Fiesta Nacional de la Empanada
- El evento comenzará hoy y se extenderá hasta el domingo, en el renovado anfiteatro Luis Sandrini, en Famaillá.
- Abren Los Carabajal, Los Huayra, Emilio Morales, Las Voces del Boquerón, Illapas y Los Nuevos Cantores del Alba.
- Mañana actuarán: el “Indio” Lucio Rojas, Soledad Pastorutti, el Chaqueño Palavecino, Los Arrieros, La Zapada y el Dúo Renacimiento.
- Cierran: Sergio Galleguillo, Luciano Pereyra, Taa Huayras, Las 4 Cuerdas, El Chango Tobi y Julio Palacios.

“Nos despertamos pensando en empanadas, nos acostamos haciendo empanadas, y vamos a morir en Famaillá haciendo empanadas”, prometen Sandra y Valeria Velázquez. A estas hermanas las une la pasión por la cocina, en particular por las empanadas, y un sentimiento de pertenencia muy fuerte a su ciudad natal, Famaillá.

“Mis primeros recuerdos son el mesón de mi casa lleno de las empanadas que hacía mi mamá. Ella murió cuando yo era muy chiquita, pero mi abuela, que me crió, también cocinaba empanadas. Ellas me enseñaron. Vendíamos en la casa. Siempre fue un sustento familiar”, cuenta Valeria, de 42 años, seis hijos, dos nietos y actual campeona nacional de la empanada. Fue coronada el año pasado en la Fiesta Nacional de la Empanada, cuya nueva edición arranca hoy y se extenderá hasta el domingo.

LA MASA. Debe hacerse a mano y el disco debe ser bien redondo.

En 2017 se presentó por primera vez en el certamen. Juntó el dinero y alquiló un rancho. “Yo tenía un almacén. Vivíamos de eso y del sueldo de mi marido, que es trabajador temporario en el ingenio; cuando no hay zafra, casi la mitad del año tenía que viajar al sur, a la cosecha de la manzana o la pera. Pero decidí vender el almacén e invertir todo en el restaurante (lo bautizó El Palenque), porque a mí me gusta la gastronomía. Nos empezó a ir bien por lo que ya no es necesario que mi marido viaje durante meses. Durante la época que el ingenio no muele, trabaja conmigo en el negocio”, explica.

EL REPULGUE. El certamen exige 13 pliegos exactos en cada empanada.

Ahora, alienta a seguir el mismo camino a su hermana Sandra, también casada, también de 42 años y también con seis hijos, pero con seis nietos. “Trabajo de lunes a sábado en el restaurante de Valeria, y los domingos hago empanadas en mi casa. Vendo para mí. Tengo muchos clientes”. Sergio, su marido, trabaja en la cosecha del limón y pasa gran parte del año en las cosechas de frutas en el sur. Sandra se ilusiona con un buen porvenir en su elaboración de empanadas para no sufrir más su ausencia durante casi medio año. “Ojalá algún día tenga mi propio negocio”, anhela.

Apoyo mutuo

“Nos juntamos cuando teníamos 11 años, somos de madres distintas, compartimos el mismo papá y desde ahí no nos separamos más, nunca nos pelamos”, recuerdan. Conocen la presión y el estrés de participar en el certamen. Lo vivieron el año pasado, cuando Valeria se coronó campeona nacional. La mismísima Sara Figueroa -la primera campeona del festival, en 1979- evaluó su producción.

“Llevamos varios días preparando el rancho. No es nada fácil. A mí Sandra me apoyó mucho, y yo la voy a apoyar ahora. Cuando me han dicho que era campeona no paraba de llorar, era una emoción muy grande”, recordó la última ganadora.

Sergio, el marido de Sandra, será quien se encargue del horno. Las hermanas deben cumplir con los estándares que exige el festival: el perfecto horneado a leña, trece repulgues, el aroma justo, el amasado, la consistencia del relleno, los condimentos en su justa medida, y por supuesto, el jugo suficiente, que caracteriza las empanadas tucumanas.

Durante estos años, Sandra y Valeria elaboraron juntas el secreto de la masa. “Fuimos probando cuáles eran las mejores proporciones de harina, grasa y salmuera para que no caiga pesada”, cuentan.

Lo único que no comparten es el gusto por el limón. Sandra le exprime unas gotitas a la empanada. Valeria no lo hace nunca.

“Salir campeona de la empanada te convierte en embajadora de Famaillá. Cuando ganó Valeria, la llevaron a Buenos Aires. Y fuimos juntas, porque vamos juntas a todos lados. Íbamos a capacitar a unos cocineros de un restaurante de Palermo. Teníamos que caminar seis cuadras, tomar un subte, de ahí dos colectivos, y caminar ocho cuadras más. Yo ya me quería volver. Nos felicitaban y nos trataron muy bien, pero yo ya extrañaba mucho. A los 15 días volví. Valeria se quedó más días”, recuerda Sandra.

Las hermanas llegaron a hacer 5.000 empanadas en un día. Pero aclaran que las preparaciones de cada una tienen sabores distintos. “Son muy parecidas, pero el gusto no es el mismo”, coinciden.