El martes 5 de diciembre, el equipo del Laboratorio de Telecomunicaciones de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNT (Facet) gritó su propio “Eureka”. Cuenta el líder del grupo, Miguel Angel Cabrera, que el reloj marcaba las 12.43 cuando la computadora captó la traza del eco de una señal de radio transmitida y recibida desde la ionósfera, Fue gracias a un radar diseñado por ese equipo que trasunta un aire a lo “Big Bang Theory”. Una salvedad: aunque el reloj marcaba las 12.43, este hecho científico quedó, para el registro, a las 12.44. “Fue nuestro homenaje a los 44 tripulantes del ARA San Juan”, explica Miguel.
Es la última semana del año, y los integrantes de este equipo en el que confluyen ingenieros electrónicos, doctores en Física y en Informática y estudiantes de grado de la Facet explican, en una ronda con LA GACETA, por qué sienten que están haciendo historia. “Sólo un selecto grupo de países desarrollan sondadores. Argentina se integra a ese grupo desde la UNT. Y eso muestra que disponemos tanto de los recursos humanos como de la tecnología de desarrollo local para hacerlo”, coinciden los ingenieros Fernando Miranda Bonomi y Mariano Fagre y la flamante doctora en Informática María Graciela Molina, ante la escucha atenta del alumno José Prados. “Somos el primer equipo que desde la Argentina diseña un equipo con estas características; estos sistemas siempre han sido importados. Este es un gran paso para la investigación sobre alta atmósfera terrestre en Tucumán y Argentina”, agregan.
Lo que el equipo liderado por el ingeniero y doctor en Física Miguel Cabrera desarrolló es un tipo de radar que permite estudiar la estructura de las capas altas de la atmósfera terrestre, donde los gases se encuentran ionizados: la ionósfera (la parte de la atmósfera de la tierra que está comprendida entre los 90 y los 2.000km de altura). “Este sistema emite ondas de radio que se reflejan en la atmósfera y retornan desde diferentes alturas como un débil eco. Estas ondas de muy baja potencia son convertidas en señales eléctricas, que deben ser amplificadas adecuadamente y procesadas mediante cálculos con matemática de tiempo discreto, aplicando algoritmos computacionales para despejar la señal del ruido”, precisa Cabrera.
Usos estratégicos
¿Para qué sirve el sondador de ionósfera? Alguien del equipo enumera: para el diseño de radares que protegen el territorio y el litoral marítimo; para compensar errores en sistemas de posicionamiento satelital (GPS); para navegación marítima y aérea, guiado de vehículos terrestres, telecomunicaciones, industria aeroespacial y otros sistemas que utilizan señales que se propagan por esta parte de la atmósfera de la Tierra.
De hecho, el Laboratorio de Telecomunicaciones de la Facet tiene acuerdos con organismos tales como el Ministerio de Defensa de la Nación o Invap; y ha dado servicios de consultoría a Minera Alumbrera y a la Fundación Lillo, entre otros organismos.
Fagre, que trabaja en el convenio con Invap, explica que a la empresa radicada en Río Negro le interesa conocer el estado de la ionósfera en relación con el posicionamiento de los aviones al aterrizar. “El conocimiento aplicado al diseño de un sondador ionosférico -prosigue Miranda Bonomi- es similar al que necesitamos para diseñar un ecógrafo para medicina, un sonar marítimo u otros sistemas de sensado remoto mediante ondas sónicas o de radio”. Entre las apuestas futuras está la de exportar el desarrollo a través de la Unidad de Negocios de la Facet.
Marconi y los fenicios
Cabrera retoma ese concepto. Dice que el sondador -que por ahora es un prototipo que inicia un período de prueba- es el producto de una tarea multidisciplinaria y colaborativa que trasciende cátedras, instituciones y países. “Siempre les digo que para ser parte de nuestro Laboratorio tienen que tener el pasaporte listo”, se ríe el científico. De hecho, para llegar a este desarrollo, el equipo trabaja en distintos proyectos con el Ministerio de Ciencia, con el Conicet, con el Centro de Investigación sobre Atmósfera Superior y Radiopropagación (UTN), con el Instituto Nazionale di Geofísica e Vulcanología (Italia), con el Instituto Nacional de Pesquizas Espaciais (Brasil), con el Instituto de Atmósfera (República Checa) y con el International Centre for Theoretical Physics (Italia).
Otra salvedad: no sólo de algoritmos y modelos matemáticos vive este grupo. El entusiasmo del director del equipo trasciende el desarrollo puntual: podría decirse que el sondador es para ellos parte de un proyecto mucho más vasto y antiguo, que consiste en encontrar los mecanismos adecuados para escrutar los misterios más insondables del cielo y del espacio. No en vano, a lo largo de la charla se suceden los fantasmas de Marconi (“fue la internet de la época”), de Arthur C. Clarke (el autor de “2001 Odisea del Espacio” fue un adelantado en proponer el uso de satélites espaciales para las comunicaciones globales); y de los antiguos navegantes fenicios, aquellos que por las noches se dejaban guiar por las estrellas y que son la cuna del GPS.