> HOJEANDO EL DIARIO
MANUEL RIVA
LA GACETA
Hace medio siglo un pueblo salía en defensa de la principal fuente de trabajo del lugar. Corría noviembre de 1968 y la situación de la provincia era complicada, la industria azucarera venía siendo duramente golpeada. Se habían cerrado varios ingenios mientras que Bella Vista, la empresa fundada por los hermanos Manuel y José García Fernández, se mantenía en funcionamiento con dificultad.
Debido a esto se había creado, el 22 de noviembre de aquel año, la Comisión Pro Defensa de Bella Vista con el fin, según publicaba nuestro diario: “de bregar por el mantenimiento del ingenio Bella Vista, como fuente de productividad y de trabajo, siendo éste un objetivo básico fundamental para la supervivencias de la ciudad y sus alrededores”.
Aquella comisión era presidida por el párroco de la localidad, Francisco Albornoz, y la conformaban: Atilio Santillán, Eduardo Yubrín, Víctor Manuel Ocaranza, Ramón Vera, Juan Ángel Saifá, Luis Zapata y Manuel Roberto Valeros.
Aquel día comenzó una tarea incasable para defender la fábrica, los esfuerzos dieron sus frutos ya que el ingenio sigue trabajando en la actualidad.
Nuestra crónica señalaba: “la posibilidad de cierre de la fábrica azucarera ha producido una profunda inquietud en todos los sectores de la población que se ha unificado alrededor de una comisión coordinadora en una acción tendiente a salvar la fuente de trabajo”.
Amplio informe
También se informaba que la planta tenía la capacidad de moler unos 5 millones de kilos de caña, estaba en condiciones de elaborar 11.000 bolsas de azúcar de 50 kg por día, poseía una fábrica de papel y una destilería, “de la que se podrían obtener hasta 17.000 kilogramos de papel de bagazo por día y 5,5 millones de litros de alcohol”.
Añadía el informe: “el ingenio posee 8.000 hectáreas (donde se cultivaban) 350.000 surcos de caña, que podían generar 250 millones de kg de caña y con un rendimiento del 8% daría 20 millones de kilos de azúcar”.
La comisión quería demostrar que el ingenio era clave para la región por su potencial productivo. Allí trabajaban 550 obreros y empleados, 1.400 temporarios; unos 900 cañeros lo abastecían. Bella Vista contaba con 25.000 habitantes, 180 comercios, 21 talleres y 10 pequeñas fábricas.
Paro y una misa
La comisión intensificó su tarea y el 26 de noviembre se dispuso un cese de actividades comerciales en el pueblo y en horas de la tarde una multitud colmó el estadio de fútbol del club Sportivo Bella Vista, donde el padre Albornoz ofició una misa.
En diciembre la comisión se entrevistó con funcionarios nacionales, pero no hubo soluciones.
Luego, el entonces interventor federal, Roberto Avellaneda, anunció que los sueldos iban a ser abonados por la provincia.
Enero de 1969 tampoco se presentaba auspicioso sobre la continuidad de la fábrica y las declaraciones de funcionarios nacionales recalentaron los ánimos. En respuesta a esas expresiones y en pos de defender la fuente productiva, la Comisión organizó un gran acto el 15 de enero de 1969.
Una multitud
Más de 10.000 personas se dieron cita frente al colegio San José. De acuerdo con nuestro cronista concurrieron al acto “grupos de obreros, de organizaciones religiosas, empresarias, estudiantiles, sociales, deportivas y culturales de la zona y de otras partes del territorio provincial”.
El primer orador fue Valeros, que expresó la voluntad de todo el pueblo al decir: “queremos trabajar”, y agregó: “si este ingenio cierra, la única industria que se implantará será la del éxodo de trabajadores”.
Entre el público se podían leer carteles que rezaban “El gobierno es el único responsable de nuestra niñez desnutrida y enferma”.
También se quemaron muñecos que representaban a dirigentes que opinaron sobre lo que ocurría en nuestra provincia.
En representación de obreros católicos, Reinaldo Costilla señaló: “la Iglesia no quiere injusticias como ésta. No puede admitir la destrucción de todo un pueblo porque eso es un verdadero crimen. Pedimos a las autoridades que sensibilicen su acción”.
Todos los oradores coincidieron en que la lucha era de todos, ya que afectaba toda la provincia.
Huelga de hambre
Otro hito clave de aquella lucha fue la huelga de hambre realizada entre el 23 y el 26 de enero por un grupo de 36 personas, 25 varones y 11 mujeres. El grupo se reunió en el hospital San Luis del ingenio. Al finalizar la huelga se ofició una misa en los jardines del centro médico. La cantidad de asistentes superó las expectativas y muchos debieron ubicarse fuera de las instalaciones. Luego marcharon en procesión hasta la iglesia, con la imagen de San José Obrero.
El tiempo avanzaba pero la solución no aparecía, lo que generaba mayor preocupación. En marzo de 1969, la comisión anuncia que marcharán hacia San Miguel de Tucumán el día 13.
Mientras se iba preparando la manifestación, que se haría a pie, seguían los encuentros con representantes nacionales. En una de esas reuniones se evaluó una salida para que el ingenio moliera en 1969.
Incertidumbre
El 9 de marzo, el pueblo se reunió en asamblea en el colegio San José y allí se informó que había un ofrecimiento de arrendar la fábrica a una entidad conformada por las fuerzas vivas de la localidad. La propuesta fue aprobada y se constituyó la Cooperativa de Producción. También se decidió suspender la marcha.
Ante la incertidumbre los padres determinan que sus hijos no vayan a la escuela. Las clases estaban por comenzar en esos días. La ausencia fue total.
A estas acciones de protesta se sumaron los “actos relámpago”, como el que se realizó el 7 de marzo en la plaza Independencia, donde fueron detenidos los dirigentes José Mercado, Eduardo Yubrín y Exequiel Ávila Gallo, que defendió a los manifestantes.
Además, el padre Albornoz fue llevado hasta la seccional primera y luego puesto en libertad.
En los días posteriores se intensificaron las protestas para exigir la libertad de los detenidos. Entre otras acciones, se detuvo el tren de pasajeros a su paso por la ciudad.
Hacia fines de mes, como se adeudaban sueldos a los trabajadores y no se vislumbraban acciones para concretar la zafra, espontáneamente los obreros decidieron marcha hacia la capital, pero fueron detenidos por fuerzas de seguridad antes del puente sobre el río Lules.
Al mismo tiempo, miembros de la Comisión que habían sostenido una reunión con autoridades provinciales anunciaban el compromiso de pagar los sueldos y que la Caja Popular arrendaría la fábrica para realizar un contrato de locación con la cooperativa.
El 4 de abril quedó constituida la cooperativa, que al igual que la comisión, era presidida por el párroco Albornoz.
El 10 de abril, la Caja arrendó la fábrica y firmó una locación de obras y servicios con la cooperativa. Las reparaciones de la planta se concretaron entre mayo y julio y luego se inició la zafra, que se extendió hasta noviembre.
Con esto la Comisión logró su primer objetivo, que era que el ingenio siga en funcionamiento.
Una multitud fue al acto de inicio de zafra. La misa fue celebrada por el arzobispo, Blas Victorio Conrero, y estuvo allí el gobernador de facto, coronel Jorge Nanclares.
La zafra 1970 estuvo a cargo de la cooperativa. Luego el ingenio se incorporó a la Compañía Nacional Azucarera (Conasa), organismo creado por el Poder Ejecutivo para que se haga cargo del desarrollo y explotación de las actividades propias de la industria azucarera.
El cierre de ingenios
El 22 de agosto de 1966, por el decreto 16.926, el Poder Ejecutivo había dispuesto la intervención de siete ingenios. La crisis provocó un efecto dominó y al cabo de dos años 11 fábricas se habían cerrado. Se perdieron unos 50.000 puestos de trabajo y el resultado fue el éxodo de más de 200.000 tucumanos, que emigraron en busca de trabajo.
Los ingenios del decreto eran Bella Vista, Esperanza, La Florida, Lastenia, Santa Ana, La Trinidad y Nueva Baviera. Fueron ocupados por Gendarmería y la Policía Federal. La tarea fue coordinada por el entonces jefe del Regimiento 19 de Infantería, Antonio Bussi. De los siete del decreto sólo tres sobrevivieron: Bella Vista, La Trinidad y La Florida, que hoy siguen activos.
Se sumaron más tarde Mercedes, Los Ralos, San José, San Ramón, Amalia, Santa Lucía y San Antonio.
De 27 ingenios que funcionaban en 1965, tres años más tarde quedaban sólo 16. Un caso particular es el de San Pablo, que sorteó el temporal de los 60 pero en 1992 bajó la persiana.
Hoy son 15 los ingenios que trabajan en Tucumán.