“Yo nací con las flores; estoy con las flores”. Así se define Rubén Darío Erazu, tal vez el único florista ambulante de la ciudad. Todos los días recorre las calles con su canasto de flores. Tiene 57 años y afirma que está en el oficio desde que era niño, lo que le da ciertas ventajas.

“Conozco al comprador y conozco miles de flores”, dice. Cuenta que su día comienza a las 5.30, con la preparación de unos 80 ramos, y luego sale a vender. “Si llueve o hace frío o calor es igual para mí...”, cuenta. Y con los años aprendió a hacer ramos especiales, como los de novia, o centros de mesas, arreglos florales y hasta coronas de difuntos.

Revela que en Tucumán se puede consumir un millón de flores en una jornada, por ejemplo, para el Día de la Madre. Y al preguntarle qué es lo que más le gusta de su oficio, dice sin dudar: “ver la alegría de aquellos que se llevan un ramo, yo veo cómo ese simple hecho le cambia el día a la gente”.