Lograron descubrir al “malo” (a la “mala”, mejor dicho, porque es una proteína), y de ese modo -según la Agencia CyTA-Instituto Leloir- abren caminos para encarar la terapia del cáncer de mama según un nuevo paradigma. El estudio, del que también participaron investigadores de EEUU, fue realizado por científicos de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), dirigidos por Marina Simian, jefa de Laboratorio de Nanomedicina del Instituto de Nanosistemas; del Instituto Roffo, de la UBA, y del Conicet, y pudo establecer cómo hacen los estrógenos para estimular la proliferación del tumor que más afecta a las mujeres.

“Es un avance importantísimo -destacó Rubén Pedruzzi, oncólogo de la Maternidad tucumana-, porque entre el 60% y el 75% de los cánceres de mama tiene receptores estrogénicos positivos”.

De qué estamos hablando

Los estrógenos son hormonas útiles para (entre otras funciones) el desarrollo normal de la glándula mamaria, pero también responsables de la supervivencia de los tumores y de su resistencia a tratamientos. Y aquí es donde aparece “la mala”: una proteína adhesiva, llamada fibronectina, que potencia los estrógenos.

Los investigadores habían demostrado ya que la fibronectina boicotea el éxito del tamoxifeno y de otras terapias que bloquean estrógenos, un pilar del tratamiento en muchos casos. Pero ignoraban cómo lo hacía.

“Este fracaso de las terapias clásicas produce recaídas en casi el 40% de los casos. Si se logra actuar sobre el mecanismo, será un gran avance”, añadió Pedruzzi.

No era como creían

En el estudio, que acaba de publicar la revista “Journal of Cell Biology”, Simian y sus colegas revelaron que la proteína en cuestión “modula” el receptor de esas hormonas, lo que amplifica su acción. “El hallazgo cuestiona el actual paradigma que explica cómo funciona el receptor de estrógenos”, destacó otra de las investigadoras, la bióloga Rocío Sampayo.

Sucede que hasta ahora se pensaba que el receptor de estrógenos esperaba ser activado en el interior de las células, se comunicaba con el núcleo y promovía su multiplicación. Pero lo descubierto es que los receptores están ubicados en la membrana, y una vez estimulados por “la tramposa” viajan al núcleo dentro de unas “bolsas” llamadas endosomas. “Interferir en la influencia de la fibronectina sobre el receptor de estrógeno podría ayudar a tratar los cánceres de mama resistentes a los medicamentos”, insistió Simian.

Pero eso no es todo: el equipo también identificó estructuras de degradación de las células que destruyen los receptores de estrógenos: los lisosomas, y no sólo el proteosoma, como se pensaba. De hecho, para potenciar el efecto “negativo” de los estrógenos, la fibronectina lo que hace es retrasar la destrucción de esos receptores y prolongar su vida media. “Esto favorece la actividad de los estrógenos y promueve la multiplicación de las células de cáncer de mama”, explicó Sampayo.

Importantísimo

El equipo sigue avanzando: ya empezó a diseñar una nanopartícula capaz de interferir con la unión de fibronectina y su receptor. Y aunque todavía no hay aplicación clínica directa, las puertas que se abren son muchas. No sólo porque las terapias actuales que apuntan a disminuir su actividad no siempre son eficaces, sino porque también permite pensar opciones de tratamiento de otros tumores que dependen de la acción de hormonas, como el de próstata.