“La idea eje de esa trilogía es la independencia, la que fue y la que aún nos debemos: “la patria grande”, afirma Marcos Rosenzvaig, cuando reflexiona alrededor de “Cabeza de Tigre, la patria que nos robaron”, “Monteagudo, anatomía de una revolución” y “Perder la cabeza, los amores que la historia no perdonó” (de próxima aparición).

“Estas tres novelas ‘históricas’ que bien podrían ser consideradas anti-históricas, nacieron del encuentro entre la historia y la verosimilitud de los personajes. Y así como una idea es la independencia, la otra es el exilio y el amor, no de personajes forjados en el bronce sino de seres con sus contradicciones, sus heroísmos y sus bajezas”, le dice el escritor tucumano a LA GACETA. “La historia -continúa- es un tejido de bajezas y de crueldades donde brillan algunas gotas de pureza de tarde en tarde, dice Simone Weil. Yo rescato esas pequeñas gotas y de allí ficcionalizo la historia haciendo de ella una novela”.

- Tanto en “Monteagudo” como en “Cabeza de tigre”, que acaba de presentar en el Mayo de las Letras, juega entre el pasado y la historia reciente...

- El presente más próximo a nosotros es el de un estudiante que huye en la época del terrorismo de estado; une las tres novelas que se pueden leer de manera independiente. El pasado es el de la cabeza de Marco Avellaneda que le habla a una mujer que ama (Perder la cabeza), el de Bernardo Monteagudo se construye a partir del diálogo entre él y el médico forense en la morgue judicial, inaugurada en 1917. Y en “Cabeza de Tigre”, pasado y presente se funden en la historia de una mujer desaparecida (años ‘70) y las Actas del Congreso de Tucumán robadas en “Cabeza de Tigre” y buscadas por un descendiente del chasqui Cayetano Grimau.

- ¿De qué habla la metáfora del acta de la independencia robada, en “Cabeza de tigre”?

- La metáfora que se instaura en la novela es la de un país sin partida de nacimiento original. Nosotros, en el presente, tenemos copias de esas Actas, el original se perdió. La ausencia de esas Actas cuestiona un tema que nos construye como patria: la identidad.

- ¿Cómo encarás la investigación de las fuentes históricas?

- La historia cabalga desde el momento en que me enamoro de un personaje y frecuento los archivos, cartas y bibliotecas. No soy historiador. Me sirvo de la historia, siento una fascinación por aquello que ocurrió y que puedo imaginarlo y volverlo a hacer presente de otra manera, sin embargo, algo de lo que fue estará allí. La historia es una cita con la ficción en la novela, y con la construcción de personajes históricos que tienen la carnadura de quienes no piden ser admirados por sus virtudes, sino que se los comprenda. La imagen del héroe se conserva en mí con el brío de los que vencen o son vencidos, pero que conservan hasta lo último su grandeza. Y yo quiero rescatar esa utopía que nos hace íntegros, la que este sistema hace añicos.