Narra bien quien escucha bien, afirma Ana María Bovo, cuando se le pregunta qué hay de arte, y qué de don, en ese oficio de narradora de historias que ella ha asumido casi como una manera de transitar la vida. Un oficio, el de narrador, que no parece destinado a morir ni en estas épocas signadas por la impaciencia.

Actriz teatral, directora, narradora oral, escritora, Bovo explica esa vigencia: dice que a la gente siempre le ha gustado que le cuenten historias; que hay rituales que perduran desde los orígenes de la humanidad, como los relatos que se contaban alrededor del fuego. Y la herramienta, sugiere, siempre es la palabra, en sus más diversas expresiones, incluidas novelas como “La mujer del tiempo”, que hoy a las 20 presentará en Tucumán, en “El libro de oro” (Corrientes 532).

-¿Se aprende a narrar? ¿ O es un don que viene con uno?

- Creo que es una mezcla de un don y una conquista, como en tantos saberes que uno puede desarrollar. Pero hay una condición fundamental: la gente cree que narra mejor aquel que es de hablar mucho; pero yo creo que narran bien los que escuchan bien. Lo importante es que a vos te interesen las historias de los otros. Porque si caés en el encantamiento de tu propia voz, eso se va vaciando. Cualquier persona que sienta curiosidad por las historias ajenas va a a ser prudente contando las propias, va a tener la medida de qué es lo que les puede interesar a los otros, y qué no.

- “La mujer del tiempo” tiene mucho del folletín de los años 50, con temas que no pierden vigencia, como la sexualidad reprimida en una atmósfera provinciana, que podrían tentar a una lectora, Pero el personaje masculino es fuerte; y se plantea la paternidad como una incógnita...

- Cuando los editores me propusieron escribir una novela, se me presentó de modo caprichoso la imagen de esas casitas barométricas que había en las casas en los años 50, 60, esas casitas que daban el tiempo. El hombre daba el buen tiempo, y la mujer, el malo. Pero es una historia de amor. Yo he recibido devoluciones de lectores varones, fotos de lectores leyendo el libro en su sala de lecturas. Trato de escribir de la condición humana, independiente de los géneros. Le temo a la “demagogia”, por decirlo de algún modo, de construir heroínas. Hay una literatura que se pone de moda, y que la reivindica a la mujer en la ficción, cuando en la vida real vive lo que vivimos todos. Tantas condiciones heroicas tienen para mí todos los personajes, sean masculinos o femeninos, sin distinción de género.

- ¿Qué cambia entre la narración oral y la escrita?

- Yo había encontrado en mi primera novela una voz en primera persona; y me decían que escuchaban mi voz; pero yo les decía que hubiera preferido ausentarme, no estar interfiriendo con mi voz en el lector o en la lectura. En esta novela, yo me ausento con mi voz de narradora. Pero es cierto que la concibo a la escritura desde la oralidad. Yo me cuento las escenas, se me aparece el salón de baile, los veo a los personajes....

-¿ Cuándo decidiste que querías ser narradora?

- A los 37 años, después de un viaje al pueblo andaluz en el que había nacido mi abuelo: uno de esos pueblos blancos. Allí conocí a una sobrina de mi abuelo, una viejita de 87 años que estaba vista como la narradora del pueblo. Se llamaba Ana María, y cuando yo volví empecé a contar su historia, que era tan novelesca: era, aún a los 87 años, sierva de una mujer rica. También, en mi casa se narraba mucho. Y de pronto me di con esto, y me encontré diciéndome “quiero que digan de mí que soy una narradora de historias”.

- ¿ Por qué pensás que se mantiene el oficio del narrador, que reclama ritmos más pausados que los actuales?

- Yo creo que cuando la propuesta aparece, si quien narra toma conciencia de que lo hace sin segundas intenciones, sólo por el placer de proponer que se oigan historias, sin el deseo de “inocular el amor por la lectura”, tanto el chico como el adulto se disponen a escuchar historias. Lo que genera desconfianza es la funcionalidad. Desde mi experiencia, cuando no hay más que el deseo ancestral de reunirse junto al fuego, ahí la narración sigue funcionando.