Hay una mujer sentada en la barra de un bar. Un hombre se acerca y le pregunta qué hace una joven tan linda sola en ese lugar. Ella lo mira de costado, y de reojo. “Hago lo que quiero... o lo mismo que vos, que estás solo aquí pasándola bien, ¿o no?”, contesta Catalina Ruiz. Tiene 29 años y trabaja en un banco. No le molesta que alguien quiera seducirla, pero sí que le hagan preguntas que suenen a cuestionamientos, dice al recordar esa anécdota.

A Mariela Canale (33, profesora de inglés) no hace mucho un compañero de trabajo la quería invitar a salir y le planteó, sin vueltas, que no sabía cómo hacerlo, que tenía miedo de decir algo y “quedar como un machista”. El joven también dudó a la hora de pagar la cuenta. Ella le quitó dramatismo a la situación diciendo: “o pagamos a medias o la próxima invito yo”.

Las dos situaciones sirven perfectamente para ilustrar lo que les sucede a muchos hombres en la actualidad: están desorientados, no saben cómo hacer para encarar a una mujer sin quedar como un machista anticuado e insensible.

La primera cita y la primera conversación son una prueba de fuego. ¿Querrá que la trate de igual a igual o esperará que me comporte como un caballero modelo siglo XIX? se preguntan muchos hombres que han sido educados para tratar con otro tipo de mujeres, más parecidas a sus madres tal vez, explica Gabriel Marco, director de Seducción Social Club. “Pero la cultura ha cambiado mucho en las últimas generaciones. Entonces, ellos no saben cómo tratar a las chicas que encuentran en la vida real. Hoy la mujer tiene un mayor poder de decisión y de consumo y una libertad sexual como nunca antes, y los hombres se sienten desconcertados. No nos queda otra que reeducarnos”, plantea el coach de citas, para quien la clave es relacionarse desde el respeto.

En un contexto en que la lucha por la igualdad de género atraviesa todos los ámbitos ¿hay nuevos códigos de seducción? ¿Será cierto que acciones como abrirle la puerta del auto o instarla a caminar por el lado de la pared ya no van más?

“Ahora no se les puede decir nada a las mujeres; directamente las ignoro para evitar problemas”, expresa Joaquín Rivas, en una convocatoria de Facebook para debatir sobre el tema. Rosario Castaño sostiene que le molesta cuando un hombre le dice “no se puede hacer nada para seducir, porque todo es acoso”. “No me parece tan difícil ver el límite entre una situación respetuosa en la cual ella responde y otra en la cual ponés incómoda a una mujer”, explica. “Uno se da cuenta cuando trata de acercarse a una persona si está interesada. La clave es acercarse con respeto y responder del mismo modo”, sostiene Erika Bulacio. Siendo auténticos es menos complicado, opina María Eugenia Cornejo. “No estamos en una guerra aunque parecería que sí lo estamos si decidimos entrar en ese papel ataque/defensa. Pero si mi intención de abrir el corazón es genuina, me parece que la clave es, tanto para mujeres como para varones, acercarse y animarse a expresar inclusive los temores de ser rechazado o incomprendido. Así se acortan distancias en vez de defenderlas”, opina.

A Mariana Sarria le molesta que la inviten a caminar del lado de la pared. No le parece que sea un acto de caballerosidad; al contrario, cree que es recalcarle que las mujeres son más débiles. Del otro lado está Romina Eustacchio, a quien sí le gusta tener al lado un caballero. Confiesa que extraña el chamuyo: “veo que ya ningún hombre te dice nada porque cualquier dicho, palabra o mirada pueden ser considerados acoso. Esto genera que se pierdan cosas lindas que existían antes, como los halagos, que hacían la conquista mágica y hermosa... y si eso me hace ser machista, lo soy”, sostiene.

David Lozano, cantante, también quiso dar su punto de vista: “hoy en día la mujer no confía mucho en el género opuesto, pero aun así no pierde las esperanzas de amar y de ser amada”. Las cosas han cambiado, pero la esencia es la misma, según el artista. “Les atrae que seamos atentos e interesados por lo que les pasa. Hay que respetarlas y ser honestos siempre. Un halago, con respeto y dicho a alguien de confianza, no puede ser tomado a mal”, resume.

No todas son iguales

Cada mujer es diferente y tiene necesidades distintas. Algunas quieren tomar la iniciativa, otras le dan un rol más activo al hombre. En líneas generales, lo primordial es el respeto y escuchar. Un no es eso, un no, aclaran los expertos consultados para esta nota.

“Hoy, cuando estamos intentando mostrar que ser mujer no es ser débil, gestos que la dejan como pasiva y a él como activo pueden ser leídos como una idea de dominación. No es fácil reaprender nuevos códigos de interacción entre hombres y mujeres para la seducción. En la actualidad, a una mujer empoderada no necesariamente le gusta que el hombre la aborde, y el hombre cree que ya no tiene estrategias porque no las conoce”, explica la sexóloga Mileva Pavicich.

La buena noticia, según la experta, es que la atracción seguirá existiendo. “El modo de expresarse es lo que hay que deconstruir para construir nuevos códigos, esos que signifiquen justamente respeto e igualdad”.

Lo mejor que pueden hacer los hombres con dudas es, según la experta, introducirse en el mundo del feminismo, para que puedan conocer a la mujer con esta mirada. Sólo así sabrán acertar en la forma de acercarse. “Estamos frente a un nuevo paradigma de relaciones igualitarias, y desde lo más visible como el derecho a la autonomía económica, dejar de asignarle roles o espacios domésticos a la mujer como condición para serlo, el matrimonio o la maternidad como el destino que debe desear... el cambio es inmenso e incluye la forma de relacionarnos y de conquista”, remarca.

Las generaciones más jóvenes parecen tener más clara la situación. No así quienes regresan a la soltería después de una separación. “Quizás ellos se encuentren con mujeres que dieron fin a una relación donde la igualdad no primaba. La igualdad hace que las cargas se repartan de manera equitativa y funciona como una balanza en equilibrio. A partir de ahí se puede construir juntos y dar inicio a guiones nuevos que expresen que ambos hablan el mismo lenguaje. Que puedan sentirse galanes porque entienden que las mujeres no siempre quieren lo mismo que ellos, que abordar a una mujer hoy puede ser con un juego de miradas donde cualquiera de los dos puede acercarse, como que pueden enamorar cuando asumen nuevas tareas como las compras del súper o llevar a los hijos al médico, o cocinar. Seducir a una mujer poniéndola en lugar de objeto deseado es el paradigma a deconstruir. Tendrán que conocer los ingredientes para armar las nuevas recetas que resulten en relaciones igualitarias y placenteras para ambos”, concluye.

El piropo, en caída libre

El piropo se encuentra en una verdadera caída libre. Aunque algunos puedan parecer cariñosos, muchos hombres prefieren ni recurrir a ellos por temor a que los acusen de acoso callejero.

La abogada Soledad Deza explica por qué este tipo de “halago” entró en decadencia: “erradicar el piropo de nuestra cultura machista ha sido una lucha importante del movimiento de mujeres, sobre todo de las jóvenes feministas ¿Por qué? Porque coloca el cuerpo en el lugar de objeto público que puede ser sometido a escrutinio. Por eso es indiferente el contenido sexual explícito o que pretenda ser una ‘galantería’, siempre será rechazado porque un extraño no tiene por qué sentirse con derecho a opinar sobre nuestros cuerpos. Se lo denomina también acoso callejero y configura un tipo de violencia simbólica. Interfiere directamente la esfera de intimidad corporal y puede incluso llevar a otro tipo de violencia -sexual- si no es resistido por las niñas, adolescentes y mujeres”.

“Pensemos que las jóvenes sobre todo, se ven asediadas con este comportamiento -sea acoso callejero o sexual- naturalizado a modo de conquista que en ocasiones obliga desde cambiar recorridos en la calle a reformular la forma de vestirse y hasta disuade de ingresar o permanecer en ciertos espacios públicos”, añade.

Deza explica que lo agraviante del piropo es cuando viene de la boca de extraños. Y por extraños no necesariamente debemos entender alguien a quien la mujer no conoce, sino también alguien con quien no comparte una relación de intimidad. Hoy por hoy -sostiene la experta- coincidimos muchísimo más que antes en que frases como ‘qué linda te viniste hoy’, de un compañero de trabajo, o ‘qué bien le queda ese suéter señorita’, de la boca de un profesor universitario, o ‘te hago de todo menos la tarea’, de un extraño en la tarde, nada tienen de galantería.

“Afortunadamente esto está cambiando y al menos en las generaciones de varones jóvenes se construyen nuevas masculinidades que han entendido el mensaje y buscan otras formas de relacionarse con las mujeres. Las miradas lascivas, las observaciones de contenido sexual sobre los cuerpos son autocensuradas por ser consideradas complemente fuera de lugar por ellos mismos. Este sí que es un cambio cultural importante. ¿Qué espera una mujer? No podría generalizarlo, pero seguro todas esperamos respeto”, resume.

“No hay que asustarse”

No se asusten: Las mujeres feministas no están en contra de la galantería. Ni se ofenden si las invitan a cenar. Todo lo que sea desde el respeto está bien. Además, entre un halago y el acoso callejero, gritarle o decirle algo grosero a una mujer hay un abismo.

Gabriel Marco, instructor de dinámicas sociales, coach de citas y fundador de Seducción Social Club (una escuela que dicta seminarios en todo el país para asesorar a los hombres en habilidades que los ayuden a relacionarse con las mujeres) nos deja algunos conceptos que pueden ser útiles:

“El feminismo ha cambiado y están modificando radicalmente el modo de relacionarse entre hombres y mujeres. Hoy ya nada es igual. Una vez que la mujer se hace dueña de su cuerpo y de su sexualidad se desata un poder social y erótico hasta ahora desconocido en nuestra cultura. La paradoja es que los hombres, que tanto se quejaban del viejo sistema, ahora no saben qué hacer con estas nuevas reglas de juego. En fin, el machismo está a la baja y los hombres que no se adapten a los cambios van a tener serios problemas a la hora de relacionarse con la nueva generación, que viene con valores totalmente distintos”.

Los roles

“Antes las cosas estaban claras: había un rol masculino y un rol femenino, relacionados con lo activo y lo pasivo, y los estereotipos. Básicamente, el hombre hacía todo, proponía (el hombre cabeceaba, sacaba a bailar, invitaba y pagaba, se hacía cargo de la mujer y de los hijos, etcétera) y la mujer “disponía”. Ahora, como los roles se desdibujaron y son más fluidos, y de ida y vuelta, muchas veces el hombre cae en la pasividad, y se detiene la dinámica del cortejo, y esto genera confusión y angustia. Por eso muchas mujeres dicen que ahora los hombres están histéricos”, explica.

En la era del pañuelo verde la caballerosidad va perdiendo efectividad por la sencilla razón de que nadie merece ser idealizado. El paternalismo machista puede llegar a ser una pesadilla para cualquier mujer. Ser caballero no es malo ni bueno, tal vez el problema pase por la palabra “demasiado”. Uno debería ser respetuoso y respetable con todo el mundo más allá de su género.

“Hubo una época de gloria del piropo, pero eso ya fue. En la actualidad se afianza la tendencia a considerar acoso callejero o violencia de género cualquier importunación de un desconocido. Y eso se está traduciendo en el derecho. En fin, desde nuestra academia social, donde enseñamos el arte evolucionado de la galantería, proponemos que antes que un piropo o un bocinazo preferimos iniciar una conversación casual para crear una situación social real. Iniciar y mantener una buena conversación, con individuos o con grupos, socializar, bailar, conectar con las personas, abrazar, y hacer el amor (con amor) son cosas que nadie se debería perder”.