Las plataformas digitales presentan hoy un abanico de posibilidades a la hora de buscar con qué entretenerse. Pero los chicos también pueden jugar, reír, sentir y emocionarse con un amigo antiguo: el libro. ¿Algunos lo prefieren hoy en formato papel? ¡Claro que sí! “Porque no hay que descuidar las costumbres que construyen la fantasía y el mundo interno de un niño, como el hábito de leer en papel. Esto permite fomentar la imaginación mucho más que lo que permite lo visual”, sostiene Mariela Ventura, doctora en psicología y docente en la UNT.

“Es un hecho que la tecnología ha modificado ciertas costumbres, entre ellas, el momento de la lectura del padre al hijo”, dice Ventura, y explica que los chicos hoy leen igual que antes pero de manera diferente, por lo que sugiere aprovechar las nuevas formas de lectura y escritura que ofrecen las plataformas multimediales.

Aunque el hábito de leer un libro -en soporte papel- es una tarea verdaderamente difícil, según la profesional, es el fin de todo padre: insertar a su hijo en la cultura y en la sociedad. Esto se produce gracias a la construcción simbólica que le aporta herramientas para aprender, fantasear, pensar y jugar con los propios deseos y temores (absolutamente indispensables para encontrar sentido a la vida). “Este tipo de estructuración a través de la lectura no es que hoy se haya perdido sino que tomó otras vías que los padres no deben desconocer. Tienen que encontrar otros modos de relacionarse con sus hijos y ofrecerles esos espacios de estructuración del psiquismo”, explica.

Cuando un padre le lee cuentos a su hijo, hay todo un gesto de protección o de comunión mediada por la voz, y posibilita la construcción simbólica del espacio de ese niño, explica Ventura, y detalla: “el libro es estructurante de la imaginación y de la fantasía. Hoy podemos decir que hay otros modos constituyentes de ese espacio en los que, tal vez, el padre se encuentre más alejado”.

Para Carolina María Ferreyra -psicóloga especialista en evaluación- la lectura es una herramienta de estimulación que cimienta las bases del pensamiento cognitivo, y explica: “los chicos que no tienen el hábito de leer suelen carecer, en su casa, de un lugar adecuado para tal fin, o directamente no tienen libros”. Para la profesional es muy importante que los chicos cuenten con un espacio propicio de desarrollo del hábito de la lectura, como una biblioteca que esté al alcance de sus manos, literalmente. Así se les facilita obtener el libro cuando ellos lo deseen, sin la necesidad de esperar al adulto.

La lectura es un espacio que los padres deben estimular en sus hijos, opina Silvia Giraudo, profesora de Letras y dueña de una librería. “No es culpa de la computadora ni de la tablet ni del celular que el niño no lea; es culpa de la falta de estímulo. Los artefactos digitales son herramientas que hay que saber usar. El mismo cuchillo que sirve para matar se utiliza también para operar y salvar vidas. Todo depende de cómo usés las cosas”, afirma. El niño aprende mirando a sus padres: “si ve que en su casa el libro circula como objeto cotidiano, tarde o temprano va a leer”, sostiene.

¿Le lees a tu hijo?

Aielén Cardozo, mamá de Azul, cuenta que su hija siente curiosidad cuando la ve estudiando e intenta copiarle. “Al leerle ella se da cuenta de lo que estoy haciendo cuando tomo mis libros de abogacía”, cuenta. Para ella, es muy importante inculcar un hábito de lectura para desarrollar la creatividad de la nena. “Mi hija tiene dos años y medio, pero sé con seguridad que ella entiende. Leerle significa transportarla a un mundo desconocido (como cuando le leo en otros idiomas), entonces, se entretiene y eso, para mí, es una satisfacción increíble”, expresa.

La mamá de Juan Ignacio, Daiana Muratore, trabaja y estudia. Cuenta que el trajín de su día a día le limita poder leerle a su hijo tantos cuentos como ella desea. Su poco tiempo libre vale oro y se lo dedica a él, generalmente antes de dormir aprovecha para contarle alguna historia. Según su mamá, “Thiago” está muy apegado a los dispositivos digitales: “si tiene la posibilidad de hojear algunas páginas no lo prefiere. Podría consolarme pensando que la lectura también está en el mundo digital, pero nada se compara con un libro en papel”. Leer significa -afirma- viajar a través de simples páginas, por eso se entusiasma cuando ve a su hijo leyendo un cuento infantil, aunque sea por un ratito.

Distintas opciones

Según el recorrido que hizo LA GACETA por algunas librerías céntricas la oferta de libros infantiles es tan amplia como los temas que tratan.

De cero a cuatro años

se sugiere trabajar la psicomotricidad, la atención, la interacción, entre otras cosas. “A esta edad el niño puede disfrutar de un libro sólo con la ayuda de un adulto, de lo contrario se le hace difícil”, cuenta Facundo Hasbani, encargado en Cúspide. Algunos títulos que recomiendan para esta etapa son: “Mi libro de colores”, “La Comida”, “El cuerpo”, “La higiene” (que enseñan a diferenciar los colores, las formas y hábitos fundamentales) y “Chapuzón” (el típico sumergible para la hora del baño). Vienen en distintos formatos: de tela, de goma eva, de cartón -entre otros- para que el pequeño no los rompa ni se lastime con las puntas.

De cinco a siete

Comprende libros dedicados fundamentalmente a las letras y a los números, por lo general didácticos o de actividades. En esta etapa los temas empiezan a ramificarse, según José Alfredo Núñez, encargado en el Ateneo: van desde los cuentos clásicos y cortos (para que no se cansen) hasta los que presentan protagonistas de nuestra cultura, como “Liga de Antiprincesas” -o Antihéroes para los nenes-, con protagonistas como Eduardo Galeano y Frida Kahlo.

De ocho a 12

Se tratan temas totalmente novedosos como las familias no convencionales, el abuso sexual o la pérdida de algún ser querido. Algunos de estos libros son: “De familia, en familia”, “Mi familia es de otro mundo”, “Clara y su sombra”, ente otros. “Yoga para niños” es una alternativa para que los chicos aprendan a relajarse, mejoren su postura y aumenten la autoestima, la atención y la memoria. También se presentan los cuentos clásicos pero “regionalizados”, como “Caperucita Roja del Noroeste”, una pequeña guagüita de la Quebrada de Humahuaca. Además la influencia de los youtubers o personajes de las redes sociales suman títulos: ellos también escriben y son muy elegidos por los jóvenes.