Luciana Casmuz (35) tenía hace cuatro años la vida que siempre había soñado: un esposo, dos hijos saludables a los que vestía con ropa de marca y los llevaba cuidadosamente a sus controles médicos, los vacunaba y les dedicaba todo su amor. “Pensaba que mientras yo los abrazara no les iba a pasar nunca nada”, recuerda. Hasta que de repente, en un paseo familiar de domingo, su vida dio un vuelco de 180 grados. Fue un segundo. Un camión se vino encima del vehículo en el que ella, sus dos pequeños hijos, su hermano y su cuñada viajaban hacia Las Termas del Río Hondo. Nunca más volvió a ver a sus niños.

Todo se salió de su lugar aquel 31 de agosto de 2014. Luciana recuerda que desde ese día entró en una especie de dimensión desconocida. En su casa había tanta tensión que por momentos se podía cortar el aire con un cuchillo. “Esto va contra todo lo que uno está preparado en la vida. Es lo más inesperado, lo que nadie quiere jamás que le pase. Porque se te caen todas las estructuras. A vos te preparan como padre para otra cosa, para verlos crecer, para el primer día de primer grado, su comunión, etcétera. Y en un segundo no tenés nada”, explica.

En una situación al límite, como la que atravesó Luciana, parece muy fácil perder el control de las emociones. Es lo que le ocurre al personaje de la película argentina más vista del año, “Animal”, que protagoniza Guillermo Francella. En este film, el actor se enfrenta a la desesperación que le provoca necesitar de un órgano para seguir viviendo, algo que en su vida jamás se había planteado. Creía tener todo bajo control. Y entonces aflora su “animal” interior.

“No poder controlar lo que sucede genera mucha frustración”, admite Luciana. Luego de la tragedia que vivió se convirtió en instructora de yoga, maestra de Reiki y especialista en biodecodificación. “Normalmente queremos tener todo bajo control, creamos muchas expectativas. Pero ocurren cosas que nos hacen dar cuenta de que no todo depende de nosotros. Ante esas situaciones límites, se desregula nuestro sistema emocional”, explica.

Impulsos

¿Podemos controlar las emociones en situaciones límites? ¿Debemos hacerlo? ¿O, por el contrario, hay que dejar que afloren? La psicóloga Graciela Chamut explica que todos somos “animales impulsivos” en el fondo. “Sucede que la civilización, la educación, nos imprime un barniz que hace que no reaccionemos ante las cosas como lo haría un animal. Al menos así debería ser. Sucede que a veces la vida te frustra, te genera una situación imposible de sobrellevar, y no todos pueden reaccionar de la misma forma, o controlar ese animal interior. Algunos reaccionan con violencia, otros se refugian en las drogas”, remarca.

Según Chamut, las emociones deben salir, aunque no es la mejor opción que lo hagan abruptamente. “Tapar una olla a presión nunca es bueno. Si las emociones no salen, quedan ahí, y pueden generar enfermedades. Lo ideal sería que salgan de una manera civilizada. Hay distintas maneras de liberar las emociones: una es poner en palabras lo que pasa. La otra, con ejercicios de descarga física”, remarca.

“Desde la biodecodificación vemos que toda emoción fuerte vivida en soledad puede generar una enfermedad. Por eso, es necesario dejar salir lo que sentimos. La cuestión es cómo lo sacamos porque no es fácil dominar ese buey interior”, comenta Casmuz. Confiesa que una vez, tras el accidente en que perdió a sus pequeños Ramiro y María Emilia, se preparó con toda su ira para ir a increpar al camionero. Algo la frenó. “Me puse a pensar que él también estaba sufriendo por lo que pasó. Nadie se levanta a la mañana diciendo: ‘hoy voy a arruinar una familia’. De eso se trata: cada uno tiene adentro un dios y un diablo. Es nuestro trabajo decidir a cuál de los dos vamos a alimentar”, señala.

Según Luciana, en momentos de ira y desesperación es común que aflore nuestro “cerebro reptiliano” (se le dice así cuando el instinto para sobrevivir domina el comportamiento y el pensamiento). “Por eso es importante desarrollar el otro cerebro, el más humano. Poner un freno, mirarse a través de los otros, como un espejo. La mejor forma de enfrentar una situación límite es conociéndonos, y reconociendo que somos finitos, que no tenemos el control sobre todas las cosas que pasan... solo somos un granito de arena en esta enorme playa”, señala.

Meditación

Puntualmente, ¿qué hizo ella para salir adelante de su situación límite? “Cada día que me levanto hago un vaciamiento de mi corazón y me olvido de todos los rencores, me libero. Hago meditación. También trato de hacer algo nuevo siempre: elegir un camino distinto para llegar a mi trabajo, peinarme con la mano izquierda si siempre lo hago con la derecha... eso me permite salir de mis estructuras, de esa sensación de que todo lo puedo controlar”, detalla Luciana, que ha vuelto a ser mamá hace poco y que está dispuesta a sentarse frente al camionero que protagonizó el choque en 2014 para decirle que ya no tiene rencores.