LA MISA DE HOY

PBRO. MARCELO BARRIONUEVO

“En aquel tiempo contaban los discípulos lo que les había acontecido en el camino y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan. Mientras hablaban se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo: ‘Paz a vosotros’. Llenos de miedo por la sorpresa creían ver un fantasma. Él les dijo: ‘¿por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?’”

En esta contraposición entre alegría y temor viene a estar la historia de cada alma que pasa del pecado a la conversión, de cada hombre a quien Cristo llama a la fe y lo hace suyo. De este modo, el hombre que no había reconocido a Jesús y que lo había condenado es invitado a convertirse, mediante un misterioso don de gracia, en el buen terreno que hace nacer y fructificar la semilla con abundancia (cfr. Lc 8,15).

El llamado al cambio implica arrepentirse y cambiar de vida, y constituyen los momentos esenciales de la conversión. Arrepentirse es obtener un sincero y profundo dolor de nuestras culpas y pecados; de los personales, pero también de los que caracterizan a nuestra época y a nuestra sociedad. Nuestro dolor deberá ser sincero y verdadero, capaz de cambiar radicalmente los sentimientos del alma, iluminado por la esperanza de podernos transformar y de conseguir el perdón. Ese perdon lleno de Misericordia nos da nueva luz para entender la vida y la misión que debemos realizar en la Tierra.

El Señor les pregunta por qué tienen miedo, les exhorta a que tengan confianza, a que no duden. Esa es la realidad del hombre moderno: un ser humano lleno de miedos e incertidumbres, muy tecnologizado y menos humanizado, muy comunicado pero más que nunca individualista y autorreferencial.

Los hombres conocen muchos misterios de la vida, pero cuanto más saben mas inciertos se encuentran; el Señor los llama a la confianza que da la fe, la vida que se funda en la presencia de Dios en nuestras vidas.

Sepamos que la vida está llamada a desarrollarse en el mejor de los servicios, que es anunciarlo a Dios en medio de los débiles y más necesitados. El mejor testimonio de que Cristo resucitó es hacernos cargo de la resurrección de muchos hermanos que todavía siguen muertos por el pecado o por las fragilidades que la sociedad les presenta como idilios de vida.

No tengan miedo, confíen en el Señor que da sentido, contenido y significado a la existencia.