SAT cuando les cortan el suministro de agua en pleno calor y por casi 24 horas, como sucedió entre el lunes y ayer hasta el mediodía en algunos sectores de la Capital y de Yerba Buena. Nada. Sólo bastaba una explicación; pero, no. Primó el silencio.

El teléfono descompuesto es el juego predilecto de la política. Nadie se hace cargo de los problemas. Es preferible echarle la culpa al otro y encerrarse en su postura. Cada uno tiene su cuota de poder, pero también de responsabilidad. Nadie puede sacar los pies del plato. En medio de las chicanas políticas, la sociedad sigue preguntándose por qué razón crece la escalada de inseguridad. O si las fuerzas de seguridad han sido desbordadas por la delincuencia.

Reconocer públicamente que hay fallas mayores que las previstas en una área tan sensible para la gestión sería un gesto de debilidad. Tal vez por eso, Manzur se afianza en la idea de que seguirá reforzando la dotación de personal uniformado, pero que no habrá cambios en la conducción de la seguridad. Cada vez que puede, el gobernador confirma al ministro Claudio Maley, cuestionado por algunos de sus pares, incluso con el silencio. Muchos prefieren no hablar de cómo está manejando esa cartera, aunque no comparten los resultados obtenidos hasta ahora. Son internas que no saldrán a la luz por la impronta que le ha puesto el tándem Manzur-Osvaldo Jaldo a la gestión. En esta serie, el mandatario se puso el uniforme de policía bueno, mientras que el vicegobernador es considerado el policía malo. Sucede que el presidente de la Legislatura ha decidido dar una estocada a la verticalidad en la conducción institucional y partidaria, pensando en ese fantasma llamado José Alperovich. El senador sigue disfrutando de sus días de playa en Miami y el fin de semana recibirá otra encuesta que le puede revelar el camino a seguir durante el verano. Jaldo sabe que el ex titular del Poder Ejecutivo sigue siendo una amenaza para las huestes oficialistas. De allí sus encendidos discursos en territorios donde el actual senador tiene cierto grado de afinidad. El disciplinamiento es la garantía para el sostenimiento de la fórmula que busca la reelección en las elecciones generales del año que viene.

Manzur, en tanto, apunta sus dardos hacia la administración del presidente Mauricio Macri. Particularmente, hacia la política económica que se instrumentó tras la fuerte devaluación de la moneda nacional. En el fondo, el gobernador sigue siendo un buen alumno de la Casa Rosada. La decisión de bajar la carga impositiva en Tucumán está relacionada con los acuerdos firmados con la Nación en el marco del Consenso Fiscal. La sintonía con el macrismo se mantiene; la diferencia está en el discurso. A nivel nacional consideran que el distrito sigue siendo del PJ, aunque alumbran esperanzas de que la escisión de Alperovich pueda darle más chances a Cambiemos. Sin embargo, la dirigencia de esa fuerza no ha dado señales de que esté dispuesta a aprovechar la oportunidad. Las diferencias son mayores que las que existen entre Manzur y Alperovich, que, por ahora, aparecen en veredas diferentes. Pero, como reza el viejo dicho, la política es el arte de lo posible. El tiempo dirá cómo se acomodarán las fichas en el ajedrez tucumano.