HOY

• A las 22, en Casa de la Cultura de Tafí Viejo (Av. Alem 455).

MAÑANA

• A las 22, en Casa Managua (San Juan 1015).

Mientras responde las preguntas, Rubén Goldín mira por la ventana de su casa en Escobar (Buenos Aires) cómo un colibrí se posa en un jazmín. Pocas horas más tarde ya estará en Tucumán para compartir encuentros con amigos y a recitales que lo llevarán esta noche a la Casa de la Cultura Catalina Albarracín de Suárez de Tafí Viejo, y mañana a Casa Managua.

El viaje le servirá para difundir su último disco, “Girasoles”, inspirado en la obra de Vincent van Gogh y centrado en composiciones clásicas del folclore y propias en ese género, en el que está centrado actualmente. Identifica esta producción con el famoso disco de Caetano Veloso, “Fina estampa”: ambas abarcan un recorrido por los ritmos latinoamericanos que lo tienen seducido.

“Este trabajo está grabado en varios países, con músicos de distintos lugares -explica el integrante fundacional de la trova rosarina-. Hay aportes de Brasil, Perú, Venezuela, Paraguay y la Argentina, con un tema incluso en portugués. Conviven ‘Bajo el sauce solo’, ‘La tempranera’, ‘Mi pequeño amor’ y una zamba mía, ‘Las cosas que uno quiere’. Fui buscando de a poquito este repertorio, con canciones tradicionales pero arregladas para una banda grande de músicos. Y tengo en marcha un proyecto con Martín Neri, con el repertorio del Dúo Salteño, del que fue su guitarrista”.

- ¿A qué se debe tu tránsito por los distintos géneros, desde la trova a la actualidad pasando por el rock?

- Es una mezcla de lo que uno es. Me cae bien el folclore; estoy enamorado desde hace tiempo y lo puedo cantar. Pero en los recitales hay también un poco de los discos míos anteriores, con canciones que es casi obligado que entone. También hay un tiempo para el rock nacional de buenas melodías y letras, sobre las que juego: por ejemplo, hago una versión en bossa nova de “Lunes por la madrugada”. Hay tanta buena música argentina y latinoamericana que podríamos hacer un disco por año, si la industria estuviese mejor.

- ¿Cómo nació tu nuevo material?

- “Girasoles” es un tema inspirado en la vida de Van Gogh, en mis pensamientos y en las cosas que él mismo escribía en sus cartas. Él creía que la gente le tenía miedo, un genio que no vendió un solo cuadro en su vida, los que ahora valen millones de euros. Eso es lo loco del arte.

- ¿Qué esperás de esta gira?

- Siempre que voy a Tucumán me tratan bien, los quiero y me quieren. La verdad es que es un placer volver. Hace un par de años estuve dando clases de composición.

- El gran Jorge Cumbo te acompaña en un tema en tu nuevo disco. ¿Se le debe todavía un reconocimiento en el país como lo tiene internacionalmente?

- A los homenajes hay que hacerlos en vida, no post mortem. Quiero disfrutarlos, porque cuando uno se muere, ya no lo ve. Hace poco nos hicieron uno a los miembros de la trova rosarina. Cumbo pasó los 70 años, y no puede ser que no tenga un lugar más importante en la Argentina, cuando es adorado en Japón o en Francia. Grabé con él “Vidala para mi sombra”; cuando llegó al estudio, nos pidió 10 minutos para encontrarse con su aire y con él mismo. Cuando empezó a tocar, desplegó un paisaje de Akira Kurosawa con dos notas. Fue increíble, tiene una magia enorme y la desarrolló para dialogar con mi voz.

- ¿Cómo es tu vínculo con tus alumnos de canto y de música?

- Siempre siento el deber de dar lo mejor, todo lo que yo sé, y no guardarme nada. Interactúo y aprendo de sus preguntas y de sus inquietudes. Lo mejor que me puede pasar es que un alumno me toree. Hay que ver mucho a los grandes, al alma, al corazón y al fuego que ponen, porque hay cosas que no se pueden copiar, se tienen o no. Si la técnica no se acompaña con lo que se tiene adentro, podés ser afinado pero no le pasará nada a la gente con tu canto.