Afuera, los chicos jugaban descalzos en el agua de lluvia estancada en uno de los pasillos sin pavimento de La Costanera, cerca del río Salí. Adentro, Elsa Gómez llevaba una silla a la sombra de un árbol y se acomodaba con Priscila, de 8 meses, en el patio de su casa.

El calor agobiaba, así que la tenía desnuda, envuelta en una sábana de cuna, sobre su regazo. La bebé es la menor de los seis hijos que viven con Gómez. El único ingreso del hogar son tres Asignaciones Universales por Hijo (AUH), que recibe por los más chicos. Priscila, que miraba curiosa y reía a carcajadas, es una de las 8 millones de niñas y niños alcanzadas por el cambio de fórmula de movilidad de AUH y asignaciones familiares, aprobado en el Congreso dentro de la ley de Reforma Previsional, según las estimaciones del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec).

“Es una miseria el valor en el que está la AUH, una miseria. No tengo para pagar la deuda del préstamo Argenta que pedí para comprar materiales para hacer una piecita más -tampoco la pude hacer-. Cobro $ 1.100 de cada AUH. Me cuesta un montón estirar la plata para vestir y darles de comer a mis hijos. Me preocupa porque ya no sé cómo voy a hacer”, explicó resignada Gómez, de 42 años. Como está separada y su ex pareja no le da dinero, ella no puede trabajar porque -explicó-, no tiene quién cuide de los niños.

La AUH está actualmente en $ 1.412. Con la reforma, en vez de aumentar en marzo a $ 1.616 (una suba del 14,5% con la fórmula derogada), pasará a $ 1.492 (5,7%). Es decir, $ 80. La familia Gómez, que ahora subsiste por menos de $ 4.000 (por el descuento del crédito), desde abril se las deberá ingeniar con $ 4.200 (en marzo todos los beneficiarios de AUH percibirán un bono compensación por única vez de $ 400).

De acuerdo a un informe de la Cippec, la sanción de la reforma afectará a 4.124.958 niñas, niños y adolescentes que reciben asignaciones familiares y a 3.947.893 niñas, niños y adolescentes que reciben AUH (el beneficio alcanza hasta el quinto hijo menor de 18 años, que asista a la escuela). Las Asignaciones Familiares contributivas (AAFF) y las AUH son dos de los tres canales por los que el Estado transfiere recursos a las familias con menores de edad. La tercera vía son las transferencias que se realizan a partir de la deducción por hijo al impuesto a las ganancias.

Comida, ropa y salud

A pesar de las complicaciones para dar de comer a sus hijos, Gómez contó que su preocupación es su hijo de 21, que es adicto al paco (residuo de la producción de cocaína a partir de pasta base). “Hace cuatro días que no viene a dormir a la casa. No sé qué hacer”, lamentó.

En la zona del barrio en la que vive Gómez no hay pavimento, cloacas, red de agua potable o alumbrado público. El sector aún no se benefició por las obras del Programa de Mejoramiento Barrial (Promeba), que pavimentó y dotó de servicios en los últimos años a otros puntos de la barriada. “Aquí llueve y en la casilla me falta un tanto así para que el agua tape la cama”, describió Gómez, mientras marcaba entre sus manos una distancia de entre 10 y 15 centímetros -Priscila imitó el gesto con sus manitos-.

“No me parece bien que ahorren con los jubilados y los chicos. No digo que con la asignación nos den para que los chicos tengan todos los gustos pero... Ahora no les puedo comprar yogur porque o tengo para lácteos o para comprar pan”, continuó la mujer.

¿Qué les diría a los diputados y senadores que dieron su voto para la reforma?, le consultó LA GACETA. “Les preguntaría si son felices, si pueden comer todos los días con sus sueldos. Y si piensan que las familias de la gente sin trabajo, como la mía, pueden vivir apenas con las AUH”, lamentó Gómez. Los senadores José Alperovich, Beatriz Mirkin, Silvia Elías de Pérez y los diputados José Cano, Beatriz Ávila, Pablo Yedlin, Facundo Garretón y Gladys Medina fueron los tucumanos que avalaron la ley de Reforma Previsional promovida por el presidente, Mauricio Macri.

“Ya no podremos cenar”

M.J. encendía un poco de fuego con basura para calentar la pava, a un par de cuadras de la casa de Gómez. M.J. (26 años y cuatro hijos), tomaba mates junto con su mamá, S.P. “Vivimos con mi mamá y mis hijos, con cuatro AUH y un plan de ella”, comenzó a narrar la joven mamá, antes de permanecer unos minutos en silencio. “Lo que pasa es que ella es adicta al paco. Se está recuperando pero en la última recaída le empeñó la tarjeta débito y el DNI a un transa de aquí. Le dimos de baja a la tarjeta, pero no puede hacer de nuevo el trámite hasta que le llegue el nuevo documento. Estos meses se nos hace más difícil”, cortó el silencio S.P. (las mujeres accedieron a hablar con este diario si se preservaban sus identidades).

S.P. continuó el relato: “lo que pasa es que mi hija se puso muy mal hace unos años, y anduvo drogándose mucho, incluso durante el último embarazo. La veías y era un esqueleto embarazado, de lo flaquita que estaba. Si se achican los aumentos de la AUH la verdad es que la pasaremos peor de lo que estamos. Cuando estamos mal no comemos a la noche, nos ponemos a tomar mate y a mis nietos los mando a comer a las casas de vecinas. Ahora ya no podremos cenar más. ¿Sabés lo que es que tus nietos te digan llorando: tengo hambre?”.

Necesidades

En otro punto del barrio, Mercedes del Valle Ponce jugaba con su hijo y su sobrina. “Ahora no alcanza para nada, tengo un hijo y es muy poco (el monto de la AUH). Mi hermana está en la misma situación, que tiene una hija, y cobra menos porque pidió un préstamo Argenta”, narró la mamá.

“Cuando vuelvan los políticos (durante una campaña) nadie les va a recriminar. La gente agradece cuando le dan una mano, si vienen y les dicen que los llevan para votar van a ir. En mi familia muchos aceptamos cuando es así. Cuando había marchas nosotros íbamos por un bolsón o dinero, porque hay mucha necesidad”, respondió Ponce cuando este diario le consultó por su reacción si alguno de los diputados o senadores que votaron a favor de la reforma vuelve al barrio antes de una elección.