Observó que la puerta del calabozo no estaba trabada con las esposas del uniformado que lo custodiaban y, según lo que declararon algunos testigos en los tribunales de Concepción, lo vieron saliendo caminando como si nada de la comisaría de Santa Ana. Esa fue una de las pruebas contundentes que sumó el fiscal Fabián Rojas para conseguir la detención de un policía por la fuga de un preso de esa localidad del sur de la provincia.

El martes, los vecinos detuvieron a un hombre que había ingresado a robar a un domicilio. “Aquí nunca hay policías en la calle, pero no hay porque no tiene gente la comisaría. Somos nosotros los que tenemos que cuidarnos. La víctima, con otros conocidos, logró reducirlo al ‘choro’ y en un vehículo particular, lo trasladaron hasta la comisaría”, comentó Juan Carlos M., que pidió que no se publicara su apellido por temor a represalias.

Los uniformados aprehendieron al sospechoso y dieron aviso a la fiscalía de Rojas, que avaló el trabajo. “La gente regresó contenta a su casa porque pensaba que había cumplido con su deber ciudadano y, fundamentalmente, porque había un dañino menos en la calle”, agregó el vecino de Santa Ana que quiso que el caso se hiciera público.

Pero un nuevo llamado a la Justicia alteró todo lo que parecía normal. Personal de la comisaría de Santa Ana se comunicó con el fiscal Rojas para avisarle que el acusado del robo se había escapado del calabozo.

“Cuando nos enteramos, no sabíamos qué hacer porque no lo podíamos creer. Estábamos indignados. Los vecinos lo habíamos detenido, se lo habíamos llevado a la comisaría y ellos lo único que tenían que hacer era cuidarlo, pero no lo hicieron. Había -agregó Juan Carlos- una indignación total. Sin embargo, nos enteramos de algunos detalles y quedamos helados, sin poder de reacción”, comentó el vecino de Santa Ana.

Versiones

Después de la fuga del detenido, que horas después fue recapturado por la Policía, comenzó a desfilar por la fiscalía el personal de la comisaría para dar explicaciones. Un oficial -no trascendió su nombre- contó la versión con la que se pudo reconstruir la fuga del detenido.

El uniformado relató que el sospechoso fue alojado en una celda que tiene problemas para cerrarse. Para que los presos no abran la puerta, la trababan con las esposas que tienen cada uno de los efectivos. Confesó además que cuando cumplió su horario, retiró el elemento que era suyo y le ordenó a un agente que se hiciera cargo del cuidado del detenido.

Personal de la fiscalía se trasladó hasta la comisaría de Santa Ana. Allí, los auxiliares de Rojas no sólo confirmaron la falla en el cierre de la puerta, sino que además comprobaron que los efectivos recurrían al sistema de trabas con las esposas (que son elementos que debe comprar cada efectivo, ya que no son provistas por la fuerza) para evitar que los alojados salieran del lugar.

Luego fue el turno del evadido, cuyo nombre también se mantiene en reserva. Ante el fiscal dijo que él, al descubrir que la puerta del calabozo estaba abierta y que no había ningún policía cuidándolo, decidió marcharse. Señaló que salió por el frente de la comisaría, pero habría testimonios que indicarían que saltó una tapia del fondo de la dependencia.

Por último, se le tomó declaración al agente que había recibido la orden de cuidar al detenido. Éste confirmo los dichos de su superior, pero aclaró que por su función (es el chofer del móvil que tiene la comisaría de Santa Ana) también se le había ordenado realizar tareas específicas y que por eso se marchó de la dependencia. Su testimonio fue suficiente para que el fiscal lo imputara y pidiera su detención, ya que consideró que por su negligencia permitió la fuga del acusado, planteo que fue aceptado por un juez de instrucción.

Malestar

El caso generó un profundo malestar en Santa Ana. Los vecinos aseguraron que la Policía nunca brinda solución a los distintos reclamos que se le formula ante el incremento de los casos de robos, asaltos y hurtos.

“Uno recurre a la comisaría y nunca hay nadie. Ya que faltan efectivos, móviles o combustible, pero nunca se sale de apuros en las emergencias”, se quejó Adela Díaz.

Otros habitantes del pueblo no se sorprendieron de la fuga del detenido. “Lo que ocurrió no es de extrañar aquí”, disparó Miguel Juárez, otro vecino. “Este pueblo es tierra de nadie. Hay robos todos los días. Además hay otras actividades ilegales como riñas de gallos y fiestas clandestinas amparadas por la misma Policía”, añadió.

Juárez contó que denunció esos hechos ante el jefe de la Policía de la provincia. Pero hasta ahora no tuvo respuesta. “Hay una fiesta bailable a media cuadra de la comisaría. Ahí se vende alcohol y estupefacientes a menores. Eso le conté al jefe de la fuerza, pero hasta el momento no tuvimos respuestas”, señaló.

El vecino aseguró que a pesar que el pueblo tiene unos 10.000 habitantes distribuidos en 14 colonias, la dependencia policial (que tiene más de 100 años) tiene tres efectivos por guardia. “Eso no alcanza para nada y por eso hay tanto descontrol”, concluyó.