Hace poco más de un año, un sentimiento de orfandad inundó a Atlético cuando la sorpresiva renuncia de Juan Manuel Azconzábal lo dejó, de la noche a la mañana, sin el arquitecto del proyecto que lo había llevado de la B Nacional a la Copa Libertadores.

Quien quiera que fuera su reemplazante debía llenar unos zapatos muy grandes. Y le tocó a Pablo Lavallén hacerse cargo del desafío. Atlético sorprendió apostando por un entrenador joven, cuya única experiencia en el cargo era una temporada en San Martín de San Juan. Un 3-0 sobre Quilmes marcaría el inicio de un ciclo que duró un poco más de seis meses, en los que Atlético mostró dos caras bien diferenciadas. En el plano internacional fue revelación: se clasificó a la fase de grupos luego de superar dos llaves complicadas, ante El Nacional y Junior de Barranquilla. En la primera, Lavallén mostró su faceta religiosa al proclamar “¡Dios es justo!”, en protesta por lo que él consideraba una maniobra turbia del club ecuatoriano para que Atlético no llegara a Quito, y luego al asistir a un templo evangelista para dar gracias por la clasificación. Y aunque no pudo llegar a los octavos de final, sí logró al menos el boleto a la Sudamericana.

Distinta fue la realidad en el torneo local, donde la magra cosecha de puntos terminó precipitando su renuncia, antes del final del certamen. “No sé cómo llegamos a esto. Me voy porque no quiero hacerle daño al club”, explicó Lavallén. En sus 196 días al frente del “Decano”, cosechó nueve triunfos, siete empates y 12 derrotas.

La dirigencia “decana” se la vio venir y por eso, en menos de 48 horas ya tenía abrochado a su sucesor: Ricardo Zielinski, con más de 20 años de experiencia y reconocido por su exitoso ciclo con Belgrano. “Venir a trabajar en una provincia que respira fútbol es una satisfacción”, aseguró en su presentación el “Ruso”, cuyas creencias están más cerca del campo de juego que de la iglesia. Con un plantel renovado logró sostener a Atlético en la senda del éxito: alcanzó la final de la Copa Argentina y metió una vez más a Atlético en la Copa Libertadores. Su pata floja sigue siendo la Superliga, donde marcha en mitad de tabla. Pero tratándose del equipo argentino que más partidos jugó en el año, no se le puede pedir más.