Es sabido que el general Julio Argentino Roca tuvo desinteligencias, y fuertes, con Domingo Faustino Sarmiento. Pero eso no impidió al estadista tucumano valorar debidamente al autor del “Facundo”. En 1884, siendo presidente, Roca solicitó al Congreso fondos para imprimir las obras completas de Sarmiento. Logró la ley que así lo disponía y que promulgó el 12 de septiembre.

En el mensaje respectivo, decía que “el proyecto de ley que el Poder Ejecutivo tiene la satisfacción de someteros, responde al doble propósito de facilitar la adquisición de esas obras, extendiendo al mayor número los beneficios de la enseñanza provechosa que encierran”; y también “acordar, al autor de ellas, una limitada compensación a que tiene justos y reconocidos méritos”.

Agregaba que el Congreso “sabe, lo mismo que el Poder Ejecutivo, cuántos otros servicios debe la República a este ciudadano, que de los empleos más humildes ha alcanzado todas las eminencias del poder, y que en el desempeño de todos los cargos supo proceder con labor e integridad”.

En lo referente a sus trabajos escritos, decía que “las obras del señor Sarmiento representan una vida entera consagrada incesantemente a los intereses de la Nación, y son el fruto de una inteligencia superior y de una ilustración vastísima, puestas al servicio de un propósito eminentemente patriótico y profundamente humanitario”.

En su artículo de 1941, “El sendero de los próceres”, el tucumano Mario Bravo, al reproducir párrafos de aquel mensaje, comentaba que en esos momentos Sarmiento estaba empobrecido. “A tal situación había llegado, entrado ya en el crepúsculo de la vida, el hombre que había cruzado por la historia de la patria haciéndola, como el artista que elabora sin pensarlo su inmortalidad en la arcilla primaria y misteriosa que modelan sus dedos”. En ese sentido, el mensaje de Roca “condensaba, en un párrafo, toda la biografía”.