La llegada de Rubén Forestello a San Martín se dio por varios motivos. El equipo, sin bien no perdía en la B Nacional, mostraba signos que no eran esperanzadores. En 12 partidos de esta temporada, el “Santo” nunca se mostró letal; le costó horrores ganar y parecía un equipo cansado, débil, sin ideas y con algunas lagunas que lo volvían permeable.

El 0 a 0 en Jujuy, donde San Martín pateó una sola vez al arco de Gimnasia en 90 minutos, fue la gota que colmó la paciencia de la dirigencia. Se cortó por lo sano removiendo de su cargo a Diego Cagna que, por otra parte, parecía tener más la cabeza en Colombia (cuatro días después firmó su contrato con Atlético Bucaramanga) que en La Ciudadela.

Y a partir de ahí, la directiva “santa” comenzó a buscar su reemplazante hasta toparse con “Yagui”, quien reunía todas las características que pedían en Bolívar y Pellegrini. Uno de los puntos que se le recriminó al equipo en la primera parte del torneo fue su falta de ideas y su lentitud de mitad de cancha en adelante. Cuando asuma el 3 de enero, Forestello intentará cambiar ese aspecto.

Sus equipos no lucen demasiado pero son pragmáticos. Apuestan a atacar rápido cada vez que tienen el balón y tratan de sacarle el máximo rédito a cada llegada al arco rival. “Yagui” apuesta a que sus equipos sean ofensivos sin perder el orden táctico que evite quedar descompensado en el retroceso, otra falencia que más que un error fue un dolor de cabeza para San Martín durante el último semestre.

Otro punto que se le criticó al entrenador saliente es que nunca mantuvo el mismo equipo en cancha. De hecho, sólo lo repitió en dos ocasiones durante las primeras jornadas del campeonato. Forestello, en cambio, banca a sus jugadores incluso cuando las papas queman y le gusta que sus equipos salgan de memoria. Tiene mucha personalidad; es un gran motivador y sabe salir de situaciones complicadas.

La dirigencia “santa” pareció tomar nota de las falencias del equipo y apuntar a que el elegido sea capaz de solucionarlas. En los papeles parecen haber dado en la tecla. Sólo queda esperar que el equipo salga a la cancha y la transformación se haga realidad.